Domingo, 22 de diciembre de 2024

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¿Hasta que punto es lícita la huelga?

por Un obispo opina

No sé por qué escribo sobre las huelgas ya que no soy técnico en estos temas sociales, intento sencillamente aportar una reflexión, no técnica sino humana, y no como obispo sino como un ciudadano normal, sobre las huelgas; tenemos en puertas una huelga general para el día 29 de este mismo mes.

Si ser especialista en derecho me voy a referir a dos clases de huelgas que me llaman la atención, las que con frecuencia hacen los pilotos, y la general que van a hacer los sindicatos. Pienso ser muy breve.

PRIMER PUNTO: Las de los pilotos

En cuanto a las huelgas que hacen los pilotos, no entiendo que unos señores que tienen un sueldo muy superior a los catedráticos de universidad, están pidiendo constantemente que les suban el sueldo, y porque no se lo suben, hacen huelga. Ello, a pesar de que sus estudios y su dedicación a los mismos no son comparables a los de un catedrático de universidad.

Es cierto que es un trabajo que tiene sus riesgos porque están en juego no sólo sus vidas sino las vidas de los pasajeros, pero ese riesgo y peligro no es comparable al de un soldado, sobre todo, en casos de guerra o en misiones muy arriesgadas. Y su sueldo, si no estoy mal informado, es superior no sólo al de un soldado, sino al de un capitán general.

Y se busca por parte del gobierno un acuerdo para los servicios mínimos con un tira y afloja. Creo que el Estado debe exigirles el cumplimiento de la ley, y si la ley no sirve, cambiarla, pero exigir su cumplimiento. El Estado no puede permitir que un servicio público tan importante sea interrumpido porque a algunos señores con grandes sueldos, se les ocurra pedir cobrar más, y si la compañía no accede, son capaces de convertir los aeropuertos en grandes salas de espera, con niños y ancianos tirados por el suelo, a veces durante varios días, y con todos los inconvenientes que los retrasos llevan consigo.

Es un hecho que todos tenemos una tendencia a ganar lo más posible (y algunos, trabajando lo menos posible); hay que reconocer que normalmente los trabajadores son los más débiles y que a veces tienen toda la razón cuando acuden a la huelga. Pero eso no equivale a decir que los trabajadores sean los buenos y los empresarios sean los malos. Buenos y malos los hay en todos los estamentos. Es necesaria muy buena voluntad para llegar a acuerdos justos.

Veo que es un problema difícil. Por una parte los empresarios pueden ver injusta la huelga porque la situación de la empresa tiene muchos problemas, y por otra, los trabajadores pueden ver que, sin la huelga no obtendrán las justas reivindicaciones para poder mantener dignamente a su familia.

SEGUNDO PUNTO: La huelga de los sindicatos

En cuanto a las huelgas generales promovidas por los sindicatos, pienso también que hay que conjugar el derecho de hacer huelga con el derecho de no participar en ella. Hay que conjugarlos ambos.

No veo correcto que por medio de piquetes o de cualquier otra manera, se obligue a parar en las fábricas, que se corten las vías de comunicación, que se impida acceder a los puestos de trabajo bajo amenazas, que se obligue a paralizar por la fuerza los transportes públicos y cosas por el estilo. Y si los huelguistas piden respeto a sus demandas, no tienen por qué impedir el derecho al trabajo, que tienen todos los demás.

Y lo que no me explico de ninguna manera, es que un grupo de sindicalistas puedan paralizar toda la nación porque les da por ahí; y tampoco me explico que la autoridad del Estado no actúe. A mi modo de ver, unos sindicatos no son quiénes para actuar así. Bien que no trabajen los que no quieran, pero ¿paralizar a toda la nación? ¿con qué derecho? Y que las autoridades permitan eso, la verdad, no me lo explico. El poder forzar por las buenas a todo el mundo a unirse a la huelga ¿es legal? Y si no lo es ¿por qué no hacerles cumplir la ley?

Además, los sindicatos reciben remuneraciones cuantiosas del Estado. Y yo me pregunto ¿por qué esas ayudas? Que se afilien a los sindicatos quienes quieran y que se paguen sus gastos. Y me pregunto además ¿por qué si los sindicatos están para ayudar a los trabajadores, y en la actualidad hay muchos en paro, cómo les están ayudando a comer? Si los sindicatos y algunos partidos de izquierda no quieren que se ayude a la Iglesia, ¿por qué no hacen algo así como lo que está haciendo Cáritas, entidad eclesial, sin hablar tanto y poniendo comedores para quienes están sin trabajo. Supongo que algo de esto estarán haciendo también los sindicatos.

Por último, no sé si sería posible que, al autorizar el Estado una huelga, exigiese a los dirigentes de las entidades que la convocan, que se comprometiesen con las debidas garantías, a sufragar los destrozos que puedan hacerse durante la misma, que a veces son muchos.

José Gea
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