Jueves, 21 de noviembre de 2024

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¿Hacia dónde vamos con la corrupción actual?

por Un obispo opina

Las noticias que han ido apareciendo sobre corrupción no son fácilmente digeribles por nuestra sociedad; nos están diciendo que hay algo que huele a podrido y que está creando un ambiente irrespirable. La sociedad sin valores no puede funcionar; y no funciona cuando aumenta el número de ricos a costa de que aumente el número de pobres. No es el progreso científico, técnico o económico lo que eleva el nivel social, sino la justicia de cara al bien común.

Es urgente que entre todos regeneremos la vida pública por el único camino válido para ello: la renovación de los valores éticos y morales. Y aquí tiene la Iglesia una palabra que decir se le haga caso o no. La inmoralidad y la injusticia es la carcomo que corroe cualquier sociedad por poderosa que se sienta. Testigo, la Historia.

Intento ofrecer unas palabras de orientación que ofrezco también a todos los hombre y mujeres de buena voluntad, sean o no cristianos.

HECHOS

Es cierto, y hemos de hacerlo notar, que se ha avanzado en el reconocimiento de algunos derechos y en el nivel material de vida, pero es tal la degeneración moral a que hemos llegado, que a veces tenemos la sensación de estar en una barca que hace agua por todos lados.

Algunos hechos de corrupción tienen la particularidad de estar protagonizados por figuras de gran relieve, incluso político; y son de tal calibre, que no pocos empiezan a pensar que toda la clase política está corrompida; y se preguntan ¿en manos de quiénes estamos? Y hay gente muy honrada dentro de la política como dentro de cualquier otra profesión, como también hay gente impresentable en cualquier institución, incluso dentro de la Iglesia. Estamos viendo muchos casos.

¿Es posible que por corrupción económica hayamos llegado en nuestra patria a un grado de endeudamiento tal, que va a costar muchas lágrimas, sobre todo, de la gente más pobre que siempre es la primera que paga las consecuencias de una administración desastrosa según se ha visto por las consecuencias que se han seguido?

El hecho es que se cierran muchas empresas; aumenta el paro; la EPA en una encuesta telefónica cuantifica el paro en 5.639.500 parados en España, nuevo récord con una tasa del 24,44%

La tasa de paro entre los jóvenes menores de 25 años sube al 52,01%.

El número de hogares con todos sus miembros en paro fue de 1.728.400

Y todo ello, dentro de una sociedad afectada por la droga, el consumismo y la búsqueda del dinero fácil. Lo cierto es que si sigue esta situación, uno no sabe adónde vamos a llegar. Desde luego, ni a la paz ni al estado del bienestar.

RAICES

Quiero empezar diciendo que los hechos de corrupción que pueden darse en cualquier hombre de cualquier grupo, no tienen tanta importancia como las raíces que los causan. Hay que ir a las raíces de la corrupción si queremos regenerar la vida social y política. Es desde donde hay que atajar el mal. Si queremos atajar una peste, hay que ir a las causas.

Es necesario un gran esfuerzo por parte de todos y una gran capacidad de sacrificio también por parte de todos, pero especialmente, por parte de los más ricos. En casos como éste es cuando los cristianos hemos de poner en juego nuestra fe.

A mi modo de ver, la raíz de nuestra situación está en nuestro egoísmo, fuente de la corrupción. Cierto que habrá que tomar medidas serias contra la corrupción, pero por muchas medidas que se tomen, mientras sigamos con nuestros egoísmos seguiremos igual: los pobres, buscando dejar de serlo, y los ricos buscando ser más ricos. Es lo que ha pasado siempre y sigue pasando hoy. Si unos y otros no cambiamos de actitudes, no hay solución; seguiremos igual o peor.

Si en el fondo de un estanque hay un animal putrefacto, por mucho que se limpie la suciedad que va apareciendo en la superficie, no se volverá a tener un estanque limpio; hay que ir al fondo y extraer el animal putrefacto.

Si queremos una sociedad limpia, no nos podemos quedar en la superficie limitándonos a penalizar los hechos delictivos, por muy necesaria que sea la penalización, que lo es; tampoco está la solución en que nos gobiernen unos u otros; todos tenemos tendencias egoístas. La solución está en la regeneración de los valores morales y éticos de los que ya hablamos, y sin los que es impensable una convivencia basada en el respeto de todos a todos los derechos de todos. Esto es puro evangelio.

En este sentido, si bien todos somos responsables, lo son de manera especial los que rigen la vida social. La moralidad nos la hemos de exigir todos, pero los políticos han de ser muy conscientes de que deben ser los primeros en cambiar de actitudes y trabajar incansablemente en función del bien común; y conscientes también de que depende de su honradez la buena marcha de la sociedad.

Uno que es un sinvergüenza en su vida privada, cuando ostenta un cargo político ¿dejará de serlo y será un hombre honrado?

Sobre la unidad entre vida pública y privada pienso hablar en el próximo artículo.

José Gea
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