Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Laicos: cultura, voluntariado y trabajo. BXVI

Laicos: cultura, voluntariado y trabajo. BXVI

por La divina proporción

El pasado día 19 de Mayo, Benedicto XVI recibió a casi ocho mil miembros de tres realidades católicas italianas: el Movimiento Eclesial de Compromiso Cultural, la Federación de Organismos Cristianos del Servicio Internacional de Voluntarios y el Movimiento Cristiano de Trabajadores. 

En sus palabras, el Santo Padre reseñó la necesidad de afrontar las injusticias y promover la dignidad humana y la familia, ante los desafíos urgentes. Benedicto XVI alentó a los laicos comprometidos en la cultura, el voluntariado y el trabajo, a perseverar en el camino del Evangelio de Cristo, siendo fieles a la doctrina social de la Iglesia. 

Rara vez se habla de la misión del laico dentro y fuera de la Iglesia. Para acercarse a este tema, le recomiendo que lea con detenimiento la exhortación pastoral de Juan Pablo II: Christi fidelis laici. Es esta exhortación encontramos bastantes de las indicaciones que Benedicto XVI ha reseñado en sus palabras a las tres realidades antes reseñadas. Pero vamos a tomar algunos párrafos para reflexionar sobre ellos: 

«Cultura, voluntariado y trabajo son un trinomio indisoluble en el compromiso cotidiano del laicado católico, que se propone hacer incisiva la pertenencia a Cristo y a la Iglesia, tanto en el ámbito privado como en la esfera pública de la sociedad. El fiel laico se pone propiamente en juego cuando es activo en estos ámbitos y, en el servicio cultural, en la acción solidaria con los necesitados y en el trabajo, se esfuerza por promover la dignidad humana. Estos tres ámbitos están enlazados por un denominador común: el don de sí mismos». 

¿En que sentido este trinomio es abordable por nosotros? ¿Cómo llevarlo a nuestra vida cotidiana? 

«El compromiso cultural - sobre todo el escolar y universitario - tendido a la formación de las futuras generaciones, no se limita, en efecto, a la transmisión de nociones técnicas y teóricas, sino que implica el don de sí con la palabra y con el ejemplo. » 

Los laicos tenemos un compromiso considerable en la educación de nuestros hijos. No se trata sólo de enseñar técnicas o teorías, se trata de enseñar a trabajar unidos, a respetar al semejante y a vislumbrar la coherencia de todo lo que nos rodea. Llevamos años enseñando conocimientos de forma disociada, inconexa y sobre todo, alejados de la realidad del día a día. Si miramos a los grandes genios renacentistas nos daremos cuenta que eran formidables en todas las ciencias, letras y además eran capaces de actuar en el trinomio cultura, voluntariado y trabajo, de forma maravillosa. ¿Cómo lo hacían? El secreto está en que tenían una visión única e integradora de todo lo que existe. El ser humano se integraba dentro de esa visión como la cima y síntesis de toda ella. Nos toca acercar, de nuevo, esta visión integradora a nuestros hijos y a la sociedad en su conjunto. 

«El voluntariado, recurso insustituible de la sociedad, conlleva no tanto el dar cosas, sino el darse a sí mismos, en ayuda concreta hacia los más necesitados. » 

Pero no todo son teorías y modelos. Lo que somos y sabemos debe ser puesto a disposición de quienes más lo necesitan y en obras que aporten beneficios hacia todos. El voluntariado es ideal para esto. En las universidades se está fomentando el voluntariado dentro de las actividades curriculares, ya que parece fundamental formar a profesionales que se sientan afectados e implicados en la realidad que les rodea. ¿Por qué no fomentar un voluntariado cristiano dentro de las universidades? Esta es una de las oportunidades que la Iglesia debería de utilizar para la evangelización y la pastoral. Esta oportunidad es también un reto, ya que conlleva una transformación de la pastoral de mantenimiento hacia una pastoral activa y comprometida. Este modelo de integración curricular del voluntariado es transportable a todos lo niveles educativos, ajustándose a las posibilidades y capacidades de cada edad. 

«Y, en fin, el trabajo no es sólo instrumento de provecho individual, sino momento en cual expresar las propias capacidades gastándose, con espíritu de servicio, en la actividad profesional, tanto de tipo obrero, como agrícola, científico o de otro sector» 

Gastarnos en el trabajo y hacerlo de manera que nuestra forma de actuar dé testimonio de Cristo, es un reto inmenso, al mismo tiempo que una oportunidad eclesial. La mejor evangelización se sustenta en el testimonio del día a día que demos a los demás. 

Ya que hemos hablado de integración y coherencia ¿Cómo integraríamos este trinomio desde una única perspectiva? Es sencillo. De lo que hablamos realmente es la Caridad. 

«Pero para vosotros, todo ello tiene una connotación particular, la cristiana: vuestra acción debe estar animada por la caridad». Caridad que «significa aprender a ver con los ojos de Cristo y dar al otro mucho más que cualquier cosa necesaria exteriormente. Es decir, donarle esa mirada y ese gesto de amor que necesita. Esto nace del amor que proviene de Dios, que fue el primero en amarnos. Nace del encuentro íntimo con Él» 

La Caridad es gratuita. Al mismo tiempo que nos damos a los demás, recibimos de ellos más de lo que les entregamos. Este intercambio de afectos y dedicación, es la mejor propaganda de las actividades que realicemos dentro del trinomio de cultura, voluntariado y trabajo. Su Santidad nos señala el centro del que parte toda esta labor: la familia. 

«Quisiera extender el modelo familiar de la lógica de la gratuidad y del don a una dimensión universal. Pues la justicia sola no es suficiente. La solidaridad es, en primer lugar, que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. La gratuidad no se compra en el mercado, así como tampoco se puede prescribir por ley. Y sin, embargo, tanto la economía, como la política tienen necesidad de la gratuidad, de personas capaces de donarse recíprocamente» 

El acto de donarse a los demás es algo curioso, ya que siempre se inicia con inercias. Siempre nos cuesta dar el primer paso. Pero, tras este primer paso, nos encontramos con el disfrute de darnos sentirnos  incluirnos en la  vida de los demás. Vencer esta inercia es complicado, sobre todo si no estamos bien formados para ello. Por eso el Papa nos dice que: 

«La afirmación parte de la necesidad de proseguir por el camino del Evangelio, en fidelidad a la doctrina social de la Iglesia y en lealtad con los Pastores. Y mi aliento, el aliento del Papa, que os invita a proseguir con constancia en el compromiso en favor de los hermanos. De este compromiso forma parte también la tarea de evidenciar las injusticias y de testimoniar los valores sobre los cuales se funda la dignidad de la persona, promoviendo las formas de solidaridad que favorezcan el bien común»

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