Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De uno de los papas grandes de la Historia: el español San Dámaso I

por En cuerpo y alma

 
            Los Papas españoles son tres: San Dámaso I (366-384), Calixto III (14551458) y Alejandro VI (14921503).
 
San Dámaso I
            El primero de ellos es San Dámaso I. Nacido hacia el año 304, hijo de los españoles Antonio y Laurencia, no se conoce su lugar de nacimiento, que según algunos podría hallarse en Galicia. Como quiera que sea, pronto lo encontramos en Roma, sirviendo en la iglesia de San Lorenzo mártir.
 
            Su acceso a la silla de Pedro, acaecido el 1 de octubre del año 366 cuando tenía sesenta y dos años, no fue poco conflictivo, pues aunque fue elegido por gran mayoría, algunos seguidores del difunto Papa Liberio escogen al diácono Ursino, que ni siquiera era sacerdote. Los detalles del conflicto se relatan en el “Libello Precum”. El Emperador Valentiniano reconocerá a Dámaso y desterrará a Ursino a Colonia, lo que no impedirá a los partidarios del antipapa instalado en Milán y aliado a los arrianos continuar acosando a Dámaso, incluso presentando contra él una acusación de adulterio de la que fue absuelto.
 
            El papado de Dámaso se caracteriza en primer lugar, por ser el que presencia los estertores de la religión clásico-pagana en el Imperio. Dámaso apoyará la petición de los senadores cristianos al Emperador Graciano de retirar el altar de Victoria del Senado, y es en tiempos de San Dámaso, concretamente el 27 febrero de 380, que el también español Emperador Teodosio I promulga el famoso decreto “De fide Católica”, que declara como religión del estado “la doctrina que San Pedro había predicado a los romanos y de la cual Dámaso era su cabeza suprema” (Codigo de Teodosio, 16, 1, 2).
 
            En el plano interior, Dámaso se enfrenta a dos problemas fundamentales. El primero, reivindicar y consolidar la primacía de la iglesia romana sobre las demás iglesias; el segundo, la lucha contra las numerosas herejías que atacan el dogma.
 
            Por lo que hace a lo primero, Dámaso dará algunos de los más importantes pasos hacia la primacía de la Sede Apostólica Romana, como por ejemplo, la afirmación de que dicha supremacía se basa en las propias palabras de Jesucristo Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18) y no en decretos conciliares. Si al Papa Siricio (384-399) cabe el honor de haber emitido las primeras decretales, a Dámaso cabe el de haberlas elevado a su máxima expresión. Cuando, en el año 379, la Iliria se ve separada del Imperio de Occidente, Dámaso trabaja para salvaguardar, sin embargo, la autoridad de Roma sobre ella y crea una vicaría apostólica a cuyo frente nombra a Ascolio, obispo de Tesalónica, originando así la importante institución del vicariato papal para la presencia de Roma en las demás iglesias. Dámaso convoca también el segundo concilio ecuménico de la historia, el Concilio de Constantinopla, en el año 381.
 
            Por lo que hace a la lucha contra la herejía, en el sínodo romano del año 369 excomulga a Auxentio, obispo arriano de Milán, facilitando la sucesión por el que luego será San Ambrosio, uno de los más grandes hombres de la Iglesia en toda su historia. Condena el apolinarismo y el macedonialismo en el Concilio de Constantinopla. Proscribe también la doctrina de su también compatriota Prisciliano, en el Concilio de Zaragoza, celebrado en el año 380. Y resuelve el cisma meletiano producido en Antioquía, propugnando la candidatura episcopal de Paulino a la muerte del cismático Meletio.
 
            Otro problema acaecido durante su pontificado y frontalmente combatido será el relajamiento de costumbres del clero eclesiástico, el cual provoca la crítica severa de San Jerónimo y también el decreto del 29 de julio del 370 del Emperador Valentiniano, que prohibía a curas y monjes, entre otras cosas, dirigirse a viudas y huérfanos con la intención de obtener de ellos regalos y herencias, y para cuyo cumplimiento Dámaso trabajó denodadamente.
 
            El papado de Dámaso es sumamente fecundo en obras de la mayor importancia para la vida de la Iglesia y del cristianismo. Quizás la más importante sea la redacción de la que se conocerá como Biblia Vulgata, que él mismo encarga realizar a Jerónimo de Estridón (San Jerónimo), que durante una época fuera su secretario. Hacia el año 374, proclama también un canon del Nuevo Testamento.
 
            Dámaso fue también un importante constructor de iglesias. Amén de restaurar la de San Lorenzo Extramuros en la que se educara, que aún hoy existe, en la que están enterrados el propio San Lorenzo y también el Papa Pío IX, y de dotarla con importantes archivos, construye la basílica de San Sebastián en la Vía Apia, conocido como la “Platonia”, que también ha llegado a nuestros días, y un baptisterio en el Vaticano en honor de San Pedro, en el que grabó unas inscripciones que aún se conservan. Mandó también restaurar las catacumbas.
 
            En el plano literario, redactó también varias hagiografías de diversos mártires y compuso varios himnos o carmina, aunque ninguno haya llegado por desgracia a nosotros.
 
            En el plano litúrgico autoriza el canto de los salmos a dos coros (rito ambrosiano), instituido por San Ambrosio. Introdujo el uso de la voz hebraica “aleluya”.
 
Tumba de San Dámaso I en San Lorenzo in Damaso

            El papado de Dámaso I no es, como hemos visto, en modo alguno menor. Antes al contrario, es uno de los más grandes papados de la historia, y Dámaso pasa por ser un papa riguroso y docto. No en balde figura en la nómina de papas santos y no sin justicia. Murió el 11 de diciembre del año 384, siendo enterrado junto con su madre y su hermana en la basilícula de la Vía Argentina, entre los cementerios de Calixto y Domitilla, que él mismo ordenara construir y cuyas ruinas fueron descubiertas en 1902, de donde fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo in Damaso, tan unida a toda su trayectoria. Se celebra su festividad por ello mismo el 11 de diciembre. Y en España, el seminario de Madrid lleva su nombre.
 
 
            L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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