Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Víctor Benito Zalduondo (3)

por Victor in vínculis

Una calle en Talavera de la Reina

La calle Víctor Benito Zalduondo en la ciudad de la Cerámica, dedicada a nuestro protagonista, está precisamente en el acceso a la puerta principal de la parroquia de Nuestra Señora de El Pilar.

La secularización del cementerio

Los meses de enero y febrero  de 1932 estuvieron marcados por el deseo de secularizar el cementerio de Talavera. Por un decreto de la constitución de la Segunda República, de 30 de enero de 1932, se secularizaron los cementerios (la mayoría de ellos estaban administrados por iglesias parroquiales o por cofradías), que pasaron a ser propiedad de los ayuntamientos que fueron los que a partir de entonces asumieron su gestión. Asimismo, los entierros católicos fueron considerados manifestaciones públicas del culto, por lo que de acuerdo con el artículo 27 de la Constitución, tenían que ser autorizados por los alcaldes, quienes podían establecer las normas por las que deberían regirse e incluso gravarlos con impuestos.

La secularización de los cementerios en algunos lugares dio lugar a ceremonias públicas presididas por los alcaldes acompañados por la banda municipal tocando La Marsellesa

En Talavera leemos que un concejal “pide al Concejo se haga la solemne fiesta de la secularización del cementerio. Alguien le dice que no es necesaria, puesto que en el nuestro no hay separación entre el cementerio católico y el civil” …pero se insiste en que ​“no debe privarse al pueblo de este festejo que no cuesta y le entretiene, mientras se hace algo más de provecho. No hay tapia que derribar, pero hay una cruz en su fachada y otras de hierro en sus paredes laterales que es preciso quitar… y que también hay que secularizar la capilla” (7 de enero de 1932).

Lucharon García-Verdugo y Benito Zalduondo a brazo partido contra esto, como contra tantas cosas que propondrían, para toda la nación, los diferentes gobiernos de la Segunda República… especialmente en estos primeros momentos.

Más sobre su vida política en el Ayuntamiento de Talavera

Con motivo de “un brillantísimo acto femenino de Acción Popular”, recogido en las noticias del 15 de diciembre de 1932, leemos que “presidió el acto el señor Benito Zalduondo con algunos elementos del comité local y directiva de la sección femenina. El señor Benito, con gracejo e ingenio, explicó la significación del acto, comparando su azoramiento al verse obligado a hablar sin saber que había de hacerlo, al momento en que, por primera vez huno de hablar con su suegra para pedirla a su hija, siendo continuamente interrumpido por las risas y aplausos del auditorio… […]. Para cerrar el acto el señor Benito Zalduondo hizo hablar a su compañero de Ayuntamiento, señor García-Verdugo, quién subrayó atinadas frases acercas del significado de Acción Popular… que es una agrupación de ideales, dispuesta al sacrificio y a la armonía… ellos con la moral cristiana tratan de posponer toda ambición de clase al logro de unos ideales que exigen la propia renunciación”.

Por no alargarnos más en el tema político, entre las noticias que aparecen en El Castellano sobre su actuación en el Ayuntamiento, la primera nada más tomar posesión de su cargo como concejal: “la derecha monárquica manifiesta que, sin renunciar a sus ideales, acatan el poder constituido y se ofrecen para laborar con toda lealtad por el bien de Talavera” (23 de abril de 1931). A los meses de proclamada la República, es para apoyar a García-Verdugo que hace constar que no debe romperse la tradición talaverana de subvencionar las funciones con motivo de la Virgen del Prado como tradicionalmente se hacía (24 de julio de 1931). En ruegos y preguntas “el señor Benito Zalduondo interesó en la reparación de la calle de Luis Jiménez y que se estudie la manera de aliviar de su trabajo a un enterrador del cementerio que por su avanzada edad no puede prestar íntegramente sus trabajos (7 de diciembre de 1933). Que se siga regando la Plazuela del Pan y el Puente Nuevo, y que se solicite de Obras públicas la colocación de pavimiento asfáltico en dicho puente y el arreglo de la mencionada plazuela; y por fin, que se provea de licencias y guías de armas a los agentes de la autoridad (3 de agosto de 1934). En una primera intervención habla de la reconstrucción del Puente de la Villa… se acuerda que vaya a Madrid una comisión para hacer las oportunas gestiones. “En ruegos y preguntas el señor B. Zalduondo se interesó por la pronta confección de capotes para los serenos” (15 de noviembre de 1934). Pide que “se tomen medidas para evitar que el suministro de energía eléctrica por las Compañías que abastecen esta ciudad se hiciera en debidas condiciones, pues tenía noticias de que se fundían muchas bombillas e incluso lámparas de radio, por las diferencias de tensión en la energía, contestándole el señor alcalde que precisamente se van a instalar dos voltímetros según previene el nuevo contrato, pero que a pesar de ello atendería el ruego del señor B. Zalduondo (25 de abril de 1935). En otra intervención “el señor Benito Zalduondo hizo constar su disgusto porque las facturas de alumbrado público se formulan con arreglo a los mismos precios antiguos, contestando el alcalde que esto nada tiene que ver con el contrato, puesto que aún no se ha hecho una liquidación con las empresas. El mismo concejal preguntó por el estado de la cuestión relacionada con el ensanche de la Alameda, y pidió que se equipe de calzado a los serenos municipales si hay disponibilidad para ello, cosa de la que el alcalde prometió enterarse. Y, por último, el propio señor Benito Zalduondo formuló una queja relacionada con la provisión de la plaza de aparejador, originándose un diálogo movido con la presidencia (31 de mayo de 1935). “El señor Benito Zalduondo, después de exponer lo que ocurría con los trigos y las harinas, terminó rogando a la presidencia, vea el modo de conseguir que mientras la tasa para la compraventa del trigo no se cumpla, se baje el precio del pan, ya que viene a resultar, que los panaderos se están lucrando vendiendo el pan a precio derivado de la tasa del trigo, cuando todos sabemos que el trigo se vende a mucho menor precio que la dicha tasa, y las fábricas de harinas por la competencia entre ellas, dan también la harina a precio inferior al que corresponde. El señor alcalde, contestó al señor Benito que, no siendo atribución suya, sino de las Juntas provinciales, llevaría al señor gobernador los informes dados por el señor B. Zalduondo” (23 de agosto de 1935).

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