Silencio y Palabra: Camino de Evangelización
Silencio y Palabra: Camino de Evangelización
¿Silencio? ¿Qué tiene que ver el silencio con la evangelización? ¿Qué tipo de silencio es al que se refiere el Papa?
Antes de compartir mis reflexiones, leamos la primera parte del mensaje:
Queridos hermanos y hermanas
Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.
El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos. (Benedicto XVI, Mensaje para la 46ª Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales)
Quizás sea interesante reflexionar sobre el silencio y su capacidad de comunicación. Por ejemplo, Dios nos habla sin palabras por medio de todo lo que nos rodea. Nos habla en silencio. El silencio puede ser un espacio vacío o un lugar lleno de significados. El silencio puede ser frío y distante o permitir que escuchamos a que quien tenemos delante. Silencio que nos une o nos separa. El silencio del vacío y la nada. Silencio que no tiene sentido alguno y que se justifica a si mismo. A este silencio no se refiere el Santo Padre.
Su Santidad nos habla de un mundo lleno es ruido, estímulos o presiones en donde parece que todos hablamos al mismo tiempo sin oírnos. Un mundo en que el ruido nos silencia y nos separa. En ese mundo saturado de información, contenidos, discursos, la comunicación se abre paso únicamente si existe silencio.
Este silencio es un tesoro que nos permite reflexionar y discernir entre el aparente caos que nos rodea. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial, nos dice el Santo Padre.
Pero ¿Qué tipo de entorno necesitamos para que todo esto se haga realidad? Benedicto XVI nos da una pista: una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos. Un ecosistema, es decir, un lugar donde hay vida y diversidad que además está en continua interdependencia e interrelación. Pero en este sistema debe haber equilibrio, proporción y orden.
Hablar de ecosistema es una lúcida imagen que describe el entorno ideal para difundir el Mensaje cristiano en el mundo actual. Mediante las nuevas tecnologías de la comunicación debemos crear este ecosistema vivo, dinámico y lleno de sentido. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Nos dice el Santo Padre.
¿Qué es la comunicación sino cercanía? Cercanía en el que uno da y otro recibe. Quien recibe, lo hace en silencio. El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.
Hace años me comentó un sacerdote que le sorprendió que una alumna no se hubiera apuntado para unos ejercicios espirituales. Le preguntó la razón. A lo mejor podía ir a otra tanda de ejercicios. Pero no. El problema era más grave. La chica le confesó que le asustaba el silencio.
¿Por qué le tendría que asustar? Porque en el silencio tenemos consciencia de nosotros mismos y conocernos nos asusta cada vez más. Mejor vivir en el silencio frío provocado por el ruido que nos rodea, que vivir en un silencia que nos cuestiona y nos quema. En el silencio se oye a quien tenemos delante y eso también puede darnos miedo. ¿Qué decir para romper el silencio? A lo mejor nos sentimos vacíos por dentro y el ruido nos permite no enfrentarnos a nuestro vacío.
Este mensaje del Santo Padre da para reflexionar mucho. Estimado lector, no dude en buscar el silencio necesario para adentrarse en el mensaje.