Juventud y universidad: La paciente espera del Señor
Juventud y universidad: La paciente espera del Señor
En su homilía, Su Santidad, tras mencionar las palabras del Apóstol Santiago: “Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor”, les dijo:
San Santiago exhorta a imitar al agricultor que espera con constancia el fruto precioso de la tierra. Ustedes que viven en el corazón del ambiente cultural y social de nuestro tiempo, que experimentan las nuevas y cada vez más refinadas tecnologías, que son protagonistas de un dinamismo histórico que a veces parece fascinante, la invitación del apóstol puede parecer anacrónica, como una invitación a salir de la historia, a no desear ver los frutos de vuestro trabajo, de vuestra investigación. Pero ¿Será verdaderamente así? ¿Está fuera de tiempo la invitación a esperar a Dios?
El Santo Padre reseña un problema inherente a la cultura contemporánea, considerar que la vida se vive a toda velocidad. Las necesarias esperas son cada vez más, errores que hay que solventar. Parece que lo que no se consume de inmediato, pierde su sentido, llegando a considerar la propia vida como objeto de consumo. “A vivir, que son dos días” “Que me quiten lo bailao” “Cape diem”… están en boca de todos cuando les indicas que sin espacios de espera y paciencia, se pierde la consciencia del sentido de si mismo y todo lo que nos rodea. ¿Está fuera de tiempo la invitación a esperar a Dios? Parecería que Dios es un lastre y que la invitación de esperarle, una perdida de vida.
Benedicto XVI sigue preguntándose:
… y más aún, podríamos preguntarnos en forma más radical ¿Qué significa para mí la Navidad, es verdaderamente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad?, en nuestra época, son muchas las personas, sobretodo en las aulas universitarias que se preguntan si tenemos que esperar algo o alguien, si tenemos que esperar otro mesías, otro dios, o si vale la pena confiar en ese Niño que en la noche de Navidad encontraremos en el pesebre entre María y José.
Pregunta crucial ¿Qué significa para mí la Navidad, es verdaderamente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad? Más de uno se preguntará qué tiene que ver la Navidad con la sociedad y con uno mismo. Pero la Navidad es el nacimiento de la Esperanza de cada uno de nosotros y la Esperanza para que el Reino se instaure en la sociedad. Me temo que en las aulas universitarias este tipo de preguntas parecen carentes de todo sentido, ya que el sentido no existe. ¿Qué mesías se espera? En todo caso el líder social de turno y el disfrute desenfrenado de la propia vida. Dios no parece ser necesario dentro de la Universidad.
En efecto, la exhortación del Apóstol a la paciente constancia, que en nuestro tiempo nos podría dejar un poco perplejos, es en realidad el camino para acoger en profundidad la cuestión de Dios, el sentido que tiene en la vida y en la historia, ya que, dijo, justo en la paciencia, en la fidelidad y en la constancia de la búsqueda de Dios, de la apertura hacia Él, es que Él nos revela su Rostro. No tenemos necesidad de un dios genérico, indefinido, sino más bien del Dios vivo y verdadero, que abra el horizonte del futuro del hombre a una perspectiva de firme y segura esperanza, una esperanza rica de eternidad y que permita afrontar con valor el presente en todos sus aspectos.
EL Papa no habla del valor de presente, que no es el valor de lo inmediato que hacemos presente a fuerza de legar nuestra vida al devenir inmediato. Lo presente puede ser eterno y trascendente, pero debemos reconocerlo para no ser engañados por lo fuegos de artificio del marketing social. Es importante conocer dónde está Dios. El agnosticismo cristiano, está cada vez más presente entre nosotros. Consideramos a Dios como algo lejano y desafectado de nosotros. Pero eso no es así…
“Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y si hizo Carne, para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo, el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas, en Cristo. La paciencia es la virtud de aquellos que se confían a esta presencia en la historia, que no se dejan vencer de la tentación de reponer toda la esperanza en el inmediato, en perspectivas puramente horizontales, en proyectos técnicamente perfectos, pero lejanos de la realidad más profunda, aquella que dona la dignidad más alta al ser humano: la dimensión trascendente, el ser criatura a imagen y semejanza de Dios, el llevar en el corazón el deseo de elevarse hacia Él.
El inmediato se encarna en nuestra vida por medio de la tecnología, lo que demuestra la necesidad de entender la tecnología como herramienta y no como fin en si misma. Esto nos aleja del entendimiento de la cercanía de Dios, de su afecto y de la dimensión trascendente que está unida a todos nuestros actos.
Ese Niño es el signo de la paciencia de Dios, que es el primero en ser paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros, que es el verdadero “agricultor” de la historia que sabe esperar.
Nada más cierto y más esperanzador. El Niño que nace entre nosotros (sociedad) y en nuestro interior (corazón) es el paciente “agricultor” de la historia de cada cual y de la sociedad. Tras estas palabras, el Santo Padre se despidió de los universitarios:
Queridos amigos universitarios, les dijo, corramos con alegría hacia Belén, acojamos entre nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Recomencemos desde Él y con Él, afrontando todas las dificultades. A cada uno de ustedes, el Señor les pide que colaboren en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando en modo serio y apasionado la fe y la cultura.
El cristiano debe conjugar cultura y fe y hacerlo para la construcción del Reino de Dios. Debemos ser herramientas fieles y capaces en manos de Dios.