Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - V

por Alfonso G. Nuño

 

 

 

S. Benito sabe que el gran combate tiene lugar en el interior. Al inexperto en la vida espiritual le parece que la lucha está planteada por los objetos exteriores que lo tientan, pero no es así; tan ciego está que no se da cuenta de que, si son para él un problema, es porque interiormente las pasiones lo zarandean sin que se percate de ello.

 

Cuando empiezan a ser ego-distónicas, cuando empieza a tomar distancia de ellas y dejan de ser ego-sintónicas, entonces se puede iniciar una nueva etapa en el camino ascético. Es el momento para que el maestro espiritual le empiece a instruir en el combate directo con los logismoi. Se trata de un entrenamiento y, por ello, ante todo ha de ser práctico, pues el objetivo es aprender un arte, el de guerrear interiormente. Quien esté en esa situación y tenga quien le enseñe agradézcaselo intensamente  a Dios. Ni lo uno ni lo otro son frecuentes, menos que se encuentren.

 

Y esto, a diferencia de la instrucción que recibe cualquier soldado, no tiene lugar en la paz, sino que se aprende en medio de la guerra, en el frente de batalla. Aquí no hay retaguardia, el enemigo ataca de día y de noche, a tiempo y a destiempo, con frío o con calor,... Que nadie espere una tregua. Sólo hay paz en la hendidura de la roca, en el alcázar del Corazón de Cristo. Pero, aunque en el centro del tornado todo es quietud, no hay que olvidar que todo a su alrededor se agita.

 

Un logismós es un pensamiento, una imagen sonora, visual, olorosa,... o combinación de varias, que tiene lugar cuando la diánoia, lo discursivo del intelecto, ocupa el primer plano de la atención interior. Es ahí, en lo discursivo, no en el nous, no en lo intuitivo, donde se hacen presentes los logismoi. En el lugar de la dualidad, de la complejidad, de los pros y contras, de la dialéctica, de la fragmentación. Estos pensamientos tienen una componente afectiva que es la que arrastra nuestra atención y a nosotros tras ella, es gracias a lo pasional que nos pueden mover y nos agitan; o mejor dicho que nos incitan a movernos. Aunque por la inercia de tanto tiempo, todo tenga lugar con un gran automatismo.

 

Todo el aprendizaje girará en torno a la soledad, el silencio y la quietud: «Fuge, tace, quiesce». Al final, después de sufridos combates, tras una larga ascesis, cuando aún no hayan tenido tiempo de crecer, nada más nacer, podrá llevar los logismoi a la nada y estrellarlos contra la roca, que es Cristo. Y con ellos al maligno.

El gato acecha al ratón. La atención del hesycasta está puesta en el ratón de su espíritu. No te rías de esta comparación. Si lo haces es señal de que todavía no has entendido lo que es la paz interior (S. Juan Clímaco).


[La foto es gentileza de una lectora desde Alemania]

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