Católicos de barniz, irlandeses, italianos… europeos.

Una reciente encuesta realizada entre 1000 católicos irlandeses revela que el perfil medio de estos plantea dudas considerables a la hora de calificarlos como fieles a la Tradición y Magisterio eclesial. 

Los datos son en parte sorprendentes: el 87 % piensa que a los sacerdotes se les debería permitir casarse; el 77 % apoya la ordenación de las mujeres y el 72 % está a favor de la ordenación de hombres adultos casados. 

El 75 % piensa que la visión católica sobre la sexualidad no es relevante para su vida ni la de sus familias. El 25 % que considera si es relevante, se corresponde con personas que van a la iglesia con frecuencia o personas mayores de 55 años. Una cifra curiosa es que  87 % piensa que los que viven en una segunda relación estable deberían poder recibir la comunión sin impedimento alguno. 

¿Qué nos revelan estos datos? Pues que los católicos irlandeses desconocen la profundidad de las razones que llevan a que la Iglesia sostenga una doctrina clara en todos estos temas. ¿Qué nivel de catequesis han recibido? Han pasado de las catequesis pre-sacramentales? El mayor peligro que tenemos en estos momentos dentro de la Iglesia es la ignorancia. Su Santidad Benedicto XVI le llama analfabetismo religioso y no le falta razón. 

La religión que se basa en prácticas y en emotividades, termina por acomodarse a la sociedad que le rodea. Quien no discierne y solo reconocer formas externas, carece de capacidad para valorar y defender la doctrina de la Iglesia. 

En la sociedad europea de hacer un siglo, todavía se valoraban las apariencias católicas y esto contribuía a que se mantuviera una coherencia externa en la práctica de religiosa. Hoy en día, ser católico es algo que está mal visto. En todo caso, se perdona la condición de católico si se defiende que la Iglesia debe adaptarse a la sociedad que le rodea. 

Pero esta realidad irlandesa puede ser extrapolada a toda la Europa católica y cristiana. El catolicismo a la italiana da un paso más en la incoherencia. 

Los creyentes son mayoritarios en Italia: un 83%. El 26,5% van a misa todas las semanas (cinco veces más que los franceses) y un 42% van al menos una vez al mes a misa dominical. Parecería idílico, pero  un 70% reconocen que no siguen a la Iglesia en materia de moral sexual y afirman que se puede ser buen cristiano sin seguir el Magisterio. El mismo 70% indica que ve bien que la Iglesia no cambie su doctrina y moral. 

Católicos de barniz o de costumbre. Se es lo suficientemente católico para acallar la conciencia y lo suficientemente ireligioso, para vivir de manera aceptable por la sociedad. 

El problema es que esta cómoda postura conlleva una excelente inmunización frente a la conversión. ¿Para qué es necesario convertirse si ya son católicos? 

¿Qué soluciones podemos plantear? Hay muchas muy sencillas de enunciar, pero muy problemáticas de aplicar: catequesis más profundas en las que se impliquen toda la familia y no priorizar a determinados grupos sobre otros. Implicar a las familias en la parroquia, etc. En una frase: crear una verdadera comunidad cristiana. 

Ahora, ¿Cómo llevar todo esto a cabo? Estupenda pregunta que no tiene una respuesta única. Cada parroquia, grupo eclesial, entorno pastoral tendrá las respuestas adecuadas para afrontar su situación. Lo cierto es que esperar que la formación se induzca en nosotros por iluminación involuntaria, no parece lo más adecuado. 

Decía Benedicto XVI en la audiencia del 24 de febrero de este año, que no se puede vivir en una “niñez de la fe”: muchos fieles no fueron más allá de la primera catequesis, con lo que “no pueden exponer como adultos, con competencia y convicción profunda, la filosofía de la fe, la gran sabiduría, la racionalidad de la fe” para iluminar a los demás. 

     Es por ello necesaria una “fe adulta”, que no quiere decir, como se ha entendido en los últimos decenios, emancipada del Magisterio de la Iglesia; cuando se abandona el Magisterio, el resultado es “la dependencia de las opiniones del mundo, de los dictados de los medios de comunicación”. 

     “Por el contrario, la auténtica emancipación consiste en liberarse de estas opiniones, en la libertad de los hijos de Dios”. “Debemos rezar mucho al Señor para que nos ayude a emanciparnos y a ser libres en este sentido, con una fe realmente adulta que pueda ayudar también a los demás a llegar a la verdadera perfección en comunión con Cristo”. 

Dios nos ayude.