Una lectura indispensable para el Triduo
Nos adentramos hoy en el Triduo Pascual y qué mejor que recomendar una lectura que personalmente me ha reportado mucho fruto y espero retomar en estos días.
Como muchos habrán adivinado se trata de La amarga pasión de Cristo, publicada en Voz de Papel, de la beata Ana Catalina de Emmerick, una monja alemana que vivió entre 1774 y 1824 mística, estigmatizada y visionaria, siendo beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004.
La misteriosa obra de esta monja, quien recluida en una habitación fuera del convento y enferma tenía constantes visiones de la vida de Cristo, la historia de la salvación e incluso santos de la Iglesia, fue recogida por el poeta romántico alemán Brentano, quien dedicó nada menos que cinco años a recopilar sus visiones al pie de su cama.
Sin ser materia de fe - entra dentro de la categoría de revelaciones privadas que pueden aprovechar a quien quiera sin obligar a nadie- lo cierto es que sus narraciones y en concreto la de la pasión de Cristo que se narra en el libro, han tenido un notable éxito editorial y su influencia llegó hasta la película La Pasión de Cristo de Mel Gibson quien la tomó como principal fuente de inspiración.
¿Cómo se puede explicar que una monja sin apenas instrucción que hablaba el dialecto de Westfalia pudiera narrar con tanto detalle y realismo hechos que sin contradecir en una jota lo narrado en los evangelios, los llenan de color, referencias, datos y complementos asombrosos a la par que edificantes?
¿Qué decir del descubrimiento de la casa de la Virgen María en Éfeso, hallazgo arqueológico de tiempos recientes, debido a las indicaciones de Emmerick recopiladas por un Brentano que nunca había estado en aquel lugar?
Desde luego es un hecho misterioso, que llega a hacerse intrigante cuando uno descubre en los escritos de la beata alemana referencias a pasajes bíblicos, personajes, lugares, tradiciones y mil detalles más que ni el más imaginativo de los escritores hubiera podido pergeñarse sin entrar en contradicción con lo que la historia y la arqueología de hoy en día conocen.
Pero dejando a un lado lo anecdótico, y dando por sentado que cada cual es libre de creer lo que quiera, lo cierto es que el libro La Amarga Pasión de Cristo es una lectura que no sólo enfrasca, sino catapulta a la oración y la contemplación de los sucesos que celebramos en estos días.
Como la mejor de las tramas cinematográficas todo empieza con los preparativos para la Pascua y nos va llevando adentro de todos los sucesos que llevan a la institución de la Eucaristía, el prendimiento de Jesús, el via crucis, la muerte en Cruz y la gloriosa resurrección.
En cada momento los detalles, como ese codazo de Pedro a Juan para que le pregunte al maestro quien le va a traicionar, o el significado profundo de cada piedra de la Jerusalén de entonces donde se escenifica el acto supremo de salvación de la humanidad, hacen que el lector se sumerja en la contemplación del misterio pascual.
El relato, trepidante, nos lleva también a lo que pasa en otros lugares y así nos hace acompañar a Cristo en su descenso a los infiernos; también nos narra la Jerusalén convulsa tras la muerte del redentor, con el velo del templo rasgado, el terremoto y los muertos saliendo de las tumbas para dar admoniciones a los habitantes de la ciudad santa.
Cualquiera que haya leído los evangelios con detalle encontrará en ellos la escueta referencia a estos sucesos que de pronto cobran vida en boca de la beata alemana.
Testimonio verdadero de lo que pasó o fruto de la imaginación teológica e histórica de alguien, en todo caso es una obra edificante como pocas que hará vibrar y orar en estos días de Semana Santa.
La Iglesia de la época investigó a Ana Catalina, y si bien no fue hasta el pontificado de Juan Pablo II cuando fue llevada a los altares, el proceso de beatificación fue empezado mucho antes, y quizás costó tanto sacarlo adelante por lo extraordinario de los relatos y la desconcertante situación histórica que presentan.
Una monja analfabeta del siglo XIX, narrando como testigo presencial unos sucesos del siglo I…vaya locura…aunque si lo pensamos bien, en la Iglesia vamos a celebrar y actualizar lo ocurrido en el siglo I, y de hecho, participamos de ellos en cada Eucaristía que celebramos…