Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Del Día mundial contra la homofobia que celebramos hoy

por En cuerpo y alma

 
 
            Hoy 17 de mayo, es el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. Se celebra desde el año 2004 y lo es porque un 17 de mayo, concretamente el del año 1990, la homosexualidad fue borrada de la lista de enfermedades mentales por la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
 
Mahmoud Asgari y Ayaz Marhoni.
Irán 19 de julio de 2005.
            Al día de hoy, unos ochenta países del mundo condenan los actos sexuales entre personas del mismo sexo con penas de prisión. Según El País de 29 de septiembre de 2009, en siete lugares del planeta, a saber, Mauritania, Arabia Saudí, Sudán, Irán, Yemen, así como el norte islamista de Nigeria y Somalia, puede uno terminar sus días colgado de una cuerda por practicar actos homosexuales. En Irán, un malhadado 19 de julio de 2005, dos jóvenes muchachos, Mahmoud Asgari, de dieciséis años de edad, y Ayaz Marhoni, de dieciocho, colgaban por el cuello en uno de los más tristes espectáculos que nos ha ofrecido hasta la fecha el s. XXI, por el delito de haber llevado a la práctica unas conductas sexuales en las que ningún juez debió entrar jamás. Y según algunas fuentes, recientemente podría haber tenido lugar en el mismo país el ahorcamiento de otras cuatro personas por idéntica razón.
 
            Tal día como hoy, cualquier día en realidad, es un buen día para gritar y practicar un gran “¡No a la homofobia!”, “¡No a la persecución de personas por ninguna razón, tampoco porque tengan una determinada orientación en materia sexual o porque practiquen unos determinados comportamientos sexuales!”.
 
            Muchos activistas gay que desean regular la vida de los homosexuales de acuerdo con un determinado patrón jurídico-antropológico han hecho circular que ya no es necesario atacar o despreciar a los homosexuales para ser homófobo, sino que basta para serlo con atacar el modelo jurídico-antropológico que ellos quieren imponer. Se trata de un recurso similar al que intentó conseguir el comunismo, identificando al anticomunismo con el odio al proletariado, la proletarofobia si me lo permiten Vds..
 
            Desde tal punto de vista, un tema centra el debate hoy día por lo que a homofobia respecta: el mal llamado matrimonio homosexual (en realidad una contradictio in terminis). La pregunta es: para NO ser homófobo ¿hay que expresarse necesariamente A FAVOR del matrimonio entre dos personas del mismo sexo? Y la respuesta es: lamentablemente, para los que hoy día otorgan el certificado de pulcritud homofóbica, así es.
 
            Yo no soy homófobo. No recurriré -aunque efectivamente sea mi caso- al viejo argumento de tener buenos amigos homosexuales, con los que experimento los grandes momentos de la amistad y también los desencuentros, exactamente igual que con cualquier otro amigo, y a los que no puedo imaginar colgando de una cuerda o simplemente molestados por un juez por lo que hacen. Sino que declaro con toda sinceridad y desde el fondo del corazón, no tener nada en contra de los homosexuales y aceptarles exactamente igual que a cualquier otro ser humano, con una dignidad, unas capacidades y unos derechos idénticos a los de cualquiera que no sea homosexual.
 
            Y sin embargo, no creo que el matrimonio sea algo que puedan contraer dos personas del mismo sexo (homosexuales o heterosexuales, me da igual, que el matrimonio es cosa de hombres y de mujeres, no de homosexuales o de heterosexuales). Fíjense que, contrariamente al paradigma ante el que nos quiere poner el activismo gay, ni siquiera digo que los homosexuales no tengan derecho a casarse: son muy libres de hacerlo si así lo deciden y si la persona con la que lo hacen es conocedora de sus inclinaciones sexuales (como de cualquier otra inclinación que pudieran tener) y las acepta libremente.
 
            Digo, por el contrario, que no creo que nada que hagan dos personas del mismo sexo puede ser considerado matrimonio, pues la esencia del matrimonio radica en la diferencia de sexo de los que lo contraen. De hecho, me pregunto cuántos homosexuales ajenos al activismo gay, en el mundo y en España, no piensan igual que yo, y probablemente sean muchos más de los que nadie imagine. La existencia y el ejercicio del derecho al matrimonio no radican, pues, por lo que al tema que nos ocupa se refiere, en el sujeto del mismo, -en la concepción democrática de los derechos un derecho sólo es tal cuando lo es para todos, de otra manera no estamos ante un derecho sino ante un privilegio-, sino en el objeto, el matrimonio en este caso, que no admite un ejercicio extraño, ajeno o contrario a su esencia.
 
            Por explicarlo con un ejemplo, el matrimonio se practica entre dos personas de distinto sexo como el fútbol se practica con los pies. Todos tenemos igual derecho a jugar al futbol, pero todos tenemos que hacerlo con los pies, y ni siquiera carecer de una pierna o tener los brazos más desarrollados que las piernas, autoriza a jugarlo con las manos. Y si alguien lo hace así, entonces no juega al fútbol, juega al balonmano. Y eso, pese a quien pese, no es algo que se pueda resolver llamando "fútbol" al balonmano. Y si queremos resolverlo así, entonces es que algo no funciona bien en la sociedad. Está en juego algo más que el matrimonio.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
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