Economía, ética y política
por Hablemos de Dios
El pasado domingo, 29 de Abril, fue beatificado en Roma José Toniolo, profesor de economía política de la Universidad de Pisa, que vivió en la segunda mitad del siglo XIX y conoció los albores del siglo XX. Abogado, sociólogo y economista, gran intelectual católico, promotor de las semanas de estudio sobre temas sociales que todavía organiza anualmente la Acción Católica italiana, inspirador de la Universidad católica de Milán cuya creación, obra del conocido franciscano Agustín Gemelli, no pudo contemplar.
Sus escritos sobre la economía al servicio del bien común tienen una actualidad impresionante, están gritando a nuestro tiempo: ¡Sin valores morales la economía no funciona! Sirviendo al interés particular no podemos construir un mundo más justo. Creo que es algo que estamos aprendiendo a golpes. La crisis no nos deja porque no estamos dispuestos a cambiar de mentalidad.
Pero el drama de nuestro tiempo, en lo que se refiere al complejo mundo de la finanzas y de la administración de los estados, es la incapacidad de los gobiernos para desarrollar políticas verdaderamente eficaces para el desarrollo de todos, no sólo de algunos. No quiero ni puedo entrar en asuntos técnicos pues no me siento preparado en absoluto para ello, existe sin embargo una impresión cada vez más generalizada y cada vez más evidente. Se sabe lo que no funciona, se conocen los caminos a seguir, pero no se tiene LA VALENTIA para realizar los profundos cambios que se necesitan. ¿Por qué? Porque los políticos son esclavos de sus propios intereses de partido y de los intereses de poderes supranacionales a los que están sometidos.
Así que, ya sea por no perder votos, por no privarse del apoyo político de tal partido o región (digamos comunidad autónoma), ya sea por la presión de la Unión Europea, del Fondo monetario, del Banco Mundial, de los sindicatos, de esta o aquella multinacional, de ese país vecino o lejano,… al final estamos empeñados y apañados. Y nadie quiere jugarse el pellejo por nadie, nadie está dispuesto a dar la cara por su país. Y no debería ser así porque el gobernante ha llegado al poder, teóricamente, para eso, para darlo todo, para partirse la cara por su nación, para hacer borrón y cuenta nueva si hace falta. Pero no, no tienen agallas o simplemente son falsos y traicioneros. Si el gobierno, en definitiva, no puede hacer eso para lo que ha sido elegido por los votantes ¿qué clase de democracia vivimos? ¿O será simplemente una demagogia?
Los ciudadanos de a pie nos estamos cansando, se nos están hinchando las narices de votar al supuestamente “menos malo”, porque en el fondo no nos fiamos de ninguno. No cabe duda de que en las cimas debe haber gente buena que quisiera hacer y no puede porque no le dejan, porque se ve sometido a un sistema que no puede cambiar. Aquí hace falta una revolución económica, pero no de esas que cortan la cabeza al que tiene el dinero para quedárselo él con la escusa de dárselo a los pobres, sino de esas que hacen lo que nadie se atreve a hacer y que dice lo que nadie se atreve a decir.