Domingo, 22 de diciembre de 2024

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F. Nietzsche murió y el cristianismo sigue vivo

F. Nietzsche murió y el cristianismo sigue vivo

por Duc in altum!

Hace unos días, mientras caminaba por la avenida Independencia del centro histórico de la Ciudad y Puerto de Veracruz me encontré con un libro de F. Nietzsche titulado “El Anticristo”. Aprovechando que estaba en oferta, opté por comprarlo para conocer un poco más la forma de pensar del citado filósofo alemán. Siempre me ha parecido muy importante estar al tanto del pensamiento de los que consideran que el cristianismo es una de las peores tragedias de la historia. Aunque está claro que no coincido con quienes piensan de esa manera, creo que es necesario reflexionar sobre sus posturas para tener nuevos elementos que me ayuden a trabajar mis argumentos a favor de la fe cristiana.
De entrada hay que reconocer la capacidad intelectual que tuvo Nietzsche, pues aunque sus postulados denotan un odio profundo a todo lo que tenga que ver con la religión, fue un filósofo de gran valor y alcance. Ahora bien, el que se tratara de un hombre culto e inteligente, no significa que poseyera la verdad absoluta y que su juicio haya sido acertado. En primer lugar porque no refleja al cristianismo tal y como es en realidad, sino que se basa en las interpretaciones que hacían sus contemporáneos respecto a la figura histórica y espiritual de Jesús. En otras palabras, Nietzsche no utilizó un método de investigación respecto a las sagradas escrituras, pues se basó en la fe popular de su entorno, lo cual, evidentemente, llegó a resultarle ilógico y desagradable pues a lo largo de la historia de la Iglesia no han faltado errores y desviaciones del credo popular en relación al verdadero significado del dogma. Hoy por hoy todavía hay personas que consideran a las enfermedades como un castigo divino, sin embargo, esto no quiere decir que sea una posición asumida por el magisterio de la Iglesia. Coincido con Nietzsche en la convicción de que muchos viven un cristianismo negativo. Tomando las palabras del filósofo, “en contradicción con la vida”, sin embargo, esto no es lo que ha dicho Jesús en los pasajes del evangelio y, mucho menos, lo que señalan los documentos oficiales de la Iglesia como el Catecismo. El que haya personas que solo piensen en el pecado y en el infierno, es decir, que crean en Dios por miedo a condenarse, no echa abajo el valor del cristianismo en el orden temporal de las personas, las cosas y las circunstancias. Nietzsche se queda en una valoración superficial del cristianismo y poco objetiva puesto que en él hay una serie de prejuicios inconciliables con su vocación filosófica. La fe reconoce la existencia del mal pero también habla y defiende el papel del progreso y de la realización personal, lo cual, es ignorado a lo largo y ancho de la obra citada. No se puede opinar objetivamente sobre un tema fraccionado y medido según la conveniencia del autor. Quedarse con la fe de la gente que no ha tenido acceso a una sola catequesis bien desarrollada es peligroso e incomprensible al momento de emitir un juicio.
Sobre el tema de la compasión, el autor señala que “pone toda clase de barreras a esa ley de la evolución que es la selección”, lo cual, es un absurdo. La historia de la humanidad lo demuestra, sobre todo, alrededor de los hechos que se dieron durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando llega al poder una persona despiadada, es decir, contraria a cualquier rasgo de humanidad y compasión, se corrompe el orden y el derecho, provocando víctimas a diestra y siniestra. Un mundo frío e indiferente no tiene nada que ver con la evolución y, mucho menos, con la selección. Adolf Hitler en su obsesión selectiva causó un verdadero holocausto que terminó con el fracaso del sistema político que impuso en Alemania y en los demás territorios conquistados. Sin compasión no hay estabilidad pues se destruye el tejido social al descomponerse y fragmentarse. Luego entonces, Nietzsche se equivoca y cae irónicamente fuera de la realidad ya que cualquiera que conozca la historia de la humanidad podrá darse cuenta que el odio y la violencia tienden a destruir incluso a los imperios más extensos y consolidados como lo fue Roma. Aunque a Nietzsche no le tocó el periodo del nazismo, estuvo al tanto de otros hechos dictatoriales que se dieron en el pasado y que terminaron con el colapso de todo un sistema. Por lo tanto, la compasión asegura la supervivencia del género humano.
Por otro lado, la crítica que hace de la jerarquía eclesiástica de su tiempo es en gran medida acertada, sin embargo, el problema en el que incurre el autor es que confunde los errores y pecados de algunos con el contenido del evangelio. El que conociera a pocos o muchos sacerdotes corruptos, no le da derecho a generalizar. El problema no es el cristianismo sino la manera en que algunos lo viven, eliminando aquellos rasgos propios del evangelio. Nietzsche afirma que los cristianos evadimos los elementos reales y palpables, sin embargo, ¿acaso el cristianismo que defiende la necesidad de tomar la propia cruz y de seguir adelante pese a las dificultades, puede considerarse como una religión que evade la realidad? Nada más lejano que eso. Si toca el tema del dolor es precisamente porque se trata de un camino o itinerario espiritual realista, es decir, conectado con las cosas de la tierra sin perder su vínculo con lo trascendente y metafísico. El cristianismo asume la realidad y la orienta a un bien mayor. La evasión y el refugio en un mundo prefabricado o fantasioso no forma parte del mensaje de Jesús. Al contrario, resulta una antítesis del mismo.
Lo cierto es que Nietzsche ha muerto y que el cristianismo sigue vivo. Lo cual, confirma el valor de su presencia en la cultura. Lo que para el autor era algo decadente ha salvado a la humanidad en varias ocasiones. La fe cristiana se consolida en las crisis debido a que consigue generar un cambio positivo lo que, de hecho, sirve como réplica ante los argumentos que se manejan en la obra de “El Anticristo”. Jesús afrontó el tema del dolor, el amor, la verdad, el pecado, la tierra, el cielo, la vida eterna, etcétera por la libertad de su espíritu que contrasta con la imagen que Nietzsche intentó dejar en la mentalidad del lector, evocando una religión ilógica y desencarnada. El cristianismo es entrar en contacto con Dios y con uno mismo, viviendo la libertad en su máxima expresión. Ya lo decía Jesús: “La verdad los hará libres” (Jn. 8, 32).
Bibliografía:
F. NIETZSCHE, (2008). El Anticristo. México DF: Grupo Editorial Tomo, S.A. de C.V.
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