Decodificando Banneux
por César Uribarri
No habían pasado ni 15 días desde que pusieran fin las apariciones de la Virgen en Beauraing, al sur de Bélgica cuando el párroco de Banneux se encuentra ante la tesitura de una nueva aparición en su parroquia. A su cabeza vinieron los contagios místicos que se produjeron en Lourdes después de las apariciones y la falsedad de todos ellos. Para él todo comenzó aquella tarde del 17 de enero de 1933 cuando la pequeña Mariette se le acerca a narrarle desconcertada y admirada cuanto ha visto. “Tú habrás visto la estatua de Lourdes”, le espeta Dom Jamin”, el párroco. “No, padre, era una señora mucho más hermosa”. No es niña propensa a lo espiritual, menos aún a lo místico, y sobre todo no es propensa ni siquiera a dejarse ver el pelo en el catecismo, impulsada por un padre descreído y contrario a las cosas de la Iglesia. Y que Mariette, esa Beco de familia tan descreída como pobre le cuenta algo así, con esa naturalidad, le desconcierta. Algo de auténtico debe haber en la narración que la tarde siguiente a la primera aparición le ha hecho la pequeña de 11 años, esa sencillez narrativa, esa veracidad en los detalles, su misma sorpresa y alegría, su asombro en suma. Pero quiere una señal, un signo, y así lo reclama internamente, consciente como es de que los ojos de los medios, de las autoridades eclesiásticas, le examinarán con una exigencia mayor ante lo “extraño” de unas nuevas apariciones días después de que concluyan otras, tan cerca no sólo en el tiempo, sino en la distancia, pues que entre Beauraing y Banneux median pocos kilómetros. Se imagina ya puesto en entredicho por su obispo si no pone remedio a tales excesos, o burlado por la prensa. Y de fondo intuye la crítica, la ironía: el pueblo que no quiso ser menos que su vecino; el párroco que no supo poner remedio a las necedades de una niña analfabeta contagiada por el misticismo reinante de Beauraing.
Pero la señal le será dada a su vuelta de Lieja, el día siguiente, cuando se entera de que el incrédulo Julien Beco, padre de Mariette, ha acudido a la casa parroquial preguntando por él para recibir los sacramentos. No necesita más. Tal conversión y tan fulminante derriba sus incredulidades y miedos internos. Dom Jamin ya no tiene dudas, la Virgen verdaderamente se está apareciendo en Banneux.
Esa misma tarde Mariette, en lo que sería la segunda aparición, sale de su casa ante las indicaciones de la Señora, y cayendo tres veces de rodillas, la Virgen le indica que meta las manos en unas aguas vecinas a su parcela. Cuantos asisten al éxtasis de la pequeña le escucharán las siguientes palabras: “Esta corriente está reservada para mi”. No entienden el privilegio que se le ha otorgado a la niña. ¿Porqué serán para la pequeña Beco esas aguas? Pero ella, la pobre niña, sólo había repetido las palabras que escuchaba a la Señora de Luz.
Al día siguiente serán explicadas muchas cosas. Arrodillada en la nieve, mientras recita el rosario, la pequeña Beco verá nuevamente a la Señora. “Yo soy la Virgen de los pobres” le dirá nuestra Señora a Mariette. Y añadirá: “Y esta fuente ha sido dada a todas las naciones para alivio de los enfermos”. El 11 de febrero siguiente, festividad de nuestra Señora de Lourdes, le será confirmado cuanto le ha sido dicho “Vengo a dar alivio a los sufrientes”.
Banneux ha quedado explicado: Ella, María, es la fuente. Ella, María, es esas aguas que aliviarán al mundo entero. Las aguas, como las aguas de Lourdes, sólo son símbolo de algo mayor, de que las gracias, también las gracias de la curación, nos vendrán por Ella.
El pasado 2 de diciembre de 2011 fallecía Mariette Beco. Desde aquel 2 de marzo de 1933 en que se produce la última aparición hasta el 2 de diciembre anterior, Mariette Beco llevó una vida oculta, buscando pasar desapercibida. Su vida vino a ser como, curiosa coincidencia, la de la santa Bibiana en cuya festividad muere: una vida de la que apenas trascendieron datos. Y es que las apariciones de Banneux están repletas de coincidencias que, si no se miran detenidamente, pueden pasar desapercibidas, pero cuya simbología es sorprendente.
Y lo primero que llama la atención es que Bélgica haya sido testigo de dos apariciones marianas, ambas aprobadas por la Iglesia, y en plazos tan breves. Entre las localidades de Beauraing y de Banneux no hay más de 85 kilómetros. Y en ambas localidades belgas nuestra Señora se hizo la encontradiza. En Beauraing serán 33 las veces que se aparece la Virgen, del 29 de marzo de 1932 hasta el 3 de enero de 1933. En Banneux serán 7 los días de apariciones, desde aquel 15 de enero de 1933 hasta el 20 de febrero. El 30 de enero de 1933, Hitler será nombrado Canciller de Alemania por el Presidente Hindenburg.
En cierto modo el discurrir de la política europea los años posteriores en la vecina Alemania y con un Hitler en el poder han ido tejiendo una explicación al porqué de ese privilegio del Cielo sobre Bélgica: el futuro sufrimiento bajo el yugo nazi se advertía con antelación y se encomendaban los sufrimientos del pueblo belga a la protección de la Virgen. Pero este argumento, sencillo de entender, carece de fuerza suficiente. ¿Acaso no fue también invadida Holanda, o Luxemburgo, o Francia, o Austria, o Polonia...? ¿Acaso sufrió más Bélgica que las otras naciones? Justo porque no fue así, hay un algo latente que exige que la elección de Bélgica tenga una porqué superior, que haya un algo simbólico en esta elección que lo explique y le de significado.
¿Porqué la Virgen se aparece dos veces seguidas en la misma nación? De entrada hay ciertos hechos que nos desconciertan por su trascendencia futura y que tienen a esta nación como protagonista. De las colonias belgas, en concreto del llamado Congo belga, salió el uranio que enriqueció las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Y años después Bélgica será elegida como la nación en cuyo territorio resida la cabeza administrativa de la Unión Europea futura -Bruselas-.
¿No existirá relación entre el mensaje dado en Beauraing y en Banneux? Y siendo esto así, ¿se transmitió el mismo mensaje? Y si fue distinto, ¿porqué?
Las apariciones de Beauraing son una petición. "¿Amas a mi Hijo? ¿Me amas a Mi? Entonces, sacrifícate por Mi", son las palabras que resumen el mensaje de nuestra Señora. Pero Banneux es una promesa, en la que María Virgen es lo prometido: “Estas aguas están reservadas para todas las naciones, para los enfermos”. Debe haber una relación entre uno y otro mensaje, una relación tal que exigen de la Señora mariofanías distintas, para hacer ver que entre una y otra hay diferencia por cuanto son apariciones diferentes, pero que tienen mucho en común por cuanto se llevan a cabo en la misma nación con menos de 15 días entre una y otra. Como si quisiera decirnos que la segunda aparición complementa a la primera o trae su causa en ella.
De hecho en Beauraing la Virgen reclama nuestra ayuda, pero en Banneux nos concede una promesa. Se piden sacrificios en Beauraing y sabiendo que no serán escuchadas sus peticiones anticipa en Banneux su misteriosa intervención para salud de todas las naciones. En Beauraing el 21 de diciembre la Señora dirá su nombre, Soy la Virgen Inmaculada, y el último día le dirá a Andree “Soy la Madre de Dios, la Reina del Cielo”. Toda una Reina baja a una humilde aldea para pedir ayuda: “sacrificaos por Mi”, como si ante la gravedad de lo viniente el Cielo enviara a su principal emisario como último recurso. En Banneux, por el contrario, será la Reina de los Pobres, la salvación de las naciones, la salud de los enfermos, que busca a lo más perdido, a lo más miserable, representado por la familia Beco, descreída, miserable, analfabeta.
De hecho en Beauraing la Virgen reclama nuestra ayuda, pero en Banneux nos concede una promesa. Se piden sacrificios en Beauraing y sabiendo que no serán escuchadas sus peticiones anticipa en Banneux su misteriosa intervención para salud de todas las naciones. En Beauraing el 21 de diciembre la Señora dirá su nombre, Soy la Virgen Inmaculada, y el último día le dirá a Andree “Soy la Madre de Dios, la Reina del Cielo”. Toda una Reina baja a una humilde aldea para pedir ayuda: “sacrificaos por Mi”, como si ante la gravedad de lo viniente el Cielo enviara a su principal emisario como último recurso. En Banneux, por el contrario, será la Reina de los Pobres, la salvación de las naciones, la salud de los enfermos, que busca a lo más perdido, a lo más miserable, representado por la familia Beco, descreída, miserable, analfabeta.
Algo fue anticipado en Beauraing. El 2 de enero, penúltimo día de las apariciones, la Virgen llamará la atención de los videntes: “mañana os hablaré en particular a cada uno de vosotros”. A cada uno se le dijeron secretos no desvelados. Pero la pequeña Gilberte sería testigo de una promesa: “convertiré a los pecadores”. ¿Sería Banneux continuación de esa promesa anticipada? Es posible. De hecho ha desconcertado a los estudiosos de apariciones la rapidez de la conversión de la familia Beco.
En cierto modo Beauraing es promesa y misión. “Convertiré a los pecadores, pero sacrificaos por Mi”. Como si la Virgen hiciera ver la trascendencia de la colaboración de sus hijos, pero una colaboración más allá de las estrategias. Más aún, al margen de toda estrategia. La dureza del nazismo posterior confirmó la importancia del mensaje: sólo la oración pudo evitar el terrible flagelo, pero el dolor pisó tierras europeas como nunca antes. No hubo, entonces, suficiente oración ni suficiente penitencia. El mensaje de Beauraing excedía a la localidad belga y alertaba a toda la cristiandad de la importancia de la oración y la penitencia justo por lo que vieron los años siguientes. En estas apariciones no se verbalizó el horror nazi, el horror de la guerra. Quizá perteneciera a los secretos que recibieron los cinco videntes aquel último día, quizá, pero no sería necesario, por cuanto toda Bélgica entendió en aquellos días aciagos posteriores la directa relación entre aquellas apariciones de la Virgen, su petición urgente de oración y sacrificio, y cuanto sucedió después. Entonces, nazismo y la segunda guerra mundial, hicieron evidente la gravedad de la falta de oración y de sacrificios.
Para estos tiempos actuales en los que un occidente en crisis –donde Bélgica, cabeza administrativa de la Unión Europea- evidencia a través de sus líderes, de sus políticas, de sus decisiones, que no hay lugar para Dios, Beauraing se alza como metáfora de unas consecuencias nada halagüeñas. Sí, en Beauraing la Señora reclamó oración y penitencia como únicas armas para evitar la catástrofe. Y será el mismo nazismo y la segunda guerra mundial símbolo de cuanto acontece al elegir no-Dios.
Pero Banneux se alza ahora como símbolo de una esperanza justo cuando no hay otra esperanza, justo cuanto no queda nada, cuando la miseria, la pobreza y el frío han anegado la vida. Pues es Banneux la aparición de la Virgen de los Pobres, aparecida a una humilde familia, en duros días de nieve. Y es ahí, en esa realidad carente de esperanzas, de algo de calor, donde la Virgen eleva su promesa: “estas aguas han sido dadas al mundo para salud de los enfermos”. De los enfermos del cuerpo, de los pobres, pero también de una enfermedad moral que ha apagado el calor de los días.
Banneux se alza como llamada de esperanza que será más evidente cuanto más evidentes sean las consecuencias de la elección por no-Dios, confirmando aquella promesa dada a la pequeña Gilberte. Pero una confirmación asombrosamente simbólica pues a Mariette Beco se le anticipa una promesa de alcance mundial, más allá del horror de la guerra: “estas aguas han sido dadas a toda la humanidad para salud de los enfermos.” ¿Qué aguas? No evidentemente las aguas milagrosas de Banneux, que tantas curaciones han evidenciado, sino la misma Virgen María, que se eleva como promesa de una salud futura para la humanidad. Y no en cualquier momento, sino cuando no queda más esperanza que el Cielo.
Hay un hecho que ayuda a entender cómo la Virgen eleva la mirada más allá del nazismo, de la guerra. Sí la Virgen tuviera su mirada sólo puesta en el horror de los años posteriores, si la Virgen quisiera en Banneux urgir a la penitencia y a la oración para evitar aquel horror, ¿no sorprende que no reclame sacrificios? Se pide oración, una oración firme, pero nunca se habla de penitencia. Y esto, que podría pasar desapercibido, es parte del símbolo, como si en el fondo dijera que cuando la oración y la penitencia no sean suficientes, cuando el horror se adueñe de todo, cuando no se reclamen sacrificios porque la vida diaria sea un duro sacrificio, Ella, la Señora de los Pobres (¿se piden sacrificios a quien su vida es un sacrificio de pobreza y dolor?) será salud de la humanidad. Sólo se nos pedirá rezar y creer. Ella hará el resto. “Creed en mi y Yo creeré en vosotros”, dirá nuestra Señora a Mariette Beco. Porque será la oración la que sostenga la fe en tiempos de prueba.
En cierto modo el tiempo de Banneux es ahora, cuando una vez muerta la vidente, cuando una vez constatado porqué fue elegida Bélgica (¿quién hubiera imaginado en aquellos años 30 que sería elegida esta nación como cabeza administrativa de una Europa unida?), cuando una vez se comienza a evidenciar que este sistema fundado sin Dios sobre el que se ha construido el ídolo del dinero amenaza colapso, cuando la falta de oración y de penitencia constate el advenimiento de sufrimientos, entonces, cuando nada parezca tener solución, cuando sólo quede la pobreza de los días, no quedaremos huérfanos, porque Ella, la Reina de los Pobres, hará evidente cuales sean esas aguas dadas para sanación de todas las naciones.
Sí, Banneux es aquella promesa dada en Fátima, pero explicitada y explicada. “Yo he sido dada a todas las naciones para alivio de los enfermos”.
x cesaruribarri@gamil.com
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