Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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¿Quién fue Judas Iscariote?

por En cuerpo y alma

 
Judas Iscariote. Francisco Salzillo.
            El protagonista indiscutible de las fechas que hemos celebrado estos días no es otro, indudablemente, que Jesús de Nazaret. Ahora bien, la historia de su final viene acompañada por la de otros personajes cruciales para el relato. De entre todos destaca uno que realizó el papel más miserable que quepa pensar: el de denunciar y entregar a un amigo, y no a cualquier amigo, sino al maestro venerado… ¡nada menos que para ser sometido a la tortura más bárbara que imaginar quepa, la de la crucifixión! Hablamos, qué duda cabe, de Judas Iscariote. Pues bien, ¿qué es lo que de Judas Iscariote sabemos a partir de la mera lectura de los textos canónicos? No pocas cosas la verdad.
 
            Judas aparece citado entre los doce apóstoles y perfectamente identificado en los cuatro evangelios, cosa que no cabe decir de todos los miembros de tan distinguido colegio, cuyos nombres o no aparecen en los cuatro libros o aparecen nombrados de una manera distinta que induce a la confusión. A Judas lo llaman los evangelios “Iscariote”.

            En una primera acepción del término derivada del hebreo “seqarya”, podría significar “el mentiroso”, “el hipocrita”, lo cual no es contradictorio con la participación que los textos canónicos le reservan en el final de Jesús.

            En una segunda acepción del término, por otro lado la más generalmente aceptada, “iscariote” querría decir “natural de Keriot”, ciudad de Judea en la frontera con Edom citada en el Libro de Josué (Jos. 15, 25), lo que constituiría una vez más un dato, el de su origen, que no poseemos de casi ninguno otro de los Doce, y que convertiría a Judas en el único apóstol de Judea, y en consecuencia, no galileo. Acepción muy plausible del término, por cuanto que de Judas sabemos también, lo que una vez más no sabemos de todos los discípulos, de quien es hijo, que lo es de Simón, llamado también Iscariote (Jn. 6, 71).

            Existe una tercera acepción, según la cual, el apelativo “iscariote” haría referencia a una posible adscripción de Judas al grupo de los celotes, también llamados, como se sabe, sicarios, notablemente similar a iscariote.
 
            Por San Juan y sólo por él, conocemos una interesante intervención de Judas en las postrimerías del ministerio de Jesús:
 
            “Seis días antes de la Pascua [por lo tanto, cinco días antes de su crucifixión], Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?” […] Jesús dijo: “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis”” (Jn. 12, 1-8).
 
            Igualmente por Juan, sabemos que Judas era el encargado de la gestión de la bolsa de las limosnas de la que el grupo de Jesús malvivía, y “que se llevaba lo que echaban en ella” (Jn. 12, 6), es decir que "era ladrón" (Jn. 12, 6).
 
El beso de Judas. Giotto. Capilla Scrovegni (1305).
            Pero la intervención estelar de Judas tiene lugar como consecuencia del papel que desempeña en los acontecimientos que desembocan en el trágico final de Jesús. Todo empieza con el hecho que narra Lucas, ocurrido unos días antes de la fiesta de los ázimos, posiblemente el lunes o martes anterior al viernes en el que Jesús es crucificado:
 
            “Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce: y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregárselo [a Jesús]. Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero. El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera” (Lc. 22, 3-6, similar a Mc. 14, 1011).
 
            Mateo nos informa de los términos de la negociación:
 
            ““¿Qué queréis darme y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata” (Mt. 26, 1415).
 
            Cantidad bien significativa, pues tanto eran treinta siclos de plata lo que valía un esclavo, -“si el buey acornea a un siervo o a una sierva, se pagaran treinta siclos de plata al dueño de ellos” (Ex. 21, 32)-, como es el precio en que sus perversos contemporáneos valoran el jornal del profeta Zacarías (cfr. Za. 11, 12), tan rácano que hace exclamar a Yahveh en persona:
 
            “¡Echalo al tesoro, esa lindeza de precio en que me han apreciado!” (Za. 11, 13).
 
            Jesús no desconoce las intenciones de su discípulo. Tanto así, que durante su última cena con los Doce, lo delata ante todos:
 
            “Y mientras comían recostados, Jesús dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo” Ellos comenzaron a entristecerse y a decirse uno tras otro: “¿Acaso soy yo?” El les dijo: “Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato”” (Mc. 14, 18-20).
 
            Mateo añade:
 
            “Entonces preguntó Judas: “¿Soy yo acaso, Rabbí?” Dícele [Jesús]: “Sí, tú lo has dicho”” (Mt. 26, 25)
 
            Lo que viene a continuación es el relato de la traición en sí misma:
 
            “Todavía estaba hablando [Jesús a su discípulos en el Monte de los Olivos] cuando se presentó un grupo; el llamado Judas iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo: “¡Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre!”” (Lc. 22, 47-48).
 
            El beso de Judas es una constante en el relato de los sinópticos. No se refiere a él, en cambio, Juan, en cuyo relato, Judas conduce la cohorte que ha de arrestar a Jesús, pero una vez ante él, permanece como testigo pasivo de cuanto sucede.

            En cuanto al final de Judas, también se refieren a él dos de los textos canónicos, guardando silencio los otros dos.
Y lo hacen de manera bien diferente. En la versión de Lucas, que nos la brinda en los Hechos de los Apóstoles, es Pedro el que relata el final del apóstol traidor a sus correligionarios cristianos, que le escuchan atentamente:
 
            “Porque él era de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio. Este pues compró un campo con el precio de su iniquidad y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir Campo de Sangre” (Hch. 1, 1719).
 
            Por otro lado, tenemos la versión de Mateo, algo más condescendiente con la figura del apóstol de Keriot, en la que incluso se atisba un rastro de arrepentimiento:
 
Judas colgado del árbol.
San Lázaro de Autum.
            “Entonces Judas, el que lo entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: “Pequé entregando sangre inocente”. Ellos dijeron: “A nosotros ¿qué? Tú verás”. El tiró las monedas en el santuario; después se retiró y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: “No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre”. Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros. Por esta razón ese campo se llamó “Campo de sangre” hasta hoy” (Mt. 27, 3-8).
 
            Vacante como queda el puesto de Judas en el colegio de apóstoles, éstos se plantean reemplazarlo, presentándose dos candidatos con parecidos méritos, José Barsabás y Matías.Y los apóstoles, echándolo a suertes, eligen a Matías. Nos lo cuenta Lucas:
 
            “Uno de aquellos días Pedro, puesto en pie ante los hermanos […] les dijo: «Hermanos, […] es preciso que uno de los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de entre nosotros al cielo, uno de ellos tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección.»
            Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse a su propio puesto.» Les repartieron las suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles”. (Hch. 1, 15-26).

            Muchas son las sorpresas que sobre Judas nos deparan otros textos distintos de los evangelios. Pero ello quedará para otro día, por lo que si no le parece a Vd. mal, por aquí espero seguir viéndole, amigo lector.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
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