Todo el mundo habla de los Estados Unidos como del país pionero por lo que a la legalización del aborto se refiere –curiosamente, también podría llegar a ser el pionero de su re-deslegalización- y una cosa que muy pocos saben es que en Estados Unidos una cosa es la legalización de las prácticas abortivas, y otra muy diferente su financiación. Es decir que en los Estados Unidos uno puede llevar a cabo un aborto, pero todo aquel que lo haga se lo tiene que pagar.
Tan es así que el intento de Obama de que el aborto pase a formar parte de las prestaciones de la seguridad social es precisamente, uno de los grandes caballos de batalla con los que se enfrenta su reforma de la seguridad social conocida como Obamacare, y que le ha valido, como bien saben tanto los lectores de esta columna como los de Religión en Libertad en general, graves quebraderos de cabeza por la resistencia que está encontrando en significativos sectores de la sociedad norteamericana, notablemente la Iglesia Católica, pero no sólo la Iglesia Católica.
En Europa el sistema es bien diferente, porque el aborto no sólo es que se haya despenalizado, no sólo es que se haya convertido en muchos países, como actualmente en España aunque por poco tiempo según parece, en un derecho de la mujer…
Es que además, lo pagamos entre todos. Es decir, Vd. amigo lector, yo, todos aquéllos que declaramos nuestra absoluta aversión hacia las prácticas abortivas, no sólo es que tengamos que convivir en una sociedad donde nuestros vecinos están practicando abortos (y no pocos, más de cien mil al año)… ¡¡¡sino que los estamos pagando de nuestros bolsillos!!! A mi hija le tengo que pagar yo su salud dental y las caries que tenga en los dientes, con las enojosas consecuencias que en la salud general representa a menudo la mala salud dental, pero a la hija de mi vecino, en cambio, le estamos pagando entre todos los abortos que se realiza, no precisamente beneficiosos para su salud (¡por no hablar de la del feto!). Un poco raro ¿no?
Pues bien, yo reclamo, yo exijo, que se hagan oficialmente públicas las cifras de lo que, en estos tiempos de crisis y recortes, le cuesta a las arcas públicas españolas la eliminación sistemática de niños en el seno de sus madres, y entretanto llegan los tiempos en los que abortar en España y en el mundo sea física y metafísicamente imposible, yo reclamo, yo exijo, un referéndum para ver si los españoles queremos continuar financiando esa sangría física y financiera, o más bien preferimos que el que quiera abortar se lo costee él mismo.
Y si no, que nos pongan una casilla en la declaración de IRPF en la que nos permitan declarar si queremos que nuestros impuestos se destinen a pagar abortos o por el contrario, preferimos dedicarlos a la extensión de algunas prestaciones sanitarias como, pongo por caso, la salud dental de los más jóvenes por ejemplo.
©L.A.
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