Comenzar el año nuevo con sentido cristiano
Un hombre, que amó mucho la montaña, Aconsejaba con estas bellas palabras: “Ten la mirada fija en la vía de la cumbre, pero no olvides de mirar a tus pies. El último paso depende del primero. No creas haber llegado porque veas la cima. Presta atención a tus pies, asegura tu próximo paso, pero que ello no te distraiga del ideal más alto. El primer paso depende del último”.
El amanecer de un día primero de año es el comienzo de de otra etapa en nuestra vida. Y este nuevo año, ¿cómo será?
No debe ser una repetición rutinaria del anterior, porque eso nos quita alegría y porque somos capaces de hacer mejorar cuanto este año hemos realizado. Y justamente esto es lo que Dios espera de cada uno.
El primer paso depende del último. Ciertamente en la montaña – y más cuanto más esforzada sea la ascensión- nadie da el primer paso sin estar convencido de que el último, el que permitirá ”hacer cima”, valdrá la pena. No se emprende una marcha, y menos una escalada, sin una ilusión suficiente de alcanzar la cumbre.
Otro tanto sucede en nuestra vida. Sin una concreta intención de un fin, no hay acciones humanas. El primer paso depende del último.
Ninguna acción se realiza sin una motivación suficiente. (Alerta a las motivaciones, porque ellas son las que ennoblecen o encanallan una acción, o la hacen aburrida).
Tener la mirada fija en la vía de la cumbre. He ahí una actitud necesaria para saber a dónde se camina, pero también para saber por dónde se ha de caminar.
Empezamos a caminar otro año. Hay muchas vías delante de nosotros. Sería perder el tiempo –la vida- escoger una que no nos encamine a la cima. Claramente ella no es otra que el seguir acercándonos a lo que la voluntad de Dios quiere de cada uno: el crecimiento hacia la semejanza con Jesucristo. Ello nos permitirá un día “hacer cima”, contemplar un horizonte infinito: ver el rostro de Dios. Eso que es la añoranza de todo hombre, tenga o no conciencia de ella. El primer paso depende del último, que es la visión de Dios.
Sin una mirada clara de hacia qué cima se dirige nuestra vida, ella puede ser este un año un caminar titubeante o desilusionado.
Hay que mirar, a la vez, a nuestros pies, pues el último paso depende de todos los anteriores. Mirar nuestros pies es vigilar cada paso, cada acción de cada día, para que nos siga encaminando a la cima. Esto supone que nuestras obras estén humanamente bien hechas e iluminadas por el amos.
Y que el cuidado de cada paso no nos distraiga del ideal más alto, de adónde esperamos llegar.
Cualquier montañero –y yo lo he sido toda mi vida- esté donde esté, sabe que viene de su hogar y vuelve a su hogar.
El hombre es un montañero que ha salido a una larga marcha al amanecer de su vida y que retornará al atardecer.
Ese montañero sabe que viene de Dios y que vuelve a Él. Ojalá, puesto que es poseedor de lo más elevado de esta tierra –su propia alma-, sepa conducirla este Año Nuevo como por las cimas, por lo más elevado de una conducta digna de un hijo de Dios.
El amanecer de un día primero de año es el comienzo de de otra etapa en nuestra vida. Y este nuevo año, ¿cómo será?
No debe ser una repetición rutinaria del anterior, porque eso nos quita alegría y porque somos capaces de hacer mejorar cuanto este año hemos realizado. Y justamente esto es lo que Dios espera de cada uno.
El primer paso depende del último. Ciertamente en la montaña – y más cuanto más esforzada sea la ascensión- nadie da el primer paso sin estar convencido de que el último, el que permitirá ”hacer cima”, valdrá la pena. No se emprende una marcha, y menos una escalada, sin una ilusión suficiente de alcanzar la cumbre.
Otro tanto sucede en nuestra vida. Sin una concreta intención de un fin, no hay acciones humanas. El primer paso depende del último.
Ninguna acción se realiza sin una motivación suficiente. (Alerta a las motivaciones, porque ellas son las que ennoblecen o encanallan una acción, o la hacen aburrida).
Tener la mirada fija en la vía de la cumbre. He ahí una actitud necesaria para saber a dónde se camina, pero también para saber por dónde se ha de caminar.
Empezamos a caminar otro año. Hay muchas vías delante de nosotros. Sería perder el tiempo –la vida- escoger una que no nos encamine a la cima. Claramente ella no es otra que el seguir acercándonos a lo que la voluntad de Dios quiere de cada uno: el crecimiento hacia la semejanza con Jesucristo. Ello nos permitirá un día “hacer cima”, contemplar un horizonte infinito: ver el rostro de Dios. Eso que es la añoranza de todo hombre, tenga o no conciencia de ella. El primer paso depende del último, que es la visión de Dios.
Sin una mirada clara de hacia qué cima se dirige nuestra vida, ella puede ser este un año un caminar titubeante o desilusionado.
Hay que mirar, a la vez, a nuestros pies, pues el último paso depende de todos los anteriores. Mirar nuestros pies es vigilar cada paso, cada acción de cada día, para que nos siga encaminando a la cima. Esto supone que nuestras obras estén humanamente bien hechas e iluminadas por el amos.
Y que el cuidado de cada paso no nos distraiga del ideal más alto, de adónde esperamos llegar.
Cualquier montañero –y yo lo he sido toda mi vida- esté donde esté, sabe que viene de su hogar y vuelve a su hogar.
El hombre es un montañero que ha salido a una larga marcha al amanecer de su vida y que retornará al atardecer.
Ese montañero sabe que viene de Dios y que vuelve a Él. Ojalá, puesto que es poseedor de lo más elevado de esta tierra –su propia alma-, sepa conducirla este Año Nuevo como por las cimas, por lo más elevado de una conducta digna de un hijo de Dios.
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