Viernes, 22 de noviembre de 2024

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La carta de Swidler al Papa

La carta de Swidler al Papa

por La divina proporción

Es curiosa la carta que el prof. Leonard Swidler dirige a Benedicto XVI. El profesor Swidler fue compañero de Su Santidad cuando ambos enseñaban en la Universidad de Tubinga. Pueden leer la carta en su versión original aquí 

¿Por qué digo que es curiosa la carta? Porque reúne una serie de rasgos que nos pueden ayudar a reflexionar sobre el espíritu del concilio y las consecuencias que ha traído este “espíritu” a la Iglesia actual. 

Lo primero que sorprende es el tratamiento que el prof. Swidler utiliza para dirigirse a Su Santidad. Le llama Joe y le habla desde un displicente plano de igualdad. Evidentemente este profesor desconoce el respeto que se debe de dar a quien es Vicario de Cristo. Por mucho que sea la misma persona que conoció en Tubinga, ahora representa algo que excede la personalidad del Joseph Ratzinger de los años 70. 

Lo primero que achaca a Su Santidad es que hay “señales evidentes de que te opones a las palabras y al espíritu del Concilio Vaticano II”. Sin duda muchas personas diferenciamos claramente entre el espíritu del Concilio y lo que realmente se propuso en los documentos conciliares. Benedicto XVI ha indicado muchas veces el error de leer el Concilio desde la ruptura de la Tradición y lo ha hecho basándose en las propias palabras del Concilio. Lo que sucede es que algunas partes de los textos conciliares se prestan a ser entendidos desde el “espíritu del Concilio” como una ruptura. Recomiendo leer el libro: Concilio Vaticano II una explicación pendiente, de Brunero Gherardini. Es un libro asequible que sabe señalar qué problemas tiene la lectura de los textos conciliares. 

La carta de prof. Swidler continua con la siguiente acusación “defendiste públicamente 1) la elección de obispos por parte de los fieles, y 2) el mandato limitado de los obispos” Bueno. Desde la perspectiva de espíritu del Concilio, se pudo pensar que determinadas semi-innovaciones podrían ser buenas para la Iglesia. Elegir a los obispo por parte de los fieles no es algo maravilloso. Ya se ha hecho en otras épocas y se desechó porque crea indeseables rupturas en la comunión de la Iglesia. El obispo elegido sería el obispo de quienes le votaron y un problema para quienes no le votaron. Incluso podría producirse que se eligieran obispos contrarios en la misma Sede. Esto ha sucedido en la historia de la Iglesia y por eso se dejó de utilizar la elección por parte de los fieles. ¿Queremos volver a padecer los problemas superados. 

Continúa: “Ahora, condenas a sacerdotes leales por hacer justamente lo que tú defendías tan noblemente. Ellos, y muchos, muchos otros en la Iglesia católica universal, están siguiendo tu ejemplo juvenil, tratando desesperadamente de impulsar a nuestra amada Madre Iglesia hacia la Modernidad. ” ¿A qué son leales estos sacerdotes?. Evidentemente al espíritu del Concilio, pero no a al Iglesia. ¿A quien debemos fidelidad? Pero lo interesante es darnos cuenta cómo el prof. Swidler sabe colocar a Su Santidad en un el disparadero: “están siguiendo tu ejemplo juvenil”. Sin que nos demos cuenta ha colocado como culpable y modelo de culpa a Benedicto XVI. Por si fuera poco termina de poner en sambenito a Su Santidad indicando que el objeto de ser modelo de estos sacerdotes es tratar “desesperadamente de impulsar a nuestra amada Madre Iglesia hacia la Modernidad” ¿Qué modernidad nos ofrece este profesor y el espíritu del Concilio? Básicamente repudiar la Tradición y mundanizar la Iglesia. 

Siguiente ataque: “en tu patria, Alemania, y en otros muchos sitios de Europa, las Iglesias están vacías, y así se encuentran también muchos corazones católicos” ¿Por qué están vacíos los templos y los corazones de tantas personas? De eso puedo hablar de forma directa, porque sufrí de adolescente y joven el tratamiento del espíritu del Concilio. Los templos alemanes están vacíos porque se ha predicado que son innecesarios, que el sacerdocio es insustancial y que la espiritualidad es suficiente frente a la "malvada"  e “impositiva” religión. Malvada e impositiva van en plan irónico, pero así se predicó y se predica todavía en muchos lugares. 

Si se riega con herbicidas un campo de cultivo, no podemos esperar que se cultive nada durante bastantes años. Ante la los problemas de cultivo, ¿podemos plantar plantitas de plástico? Claro, y seguir echando herbicida para que los "desagradables" vegetales no estropeen la idílica escena. Al final diremos que la culpa de todo es la anticuada siembra de semilla en la tierra. 

Siguen las acusaciones: “tú fuiste uno de los teólogos del Vaticano II que promovieron la llamada del Papa Juan XXIII de  volver a las energizantes fuentes originales del cristianismo por medio del espíritu de la reforma. Aquellas fuentes democráticas, que amaban la libertad de la Iglesia primitiva, eran justamente las ´fuentes´ de la renovación que explicaste y defendiste claramente, con tus colegas de Tubinga.” ¿Fuentes democráticas? ¿De qué democracia habla? Cuando se utilizan argumentos que utilizan conceptos actuales para entender la antigüedad, es que nos quieren timar. Seguramente el joven Joseph Ratzinger fue madurando y dándose cuenta los espejismos que conllevaba el espíritu de la renovación. Espejismos, cuyas consecuencias se evidencian donde este espíritu fue aplicado con más determinación. 

Termina la carta recordando a Su Santidad  los artículos que escribió en su juventud. “Artículos que buscan tender un puente sobre el aislamiento de la Contrarreforma, sobre el abismo que separa a la Iglesia Católica del resto de la cristiandad, y, por lo tanto,  de todo el mundo moderno. Joe, en ese espíritu, te insto a volver a tus fuentes reformistas 

Es evidente el abismo que separa la Iglesia del mundo. Bendito abismo que nos permite aspirar al Reino y no a una justicia social sesgada según lo políticamente correcto de cada momento. 

Tras la lectura de esta carta de un viejo compañero de Benedicto XVI, solo puedo decir: Querido Santo Padre. Siga adelante y que Dios le conceda muchos años más. Le necesitamos y le admiramos. Ruego a Dios por usted y por la Iglesia.

¡Feliz cumpleaños Su Santidad!

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