Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Sobre el bautismo de los niños

por José Gea Escolano

CUESTIONES PASTORALES (1)

Empiezo con este artículo una serie de consideraciones sobre algunas cuestiones que se plantea la gente con motivo de los sacramentos.

Responderé con brevedad a determinadas preguntas que se hacen con frecuencia con motivo de la celebración de algunos sacramentos. Claro está que este tipo de artículos no admiten explicaciones largas, pero sí lo suficientemente claras y razonadas para una mejor comprensión de los sacramentos y de su celebración. Y empezamos con el sacramento del bautismo.

En una sociedad que se considera cristiana, pero en la que no todos sus miembros tienen las más elementales convicciones de fe para comprender las razones de las decisiones pastorales.

Esto se nota especialmente a la hora de administrar los sacramentos. Hay una mezcla de costumbres, de tradiciones y de fe, que no siempre tienen la debida unidad; en muchos casos no se pueden deslindar con facilidad los límites de cada campo. En esto, como en todo lo referente a la pastoral, no hay recetas.

¿Bautismo de niños o esperar que sean adultos?

Es tradición inmemorial en la Iglesia el bautismo de los niños. Algunos dicen que sería mejor esperar a que el niño crezca y que sea él quien decida si bautizarse o no. Pero el bautismo es una gracia, no un derecho o una opción personal. El bautismo no es algo a lo que uno tiene derecho y que en cualquier momento puede aceptar o rechazar. Siendo, como es, un granr regalo que Dios nos quiere hacer, es lógico que los padres cristianos lo pidan cuanto antes para sus hijos, ya que el bautismo es lo que da sentido a nuestras vidas como hijos de Dios.

Todo lo que somos y tenemos es gracia, regalo de Dios. Nos encontramos con nuestra vida, con nuestra salud y con nuestras cualidades, sin más; Dios nos ha creado como somos y con lo que tenemos. Uno no decide ser creado o no, ni ser creado hombre o mujer, ni serlo con unas cualidades u otras, ni pertenecer a una familia o a otra. Uno se encuentra en la vida tal como es y con las cualidades que tiene.

Todo es gracia, tanto el hecho de de haber sido creados como el hecho de ser cristianos; siempre es Dios quien toma la iniciativa, mientras que lo nuestro es siempre la respuesta; y a veces damos la sensación de intentar ser protagonistas de nuestra salvación, haciéndola consistir en méritos o en decisiones personales, y pretendiendo ser nosotros quienes tomemos la iniciativa. No debemos olvidar que en este campo de la gracia, toda iniciativa parte de Dios; nuestras posibilidades en el orden sobrenatural son tan pequeñas, que le pedimos a Dios hasta poder entregarnos a El y servirle; una de las oraciones de la Iglesia es: “Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón” (Oración del Domingo 29). Y en la oración del Angelus, decimos: “por su pasión y su cruz, seamos llevados a la gloria de la resurrección". No decimos “vayamos", sino “seamos llevados”.

El niño recién bautizado se encuentra, ya de pequeño, también con la vida nueva de la gracia. Dios le ha dado gratuitamente en el bautismo la gracia de la filiación divina para que la desarrolle a fin de poder realizarse como hijo de Dios, que es a lo que hemos sido destinados todos los hombres; igual que, independientemente de nuestra voluntad, nos ha dado unos padres, y se nos da El como Padre en el bautismo. El día de mañana, cuando uno sea capaz de optar por sí mismo, podrá aceptar o rechazar el proyecto de Dios sobre él; allá él con su responsabilidad; pero no es el hombre quien se asigna a sí mismo su razón de ser.

Por muy adulto que sea, nunca podrá marcarse un destino distinto del que Dios le ha dado por creación. Dios ha creado al hombre a su imagen, le da la filiación divina en el bautismo y le abre el camino para que pueda realizarse como hijo; todo esto no entra en el campo de la competencia del hombre, sino que es gracia y regalo de Dios.

Por poner un ejemplo, podríamos decir que la gracia del bautismo viene a ser como depositar en un banco una incalculable suma de dinero a nombre de un recién nacido. Cuando el niño sea mayor podrá rechazar o aceptar ese dinero, pero el que alguien lo deposite a su nombre, no depende de la voluntad del niño. Después él hará con el dinero lo que quiera, desde ignorarlo y rechazarlo, hasta aceptarlo y administrarlo.

El hecho de que la regeneración del hombre por la gracia no dependa de él, no significa que haya que bautizar de manera indiscriminada; en el proyecto de Dios no está sólo dar la vida, sino también que esta vida se desarrolle y se viva en plenitud; para ello se requiere que el niño que es bautizado en la fe de la Iglesia, tenga las ayudas necesarias para desarrollar la vida bautismal. ¿Quién responde de que el recién bautizado desarrollará debidamente la vida recibida? No los niños, pero sí los padres, que también necesitan ayuda de la comunidad cristiana para vivir su responsabilidad en la educación de la fe de sus hijos.

La Iglesia confía en los padres para que la semilla de la fe, sembrada en el bautismo, vaya creciendo en el niño, ayudado por el ejemplo y la educación que reciba tanto de los padres como de la comunidad cristiana.

Para mayor garantía de esta formación posterior, pide la Iglesia que se le dé un padrino al niño para que ayude a los padres o les supla caso de fallecimiento o imposibilidad para formar en la fe al niño.

José Gea
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