Domingo, 22 de diciembre de 2024

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¿Cómo aceptar la renuncia a los obispos?

por Un obispo opina

Me presento: Soy un obispo jubilado. Pronto cumpliré los 83 años; cuando me jubilé, creí que no debía continuar viviendo en la diócesis para no condicionar la acción de mi sucesor; y viendo que no estaba enfermo y me encontraba bien, me vine a Perú, donde estoy colaborando en una parroquia y con el obispo, aparte de dar retiros y charlas a sacerdotes y consagrados por todo Perú y de dar algunas clases en la universidad y de seguir escribiendo…

El obispo al aceptarle la renuncia, a veces puede tener la sensación de ser como el padre anciano a quien se manda al asilo. Ya no sirve para nada.

Queridos hermanos obispos¸ no es un pecado ser anciano; ya lo veréis, ya, cuando lo seáis. Y si llegáis a serlo, no os toméis ese tiempo como de vacaciones. Hemos de recordar aquello de “sacerdos in aeternum”. A esa edad, si no aprovechas para una tarea, aprovechas para otra, entre ellas para hacer mucha oración, la que nos quedó por hacer durante nuestro episcopado.

OBISPOS JUBILADOS

Pienso que el hecho de que haya más de un millar de obispos jubilados en el mundo, merece una seria reflexión. Fue un gran acierto la invitación que hizo el Concilio a los obispos, de que presentasen la renuncia al Santo Padre antes de cumplir los 75 años. La edad puede servir como punto de referencia. Es cierto que no tiene uno las mismas facultades que cuando joven, ni todos están en las mismas condiciones al cumplir esa edad. El paso del tiempo va imponiendo su ritmo y con frecuencia no puede uno hacer lo que hacía antes, o lo que hace la gente más joven. Pero puede estar en condiciones de seguir actuando pastoralmente en la Iglesia.

Una cosa es presentar la renuncia y otra, que se la acepten automáticamente. ¿Por qué? Sencillamente, porque hay obispos que se encuentran muy bien de facultades a esa edad. Juan XXIII no estaría en los altares como papa. A los 78 años fue elegido papa.

Benedicto XVI tampoco sería papa si se hubiese jubilado al cumplir los 75 años, pues ni siquiera hubiese sido elector en el cónclave que le eligió. Pregunto: ¿No hay obispos con la mente clara como ellos, a esa misma edad? Cierto que sí; ¿y han de quedar marginados? No digo que deban seguir rigiendo la diócesis si no están ya en condiciones para hacerlo.

Por otra parte, es cierto que también los hay que, incluso mucho antes de cumplir los 75 años, ya no se encuentran con las facultades propias de quien debe regir una diócesis. Personalmente, incluso sería partidario de que se presentasen las renuncias antes, por ejemplo, a los 70 años, y que el Papa las fuese aceptando a medida que lo fuese creyendo oportuno. Esto sería bueno porque suavizaría el hecho de la renuncia. No es lo mismo aceptarle la renuncia cuando uno la ha presentado, que apartarlo de la diócesis antes de cumplir la edad indicada, por no estar ya en condiciones para regirla.

Sea de esto lo que fuere, pienso que, cuando se le acepta la renuncia, no se debieran desaprovechar las colaboraciones y servicios a la Iglesia que los jubilados, (caso que se da también entre los sacerdotes) podrían y deberían prestar. Los jubilados pueden prestar una colaboración valiosa con su predicación, con su colaboración con algún obispo residencial, con sus escritos, en la atención a alguna obra de promoción o asistencia... como lo indica el documento de la Sagrada Congregación para los Obispos sobre los obispos eméritos. Creo que a la hora de aceptarles la renuncia se les debiera encomendar, siempre que estén en condiciones, alguna actividad en la línea de sus anteriores preferencias y actividades apostólicas, ayudando a otros obispos.

Lo que no es normal es que, por unas circunstancias u otras, estén aparcados, cuando podrían seguir prestando sus servicios a la Iglesia; entre otras razones, porque el carácter sacramental les está pidiendo a los obispos actuar siempre como obispos, y a los sacerdotes como sacerdotes. La jubilación de unos y de otros no hay que entenderla como la jubilación de los seglares. Tanto si estamos en activo como si estamos jubilados, seguimos siendo pastores de la Iglesia en colaboración con el Papa y con los demás obispos.

¿Puede considerarse positivo para la Iglesia el hecho de que un obispo que, al cumplir los 75 años, estaba llevando bien una diócesis, a veces importante, quede incapacitado automáticamente para cualquier acción pastoral propia del obispo? El documento citado apunta a una serie de actividades que los obispos eméritos podrían hacer. Creo que en la Iglesia no pueden estar aparcados un gran número de obispos ya que podrían seguir trabajando como tales, incluso destinándoles a una diócesis más pequeña si se ve que están en condiciones. ¿Por qué no?

Sería muy bonito que aprendiésemos de los religiosos que, cuando se jubilan de algún cargo importante, se les confía otro y no pasa nada.

José Gea
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