Martín Ibarra, el último martiriólogo
Son numerosos los sacerdotes, historiadores de prestigio, que tras finalizar la Guerra Civil española, y por lo tanto, una de las más crueles persecuciones religiosas vividas por la Iglesia Católica, empezaron a compilar los llamados martirologios. Prácticamente todas las diócesis publicaron trabajos más o menos completos para recordar la historia de los mártires españoles. Por ejemplo, en la diócesis de Barcelona, José Sanabre Sanromà (1943); en la diócesis de Toledo, Juan Francisco Rivera Recio (el primer tomo en 1945 y el segundo en 1958); en la diócesis de Ávila, Gregorio Sedano (1941); en la diócesis de Cuenca, Sebastián Cirac Estopañán (1947) … La lista, ya de por sí larga, se hizo todavía más extensa con los martirologios publicados por las diferentes familias religiosas. Luego en 1961 apareció, bebiendo de toda esta documentación, la famosa obra del arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, Monseñor Antonio Montero Moreno: “Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939” (Madrid, 1961).
Sin embargo, estas investigaciones empeñadas en que nunca cayesen en el olvido los mártires españoles de la persecución religiosa de los años 30, han seguido brotando "como agua limpia y clara", para mostrar el perdón y el amor de, pues lo que se narra es la vida de los mártires) infinidad de títulos de la mano de otro grupo numeroso de sacerdotes y también de seglares, unos y otros historiadores de absoluto prestigio en el mundo académico.
Unos se decantaron por la pura historia de lo sucedido: la Historia de la Iglesia en España, 1931-1939 en dos tomos de Gonzalo Redondo Gálvez (Madrid, 1993); La Gran persecución. España, 1931-1939 de Vicente Cárcel Ortí (Barcelona, 2000); otros, siguieron presentado lo sucedido en su diócesis, como Ángel Garralda García que publicó en dos tomos “La persecución religiosa del clero en Asturias” y que en 2009 lo reelaboraba en nueva edición de un solo tomo; o la obra que a continuación presentamos.
MARTÍN IBARRA BENLLOCH
Antes de que termine este 2011, en el que hemos celebrado el 75 aniversario de la muerte martirial de tantos testigos de la fe asesinados en el segundo semestre del año 1936, quiero presentar en el blog la obra de un colega con el que llevo coincidiendo, en los últimos años, en los cursos programados por la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española.
Se trata del prestigioso profesor Martín Ibarra Benlloch y de la obra editada en dos tomos “La persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón (19311941)” publicado por la Fundación Santa Teresa de Jesús (Zaragoza 2011). Martín Ibarra, que dirige el archivo del santuario de Torreciudad, puede ser llamado con toda razón martiriólogo.
Autor de varios libros, ha puesto sus conocimientos de Doctor en Historia y la experiencia de profesor en las universidades de Zaragoza y Navarra, al servicio de este trabajo. Se trata de uno de los estudios más minuciosos y concienzudos que sobre ese tema se han hecho en los últimos cincuenta años: entrevistas a los familiares, actas de la Causa General, periódicos del momento, informes de la Guardia Civil, libros de memorias, actas de archivos municipales. En resumen: toda la documentación que es posible reunir hoy día sobre la matanza de sacerdotes, laicos y religiosos que se hizo en aquellos años en una de las diócesis más castigadas de España.
El autor explica en una entrevista concedida a Ángel Huguet para Diario del AltoAragón que en este libro “toda la historia de la persecución religiosa en la Diócesis se ha visto como proceso único, algo que tiene unas causas, desarrollo y consecuencias propias de la Revolución. Se enfoca desde diferentes puntos de vista para dar una visión completa. No es una obra hagiográfica, social, ni política, ni sobre la Guerra, sino un libro de gran rigor histórico, sin concesiones a la narrativa ni a la geografía...
La tipología martirial, la vida cristiana, los supervivientes, la memoria de los mártires, el reconocimiento a la Iglesia, son algunos temas tratados en el análisis de lo sucedido desde julio de 1936 a 1941. Se aporta mucha documentación inédita, por ejemplo, más de la mitad de la parte gráfica… Faltaba una visión de conjunto, profunda. Hemos realizado el trabajo más serio y riguroso posible con espíritu de admiración y de gratitud hacia nuestros mártires, sin ningún resquemor ni odio hacia los perseguidores”.
Así que os ánimo a todos a que os acerquéis a esta obra definitiva sobre lo sucedido en la actual diócesis de Barbastro-Monzón. Puede ser un buen obsequio para estas Navidades.
Este es el prólogo escrito por Monseñor Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-Monzón:
Cuando tomé posesión de la diócesis de Barbastro-Monzón quise que, en el momento en que al nuevo obispo se le entrega el báculo como signo de su misión de pastorear la grey que le ha sido encomendada, ese báculo fuera el del Obispo mártir de esta Diócesis, monseñor Florentino Asensio Barroso.
Al comenzar la homilía, lo besé con devoción, expresando con ese beso la emoción que me producía llevar en mi mano el báculo con el que este bendito y ejemplar Obispo guio a esta Diócesis durante los cortos meses de su pontificado, truncado por la persecución religiosa.
A lo largo de los años que llevo en la Diócesis he vivido, como una gracia singular, la oportunidad de conocer su historia martirial, reconocida por la Iglesia en la persona del Obispo mártir, del gitano Ceferino, de los Seminaristas claretianos, de los Escolapios de Peralta de la Sal y, Dios quiera que sea pronto, de los “curetas” de Monzón y de los Benedictinos del Monasterio del Pueyo. Una historia martirial tan abundante me ha permitido saborear el testimonio de fortaleza en la fe y de generosidad en el perdón, que fue unánime en nuestros mártires, y me ha llevado a valorar la riqueza que todo ello es para la Iglesia.
Al mismo tiempo he conocido, en muchos casos de primera mano, que estos testimonios son más amplios de lo que pudiera dar a entender el número de nuestros mártires ya beatificados. Casi la totalidad del presbiterio diocesano y un número ingente de laicos cristianos murieron en aquella persecución religiosa dando un testimonio inconfundible de valentía, serenidad y confianza en las manos de Dios. Desde diversos sectores de la Diócesis me ha llegado la petición de abrir una causa de beatificación que incluya a los sacerdotes y laicos más significados, con el deseo de hacer justicia a cuantos hicieron ofrenda de su vida en aquellas circunstancias tan aciagas. Con tal intención se constituyó la Comisión Histórica para tener adelantado un trabajo imprescindible para incoar la Causa. Pero nos hemos sentido abrumados por el número tan grande de posibles mártires que sería preciso incluir en dicha Causa.
Ayudado por el Consejo del Presbiterio llegué a la conclusión de hacer todo cuanto esté en nuestras manos para mantener viva la memoria de este gran número de testigos de la fe, hasta que podamos ver despejado el camino de su beatificación. Tal es el motivo que da origen a este libro. Está escrito por el historiador Martín Ibarra Benlloch, al que agradezco su dedicación y minucioso trabajo. Como él mismo explica en la introducción que sigue a estas palabras mías, ha presidido la Comisión Histórica, que lleva varios años trabajando en el tema, se ha planteado con rigor de científico el fondo y la forma de esta investigación, y ha recogido los datos con una precisión admirable. Ya que, por el momento, no estamos en condiciones de afrontar la Causa de beatificación de un número tan alto de sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos, vamos a procurar que su memoria no desaparezca, esperando que llegue la ocasión propicia para impulsar su camino hacia los altares.
En este año se cumple el 75º aniversario de la muerte de nuestros mártires en la dolorosa persecución religiosa de 1936. Deseo que este libro constituya un hito significativo de nuestra conmemoración. Lo ofrezco a la Comunidad Diocesana en primer lugar, a la Iglesia en Aragón y en España, y a cuantos quieran conocer, con el rigor escueto de los hechos ocurridos, la gesta de una Diócesis mártir. No se trata de reabrir heridas ni de reivindicar reconocimientos. Se trata únicamente de recordar con emoción a tantos hermanos en la fe que, con la gracia de Dios, fueron capaces de morir violentamente sin otro motivo que el de su condición de sacerdotes o católicos, y, lo que es más admirable, morir perdonando. Estoy convencido de que «la sangre de los mártires es semilla de cristianos» (Tertuliano); por ello encomiendo a nuestros mártires la súplica de que estos testimonios de su muerte sean semilla de nuevos cristianos jóvenes que revitalicen nuestra Iglesia Diocesana.
[El Sr. Obispo de Barbastro el 11 de abril de 2013 en las primeras Jornadas Martiriales]