Homosexualidad, ¿es una enfermedad?
El tópico que abordo en esta primera entrada no es fácil y es un asunto que dará para hablar en más ocasiones, ¡seguro que sí!
Quería llamar tu atención, querido lector, con este título provocativo, ya que… ¿no se supone que esta pregunta ya ha sido contestada?
Efectivamente, ya ha sido contestada. Pero… ¿quién la respondió? ¿Con qué criterios? Y cabe preguntarse también… ¿y si estaba equivocado?
En primer lugar, me gustaría dejar claro que me faltan tan sólo tres años para cumplir una década en la que he estado hablando una y otra vez con muchos homosexuales. También con muchos psicólogos, psiquiatras… de todas las escuelas y vertientes habidas y por haber.
Doy gracias a Dios (sí, soy creyente) por hacer que cada vez más sea capaz de mirar a las personas con sus ojos, como Él las mira. ¡Fíjate, amigo, que hablo de “mirar” y no de “ver”!
Mirar a las personas implica tomar una posición de silencio, disponibilidad, entrega, respeto y atención profunda. Mirar también significa estimar a la otra persona sobre ti mismo, considerarla valiosa sobre todas las cosas y digna por el simple hecho de ser persona. Cumpliendo así el popular y poco practicado mandado de “Amar al prójimo como a ti mismo”.
Desde una mirada amorosa y en consecuencia respetuosa, quiero decir que los homosexuales son ante todo personas. Muy diferentes, únicas y singulares.
Hay de todos los tipos y colores. Gordos, flacos, altos, bajos… De izquierdas y de derechas. Creyentes, ateos y masones.
Así que a eso de “únicas y singulares” digamos que todas las personas somos complejas, por lo tanto no se puede hacer juicios ni valoraciones simplistas.
El conocer a muchos homosexuales me ha permitido estar libre de prejuicios y dejar de lado estereotipos errados.
Retomando el hilo del tema, lo primero es verter luces sobre el asunto. Aclaremos lo que significa el concepto “enfermedad”. Según la RAE, una enfermedad no es más que, según la definición más simple, una “alteración más o menos grave de la salud”. En el diccionario encontramos también alusión a la palabra “anormalidad”. En otra ocasión hablaremos del concepto “normal”.
Desde los campos en los que se ha intentado explicar la homosexualidad -uno de ellos digamos que es la genética o la biología- no se ha sacado nada en claro. Hay momentos en los que ha saltado a la palestra un supuesto “nuevo descubrimiento”; en la mayoría de los casos, no son más que cortinas de humo. Son argumentos que se deshacen por sí solos, debido a su inconsistencia, falta de seriedad y criterio.
La ciencia no es exacta. De hecho, en los últimos 9 años se han descubierto casi 200 engaños y 742 retractaciones de científicos. Y es que a la presión que se ven sometidos desde la financiación de sus investigaciones acompaña en consecuencia también una conducta muy poco inspiradora, esa es la verdad. Muchas conjeturas y poco rigor.
Partiendo de la ausencia del “gen gay” encontramos en la psicología (ciencia) y en la psiquiatría (especialidad médica) algunos acercamientos cuanto menos interesantes.
Sin entrar en estadísticas, datos… aporto una pequeña reflexión:
¡Todos estamos enfermos! Si enfermedad es una alteración más o menos grave de nuestra salud en todos los niveles, tenemos que entender lo siguiente: emocionalmente, no hay una persona 100% sana. Podemos hablar de la caída del hombre del huerto del Edén o de lo que queramos, el caso es que realmente no hay familias 100% sanas.
La Familia es la institución más importante. Es el primer círculo de socialización, es por eso que ahí radican todos los problemas sociales. De ahí el interés de los que tienen tres dedos de frente en defender la familia, no la familia tradicional, sino la familia natural. Un ejemplo de esto fue el Congreso Mundial de las Familias, en el que tuve el gusto de participar.
Teniendo en cuenta que todas las familias son en mayor o en menor medida disfuncionales, no puede haber una persona 100% sana. Individuos no perfectos crean familias imperfectas, y esto resulta en sociedades caóticas.
Los violadores, asesinos, drogadictos… y también los homosexuales, han llegado a ese punto por daños emocionales causados desde los primeros años de vida.
Por lo tanto, reafirmando el verdadero acercamiento psiquiátrico que dice que la homosexualidad tiene su origen en una combinación de factores ambientales y familiares como son padre ausente, madre posesiva, incapacidad de integración con los pares, abuso sexual… entre otros tantos, ¿cómo puede ser buena la homosexualidad? Me explico: de unas malas raíces no puede salir un buen árbol.
Para todos aquellos que digan que de algo negativo puede salir algo positivo: así es, esos factores ambientales y familiares te condicionan, pero no te determinan, de ahí que pueda salir algo positivo.
Pero no nos engañemos y tampoco engañemos. Si finalmente esos factores sí que nos condicionan, el desarrollo de tendencias homosexuales es uno de los resultados. Una mala hierba, digamos.
¿Es la homosexualidad una enfermedad? Yo ya por hoy he dicho suficiente… ¡Piénsalo!
Quería llamar tu atención, querido lector, con este título provocativo, ya que… ¿no se supone que esta pregunta ya ha sido contestada?
Efectivamente, ya ha sido contestada. Pero… ¿quién la respondió? ¿Con qué criterios? Y cabe preguntarse también… ¿y si estaba equivocado?
En primer lugar, me gustaría dejar claro que me faltan tan sólo tres años para cumplir una década en la que he estado hablando una y otra vez con muchos homosexuales. También con muchos psicólogos, psiquiatras… de todas las escuelas y vertientes habidas y por haber.
Doy gracias a Dios (sí, soy creyente) por hacer que cada vez más sea capaz de mirar a las personas con sus ojos, como Él las mira. ¡Fíjate, amigo, que hablo de “mirar” y no de “ver”!
Mirar a las personas implica tomar una posición de silencio, disponibilidad, entrega, respeto y atención profunda. Mirar también significa estimar a la otra persona sobre ti mismo, considerarla valiosa sobre todas las cosas y digna por el simple hecho de ser persona. Cumpliendo así el popular y poco practicado mandado de “Amar al prójimo como a ti mismo”.
Desde una mirada amorosa y en consecuencia respetuosa, quiero decir que los homosexuales son ante todo personas. Muy diferentes, únicas y singulares.
Hay de todos los tipos y colores. Gordos, flacos, altos, bajos… De izquierdas y de derechas. Creyentes, ateos y masones.
Así que a eso de “únicas y singulares” digamos que todas las personas somos complejas, por lo tanto no se puede hacer juicios ni valoraciones simplistas.
El conocer a muchos homosexuales me ha permitido estar libre de prejuicios y dejar de lado estereotipos errados.
Retomando el hilo del tema, lo primero es verter luces sobre el asunto. Aclaremos lo que significa el concepto “enfermedad”. Según la RAE, una enfermedad no es más que, según la definición más simple, una “alteración más o menos grave de la salud”. En el diccionario encontramos también alusión a la palabra “anormalidad”. En otra ocasión hablaremos del concepto “normal”.
Desde los campos en los que se ha intentado explicar la homosexualidad -uno de ellos digamos que es la genética o la biología- no se ha sacado nada en claro. Hay momentos en los que ha saltado a la palestra un supuesto “nuevo descubrimiento”; en la mayoría de los casos, no son más que cortinas de humo. Son argumentos que se deshacen por sí solos, debido a su inconsistencia, falta de seriedad y criterio.
La ciencia no es exacta. De hecho, en los últimos 9 años se han descubierto casi 200 engaños y 742 retractaciones de científicos. Y es que a la presión que se ven sometidos desde la financiación de sus investigaciones acompaña en consecuencia también una conducta muy poco inspiradora, esa es la verdad. Muchas conjeturas y poco rigor.
Partiendo de la ausencia del “gen gay” encontramos en la psicología (ciencia) y en la psiquiatría (especialidad médica) algunos acercamientos cuanto menos interesantes.
Sin entrar en estadísticas, datos… aporto una pequeña reflexión:
¡Todos estamos enfermos! Si enfermedad es una alteración más o menos grave de nuestra salud en todos los niveles, tenemos que entender lo siguiente: emocionalmente, no hay una persona 100% sana. Podemos hablar de la caída del hombre del huerto del Edén o de lo que queramos, el caso es que realmente no hay familias 100% sanas.
La Familia es la institución más importante. Es el primer círculo de socialización, es por eso que ahí radican todos los problemas sociales. De ahí el interés de los que tienen tres dedos de frente en defender la familia, no la familia tradicional, sino la familia natural. Un ejemplo de esto fue el Congreso Mundial de las Familias, en el que tuve el gusto de participar.
Teniendo en cuenta que todas las familias son en mayor o en menor medida disfuncionales, no puede haber una persona 100% sana. Individuos no perfectos crean familias imperfectas, y esto resulta en sociedades caóticas.
Los violadores, asesinos, drogadictos… y también los homosexuales, han llegado a ese punto por daños emocionales causados desde los primeros años de vida.
Por lo tanto, reafirmando el verdadero acercamiento psiquiátrico que dice que la homosexualidad tiene su origen en una combinación de factores ambientales y familiares como son padre ausente, madre posesiva, incapacidad de integración con los pares, abuso sexual… entre otros tantos, ¿cómo puede ser buena la homosexualidad? Me explico: de unas malas raíces no puede salir un buen árbol.
Para todos aquellos que digan que de algo negativo puede salir algo positivo: así es, esos factores ambientales y familiares te condicionan, pero no te determinan, de ahí que pueda salir algo positivo.
Pero no nos engañemos y tampoco engañemos. Si finalmente esos factores sí que nos condicionan, el desarrollo de tendencias homosexuales es uno de los resultados. Una mala hierba, digamos.
¿Es la homosexualidad una enfermedad? Yo ya por hoy he dicho suficiente… ¡Piénsalo!
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