Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Cuaresma y salvación

Cuaresma y salvación

por La divina proporción

Al género humano se le puede comparar a las espigas de un campo. Nacen de la tierra, esperan obtener su máximo crecimiento y, en el momento querido, son cortadas por la guadaña de la muerte. Por eso Cristo dice a sus discípulos: « ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega?  Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge el fruto para la vida eterna» (Jn 4,35-36). Ahora bien, Cristo nació en medio de nosotros, nació de la Virgen santa así como las espigas salen de la tierra. Por eso en otra parte él mismo se nombra grano de trigo: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Así es como se ofreció él mismo al Padre por nosotros, como una gavilla y como las primicias de la tierra.

 

Porque la espiga de trigo, por otra parte igual que nosotros, no se la puede considerar aisladamente. Lo vemos en una gavilla formada por numerosos espigas de una sola brazada. Jesucristo es uno solo, pero es y se nos presenta realmente como si fuera una brazada, en el sentido que en él están contenidos todos los creyentes, evidentemente en una unión espiritual. Si no fuera así ¿cómo podría san Pablo escribir: «Nos ha resucitado con él, y con él nos ha sentado en el cielo»? (Ef 2,6-7). Efectivamente, puesto que se ha hecho uno de nosotros, nosotros somos «miembros del mismo Cuerpo» (Ef 3,6)... Él mismo en otra parte dirige estas palabras a su Padre: «Ruego, Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Jn 17,21). El Señor es, pues, la primicia de la humanidad destinada a ser entrojada en los graneros del cielo.  (San Cirilo de Alejandría, Comentario al Libro de los Números, 2)

 

El cristianismo tiene muchas dinámicas que son complicadas de entender desde fuera de la Iglesia. Por qué morir para dar fruto, ¿no se daría más fruto vivo? Por qué negarnos a nosotros mismos ¿no sería más lógico autoafirmarnos en lo que somos? Por qué unirnos en comunidad para que el Señor esté en medios de nosotros ¿No sería más lógico andar el camino desde el solitario compromiso personal? Podría citar muchas más. Todas ellas son criticadas desde fuera de la Iglesia y a veces hasta desde dentro.

 

San Cirilo nos da una estupenda pista para entender por qué movernos el sentido que nos indica cristo: Jesucristo es uno solo, pero es y se nos presenta realmente como si fuera una brazada, en el sentido que en él están contenidos todos los creyentes. Cristo nos pide que le sigamos y eso conlleva ir colocando nuestros pies en cada huella de las sandalias de nuestro Salvador. Ese es el camino para salvarnos… pero ¿salvarnos de qué?

 

Es complicado para el ser humano actual entender qué significa ser salvado. De nuevo San Cirilo no señala la respuesta a esta pregunta: El Señor es, pues, la primicia de la humanidad destinada a ser entrojada en los graneros del cielo.  Entrojar es la acción de introducir el grano y/o cereal en un tipo especial de granero: el troje. ¿Salvarse consiste en que nos metan en un almacén? Eso es lo que podríamos pensar si nos quedamos en una lectura literal. Pero los granos que almacenan en el troje lo hacen para ser molidos y dar harina. Harina que con agua, levadura y un horno, da lugar a pan. Lo que San Cirilo nos cuenta es que la salvación pasa por la conversión y que una vez transformados, nuestra vida cobrará sentido.

 

En el Evangelio de este Domingo, Cristo nos dice “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.”(Jn 12, 23-26)

 

Quien tiene apego a su vida la perderá. ¿Cómo la perderá? Hay muchas formas de entender las palabras de Cristo. La más evidente nos lleva a un contrasentido. Quien cuida de su vida es precisamente quien no la pierde. No es ese el sentido que nos da Cristo. Quien está más preocupado por el grano de trigo que por su sentido, lo conservará encerrado en una urna de cristal. Con esta actitud el grano deja de tener sentido al no poder dar nunca fruto. El grano se pudrirá sin cumplir el sentido de si mismo: caer en tierra, germinar y volver a dar vida a otros cientos de granos de trigo. El grano de trigo que se reserva para si mismo, muere en el mismo momento que se separa de su sentido.

 

… y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. ¿Qué vida eterna? ¿La vida eterna material o la espiritual? Podemos entender las palabras de Cristo de ambas formas, pero el sentido espiritual de la vida eterna es el que coincide realmente con el conjunto del texto. El grano de trigo que se deja morir para dar fruto, da vida a los demás.

 

El Señor nos salva mostrando que nuestra vida tiene sentido y mostrándonos el camino para hacerla plena: Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El problema de la conversión es la responsabilidad que conlleva. Que se lo digan al joven rico que prefirió conservarse a si mismo en la urna de la riqueza. La Cuaresma es tiempo propicio para dejar que el grano caiga en tierra... aprovechemos.

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