Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Cultura-sociedad frente a Fe-Iglesia

Cultura-sociedad frente a Fe-Iglesia

por La divina proporción

Tengo claro que el tema de la relación entre cultura, sociedad e Iglesia no es el tema que más interesa a la mayoría de los católicos. Hasta hace 40 o 50 años existía una casi total identificación entre cultura y Fe así como entre sociedad e Iglesia. Los frutos de esta identificación fueron impresionantes en todas las dimensiones humanas, pero también se produjeron disfuncionalidades que crearon poco a poco los prejuicios que aparecen con frecuencia hoy en día. 

Los prejuicios han dado lugar a una evidente repulsa de la presencia de la Iglesia en la sociedad y en la cultura. A los personajes públicos les incomoda fotografiarse y que se les vea frecuentar a obispos, sacerdotes o religiosos. Esta repulsa llega hasta expulsar violentamente a la Iglesia del ámbito público. No es extraño que se boicotee la presencia de las Iglesia institucional en las universidades públicas. Mientras, se permite que se impartan cursos y talleres de todo tipo de neo-espiritualidades alternativas. 

La presencia de la Fe en el ámbito público y el diálogo Fe-cultura son unos de los retos más importantes de la Iglesia actual. No lo digo yo, Benedicto XVI lo ha reseñado en múltiples ocasiones y en las conferencias episcopales no hacen más que dale vueltas al asunto. 

Queridos amigos, fe y cultura están intrínsecamente unidas, manifestaciones de aquel desiderium naturale videndi Deum que está presente es todos los hombres. Cuando este matrimonio se separa, la humanidad tiende a replegarse y a encerrarse en sus propias capacidades creativas. Es necesario, entonces, que en la Universidad haya una auténtica pasión por la cuestión de lo absoluto, la verdad misma, y por tanto también por el saber teológico, que en vuestro Ateneo es parte integrante del plan de estudios. Uniendo en sí la audacia de la búsqueda y la paciencia de la maduración, el horizonte teológico puede y debe valorar todos los recursos de la razón. (Benedicto XVI, Discurso a la Universidad del Sacro Cuore 21-511) 

Bueno, ¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos hacer presente la Fe en el ámbito cultural? 

Dado el rechazo que existe por la presencia institucional de la Iglesia, hay que buscar soluciones imaginativas que aporten beneficios adicionales. La llave que abre este cerrojo somos los seglares, ya que podemos incidir en la cultura y la sociedad de una manera más cómoda. Dicho sea que es frecuente que los prejuicios existentes para la Iglesia institucional se trasladen rápidamente a los fieles seglares. Más de una vez he oído que llamaban “cura” con tono despectivo, porque era una persona comprometida. 

Como seglares tenemos tres caminos para enfrentar el desafío que tenemos delante. 

  • Desde el ámbito personal. Quizás sea el más complicado de abordar, ya que los católicos padecemos un tremendo complejo de inferioridad frente a la sociedad. No estamos suficientemente formados en nuestra Fe o si lo estamos, tememos se descarguen sobre nosotros los prejuicios sociales. Nos falta disponer de un desarrollo espiritual que nos permita superar este enfrentamiento. Los primeros cristianos eran capaces de dar testimonio de lo que eran, por encima de su propia vida. 
  • Desde el ámbito comunitario eclesial. Parroquias, nuevos movimientos y otras realidades comunitarias son espacios en donde las personas vivimos la Fe, pero nos sucede igual que en el ámbito personal. Aceptamos que la vivencia de la Fe se recluya dentro de estos espacios cerrados y muchas veces, de vivencia discontinua y superficial. Indudablemente la fe vivida comunitariamente crece si se vive en una comunidad viva, pero si nos recluimos en estos cómodos ámbitos, perdemos perspectiva y capacidad de testimonio. En el episodio de la transfiguración vemos que Dios no quiere que acampemos en “petit comité”. Pedro dijo a Cristo “Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si quieres haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube resplandeciente los cubrió con y una voz desde la nube dijo: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle” (Mt 17, 4-5). 
  • Desde el ámbito asociativo. El asociacionismo es una herramienta social a disposición de todos nosotros. Nos permite tener relevancia y presencia en la sociedad sin tener que estar directamente ligados a la dimensión institucional de la Iglesia. Las asociaciones pueden ser la vía más eficiente para hacernos presentes en al sociedad. De igual forma, las asociaciones permiten que católicos dispersos se reúnan para actuar en su entorno social. Pero el ámbito asociativo tiene algunos aspectos que pueden resultar peligrosos: 
    • Ruptura de la unidad eclesial. La independencia del ámbito institucional puede propiciar que vayamos por libre y que terminemos alejándonos por creernos autosuficientes. Por eso es muy recomendable que las asociaciones tengan algún tipo de relación con comunidades donde se viva la Fe de manera activa.

    • Entrar en una dinámica pelagiana. Es decir, dar prioridad al activismo sobre todo lo demás. Es necesario un cuidado equilibro entre formación, espiritualidad y activismo.

    • Identificar completamente la comunidad a la asociación. La asociación es un instrumento de la comunidad, por lo que es posible que existan diferentes asociaciones y actividades dentro de ellas. Cada componente de la comunidad es libre de participar de forma total o parcial dentro de una o varias asociaciones. 

De todas formas no es sencillo penetrar en el bosque de prejuicios que se oponen a la presencia eclesial. Hay que andar con pies de plomo, ya Cristo lo advirtió: He aquí, yo os envío como á ovejas en medio de lobos: sed pues astutos como serpientes, y sencillos como palomas. (Mt 10,16) 

Además, Cristo sabe que ir de Llanero Solitario, termina por rompernos y desesperarnos: En aquel tiempo Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que tomasen para el camino, un bastón y nada más pero ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. (Mt 6,7-8) 

Ir de en compañía, con algo en lo que apoyarnos cuando nos sintamos cansados (La palabra de Dios), sandalias para soportar los caminos pedregosos y largos, sin herirnos los pies (Las virtudes). No se lleva pan y una sola túnica, ya que el Pan de cada día lo da Dios. 

¿Nos atrevemos?

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