Del verdadero objetivo de la Reforma Laboral
por Luis Antequera
Muchos son los que dicen que la reforma laboral no va a crear puestos de trabajo y que más bien los va a destruir. En mi muy franca opinión, a corto plazo está llamada a destruirlos, y a medio y largo plazo, si viene acompañada de otras reformas no menos importantes y sólo si viene acompañada de ellas, los creará.
Me parece lo más lógico que a corto los destruya. Es lo cierto que en muchas empresas que necesitan acomodar sus plantillas, hayan preferido esperar al abaratamiento del despido para prescindir de los trabajadores que les sobran, prefiriendo prolongar algo sus contratos mientras obtenían de ellos algunos servicios postreros para prescindir ahora de ellos a la mitad de precio o incluso menos.
A medio y largo plazo, sin embargo, la situación está llamada a ser diferente, pero eso sí, si se dan dos condiciones: que la reforma laboral, por un lado, sea eficaz, y que venga, por otro, acompañada de otras reformas.
La del empresario es la figura más importante del entramado económico de cualquier país, y en este país de nuestros desvelos, llevamos casi cuarenta años desprestigiándolos, difamándoles, dificultando su labor, poniéndoles en las ruedas todos los palos que se nos han ocurrido.
La pura realidad es que una empresa grande o pequeña es más de los trabajadores, de los liberados, de los sindicatos, del estado, de los bancos, que del empresario. Conozco multitud de pequeñas empresas donde el empresario gana menos que muchos de sus empleados, por supuesto mucho menos que el estado, mucho menos que los bancos, con el añadido de que cuando la empresa va mal, el que arriesga sus bienes, el que se queda sin patrimonio, el que no puede dormir por las noches no es en modo alguno el trabajador que con un poco de suerte pasa a ganar el paro y unos meses después esta recolocado, sino el empresario, que después de cerrar la empresa, ve encima su patrimonio embargado, pasa un día de cada dos en juicios mercantiles, laborales, administrativos, es objeto de múltiples inspecciones fiscales, laborales, sanitarias, queda anulado como persona…
Es perentorio, no puede demorar un minuto más, devolver a la figura más importante del entramado económico, el empresario, su prestigio, la capacidad de hacer realidad sus ideas y sus iniciativas, la ilusión de sentir suya su empresa… Porque empresarios son empresas, empresas es mano de obra, y mano de obra es bienestar.
Todo lo cual sólo será posible con una reforma laboral como la presente, que devuelva la empresa a su verdadero dueño, el empresario, pero siempre que a la misma acompañe una larga serie de reformas sin las cuales sólo será un instrumento para el despido fácil. Esos instrumentos son abaratarle los impuestos, sobre todo en función de los beneficios, premiando fiscalmente los beneficios que declare de más y los que reinvierta, y de los puestos de trabajo que cree; facilitarles y reducirles la maraña insuperable que representa en España hoy día la burocracia, hasta diecisiete oficinas según el caso; fomentar el pago de los salarios en función de productividad; contribuir a su formación; facilitarles el acceso al crédito; liberalizar la actividad (horarios comerciales, horarios de trabajo); suprimir trabas y legislación absurda (¿sabían Vds. que España es uno de los países con más leyes del mundo?)... ¡Y ojo, eso sí, subvenciones pocas! Ningún empresario a quien su idea sea productiva tiene porqué financiar la de aquéllos cuyas ideas son malas. Antes al contrario, estos últimos tienen que salir pronto del sistema para facilitar la entrada a más empresarios con buenas ideas.
Y por encima de todo, la recuperación del prestigio de su figura, con una reforma educativa prioritaria (no sé que espera el ministro Wert a derogar la ley de educación vigente) donde por un lado, no se enseñe a los estudiantes que los empresarios son meros explotadores, enemigos del pueblo; y por otro, se les anime a acometer empresas y a vivir de sus propias ideas e iniciativas, no de las de los demás, lo que empieza por recuperar ese valor absolutamente olvidado en el sistema educativo español que es la competitividad, en detrimento de los valores hoy día cultivados, mediocridad y buen rollito.
No me resisto a contarles lo que una vez hace ya tiempo leí en un periódico donde se entrevistaba a un importante profesor español cuyo nombre no recuerdo, el cual tenía la fortuna de impartir clases en una escuela de negocios española, concretamente en Barcelona, y en otra norteamericana. Le preguntaba el entrevistador qué era diferente en una y en otra. Y el hombre respondió: en la escuela norteamericana enseño a los alumnos a salir de ella, a crear una empresa, a vender, a exportar y a comerse el mundo. En la escuela española les enseño a hacer un curriculum y a presentarlo en la Caixa.
©L.A.
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