Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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¿Nació Jesús el mismo día que Adán?

por Luis Antequera

 
            Ya hemos hablado en otras ocasiones sobre lo incierto de la fecha del año en la que nació Jesús. Una fecha que, a partir de los datos que ofrece el Evangelio, y sobre todo (o únicamente) el de Lucas, pudo caer hacia la primavera, -sin que mucho más se pueda añadir-, pero nunca en invierno, una estación en la que los pastores que rindieron visita a Jesús cuando nació, nunca habrían dormido “al raso” (Lc. 2, 8) como nos informa el evangelista.
 
            La elección por los cristianos de un día para celebrar dicho nacimiento se ha venido asociando tradicionalmente a la cristianización de una fecha tan significada como el solsticio de invierno. Todo habría empezado con la proclamación del culto al sol durante el reinado del Emperador filósofo, Marco Aurelio, concretamente en 274. En dicha religiosidad, el 25 de diciembre era el día del Sol Invictus o del nacimiento del sol, es decir, el día en el que el sol es más pequeñito, no haciendo, de ahí en más, otra cosa que crecer. Nada más fácil para el cristianismo que realizar una nueva manifestación de ese recurso tan inteligentemente utilizado en la evangelización desde el principio de los tiempos llamado del sincretismo, o cristianización de objetos, lugares y fechas que eran sagrados ya en la religiosidad pagana previa.
 
            No es, sin embargo, la única coincidencia que se produce en fecha similar, y revisando en la religiosidad judía, a lo mejor hasta podemos encontrarnos con alguna nueva sorpresa. Y es que, como también hemos tenido ocasión de ver aquí, el año judío se referencia con la creación del hombre, evento central que marca el inicio de la era judía, como entre los cristianos lo hace el nacimiento de Cristo. Un año, éste de la creación del hombre, que se obtiene a partir de complicados cálculos con los datos que proporciona el Antiguo Testamento, realizados por el importantísimo rabino del s. II, Yossi ben Halafta, autor del Seder Olam Rabba (el Libro del orden del mundo). Pues bien, a partir de dichos datos, el momento inicial de la era hebraica se corresponde con el 7 de octubre del año 3761 de la era juliana, fecha que no es, de todos modos, el día exacto de la creación del hombre, la cual acontece el 25 del mes de elul.
 
            Pues bien, acontece que en el calendario hebreo elul es el duodécimo mes del año, con lo que tendríamos que Adán habría sido creado el día 25 del mes duodécimo, desde este punto de vista, el mismo día en que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús.
 
            A nadie debe ocultársele que la asociación no es perfecta, puesto que el año judío, aunque es solar como el cristiano, está estructurado de manera parecida pero no idéntica. Y es que además de intentar reproducir con el año el ciclo solar, el calendario judío intenta reproducir con el mes el ciclo lunar, razón por la cual, los meses judíos tienen 29 días unos y 30 días otros, en modo tal que siempre coinciden, hora más, hora menos, con la luna, cuyo ciclo dura, como se sabe, veintinueve días y medio aproximadamente. Algo que en el calendario cristiano también existe, pero de manera meramente testimonial, produciéndose un desfase con la luna que no permite aseverar que, a pesar de tener una duración parecida, el mes cristiano sea lunar.
 
            La compatibilización de un ciclo, el solar, y otro, el lunar, se realiza en el calendario judío más en detrimento del año solar que del mes lunar, sobre la base de añadir cada tres años más o menos un mes más al año. Mes que se da en llamar “preñado” o embolismal, y que en la lengua hebrea recibe el nombre de “shaná me´ubéret”, y gracias al cual, el año judío, sin dejar de ser lunar, se acomoda al solar con bastante precisión. Todo lo cual tiene una consecuencia por lo que a nuestro argumento se refiere, cual es la de que el 25 del mes duodécimo en el calendario judío, a diferencia de lo que ocurre en el cristiano, sólo rara vez se corresponde con el solsticio de invierno. Pero ahí queda, en cualquier caso, la nueva coincidencia, que en cualquiera caso, explica el símil paulino del “nuevo Adán” que es Jesús, cuando en la Primera Epístola a los Corintios asevera el apóstol de los gentiles que del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (1Co. 1, 22).
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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