La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - II
por Alfonso G. Nuño
¿Y cómo correr por ese camino? No es cuestión de especular, de inventar, de forjar desde nuestro parecer, de andar tanteando a ver si damos con la clave, aunque la inteligencia y la experiencia de cada maestro espiritual vayan enriqueciendo cumulativamente, generación tras generación, la enseñanza ascética. Es la carrera de un discípulo y un discípulo pregunta. Pero no de cualquier manera. No se trata tampoco de tomar las palabras de alguien desgajándolas de éste ni de preguntar a cualquiera. S. Benito nos dice: «Con el profeta, preguntémosle al Señor».
El único maestro es Él, por eso es de Él de quien podemos esperar la enseñanza, por más que se sirva de hombres para guiarnos, pero somos discípulos con otros discípulos. Lo somos en la tradición y preguntamos con el profeta, con el autor sagrado, y, al hacerlo, lo hacemos con los demás discípulos y también con el maestro inmediato, pues no deja de ser él también un discípulo. Y, en el diálogo con el Señor, al preguntar con el salmista, lo hacemos ciertamente con palabras humanas, pero con las que Dios nos ha dado. Desde Él y en Él, le preguntamos con las palabras que nos ha dado, que nos da. S. Benito, desde le principio, nos arraiga en la misma escuela que María y con Marta nos damos cuenta que lo único importante es Él y, por ello, ser discípulos a los pies del Señor.
El Salmo 15(14) –muy cercano a Sal 24; Is 33,1416; Miq 6,6-8–, con el que el maestro-padre va a tejer las siguientes líneas, con el que quiere que oremos en este momento, refleja probablemente una liturgia de entrada en el templo en la que se haría un escrutinio, a quien solicitaba pasar adentro, sobre el cumplimiento de la torá; la obediencia a las cláusulas de la Alianza sería una condición imprescindible para penetrar en el santuario y participar del culto.
En la Nueva Alianza, ciertamente para entrar en el templo celeste tras esta vida. Pero quien quiere comenzar esta carrera, sin perder la tensión escatológica, pues sin ese fin último nada tendría sentido, tiene que penetrar en el templo que es él mismo para poder llegar a la morada central de sí donde se encuentra el Señor.
S. Benito nos va a dar una respuesta escalonada en tres pasos. No porque haya que dejar un escalón tras de sí, no porque el último no tenga su importancia al principio. Los tres estarán presentes en cada estadio, pero en cada uno lo estará con distinta intensidad.
[Foto gentileza de una contertulia del blog]