¿Qué ha pasado con el voto de izquierdas en estas elecciones?
por Luis Antequera
Cuatro millones trescientos mil son los votos que el pesoísmo ha perdido en estas elecciones, ahí es nada, y somos muchos los que nos preguntamos cómo no ha perdido aún más, después de lustro y medio de mentiras, de embustes, de trampas, de dividirnos, de tratarnos como idiotas, de hacer el ridículo, etc. etc. etc..
Ahora la pregunta es: ¿adonde han ido a parar dichos votos?
Escribí en su día un artículo titulado “Retrato sociológico de la izquierda” del que me voy a valer de nuevo para intentar hacer un análisis simple de una realidad que, sin duda, es compleja. Tipifiqué entonces la izquierda en tres grandes grupos: 1º) la izquierda de masas; 2º) la izquierda de las élites; 3º) la izquierda de los descontentos. Intentaré formular una tesis sobre lo que ha podido pasar con el voto de cada uno de estos tres grupos significativos de la izquierda en estas elecciones.
Por lo que se refiere al primer grupo, la izquierda de masas, lo definí entonces como “ese gran vivero de votantes de izquierdas que constituye el suelo del que nunca baja su número de votos. Sociológicamente hablando, se trata de personas de los medios rurales e industriales, concentrados, en consecuencia, en torno a los grandes polos rurales, notablemente en Andalucía, Extremadura y La Mancha, y a los grandes polos industriales, notablemente en Cataluña, País Vasco y Madrid, aunque no por ello, curiosamente, de origen menos andaluz, manchego o extremeño”.
Este es un voto de gran fidelidad. Ni aún después del desastre que siete años de zetapismo pesoíta han dejado en España, sus componentes se han planteado abandonar el voto militante que les lleva a votar una vez tras otra las mismas siglas mágicas que son en ellos señal de identidad. Constituyen en estas elecciones un porcentaje elevadísimo de los siete millones de votos que aún conserva el PSOE. Algunos de entre ellos, defraudados con las medidas tomadas en el último año y medio por el zetapismo, han desertado. Son los menos de todas maneras, y de los que lo han hecho, se han abstenido unos pocos, muy pocos, y la mayoría ha pasado a engrosar el voto de Izquierda Unida, que debe a este trasvase buena parte de su crecimiento en 710.000 votos, desde los 970.000 que tenía hasta el 1.680.000 que tiene ahora. Es un voto prestado que volverá al PSOE tan pronto como el mensaje de la fuerza que brinda la unidad y el voto útil de la izquierda apunten a que hay posibilidades de volver a ganar unas elecciones. Yo no sé si se han percatado Vds. de un fenómeno íntimamente unido al panorama electoral español, pero crecer Izquierda Unida significa siempre victoria de la derecha.
El segundo grupo, la izquierda de las élites, es aquél que definí como “una minoría dentro de la izquierda que habita en los grandes polos urbanos, y que aunque es la que más alardea de su izquierdismo, tiene una procedencia sociológica aristocrático-burguesa que comparte plenamente con lo más selecto de lo que ellos llaman “la derechona”, hasta el punto de tener, muchos de sus miembros, una procedencia deliberadamente oculta y hasta falseada de las más significadas familias del franquismo. Constituyen una minoría dentro de la izquierda, pero muy beneficiada, ya que es, a la postre, la que nutre los cuadros y la que mejor partido saca del Estado cuando éste cae en sus manos”.
Pues bien, éstos han desertado en masa y no creo que haya votado PSOE ni un 10% de ellos. La deserción se ha producido, en mi opinión, hacia tres opciones. Unos primeros se han refugiado en una abstención no casual o producto de la pereza, sino meditada y premeditada, siendo los que mayoritariamente han engrosado ese 4% de abstención suplementaria de estas elecciones respecto de las anteriores. Son muchos, en segundo lugar, los que en un movimiento con pocos precedentes, y ante la gravedad de la situación, hasta han cambiado radicalmente su voto pasando a votar a la derecha, cosa que no ocurrió ni en la gran victoria de Aznar en 2000, cimentada más bien en una alta abstención (cuatro puntos superior a la de estas elecciones) que en un trasvase literal de votos. Podrían representar buena parte de los 550.000 votos que ha aumentado el PP respecto de 2008, y de los 200.000 que en Cataluña ha aumentado CiU. Y hay, por fin, un tercer grupo el cual ha pasado a engrosar las filas de UPyD, partido que, en mi opinión, por primera vez se ha nutrido más del voto de la izquierda defraudada que del de la derecha defraudada, que esta vez sí, ha permanecido fiel al PP. Podrían representar igualmente un buen pellizco de los 800.000 votos que ha crecido el partido de Rosa Díez, más aún cuando en estas elecciones, ha tenido que devolver, sin duda, buena parte del voto que, en otras, le había "prestado" la derecha.
Ojo con la izquierda que damos en llamar de élites, porque dos comportamientos de los que han practicado en estas elecciones podrían ser irreparables: los que votan derecha (ora PP, ora CiU), tras haber “perdido la virginidad”, podrían aficionarse. Y sobre todo, los que han votado UPyD podrían no volver nunca al PSOE y terminar configurando una nueva opción de izquierdas, si no mayoritaria, sí relevante, capaz de recoger también algunos de los desertores hacia la derecha.
Lo cierto es que los siete años de zetapismo pesoíta han producido en parte del electorado español de izquierdas un hartazgo hacia determinadas conductas pesoítas en cuya existencia a lo mejor no habían reparado suficientemente, pero en las que ahora sí lo han hecho ante la exacerbación con la que las ha alimentado el zetapismo: el antipatriotismo y el antiespañolismo; la simpatía hacia los nacionalismos antiespañoles, paradójicamente muchos de ellos de derechas; los guiños hacia lo que para muchos de ellos es, en una cuarta categoría, la “izquierda descarriada” (batasunos, antisistema, terroristas callejeros, terroristas literales, etc.); el anticlericalismo furibundo y agresivo; el uso de la mentira como arma política legítima; el continuo replanteamiento de la historia de España; el coqueteo con ideologías -feminismo, ideología de género, proislamismo- que sólo se nos aparecen como de izquierdas por el uso y el abuso que de ellas ha hecho la izquierda para paliar la crisis de lo que es su ideología original, el socialismo.
Lo cierto es que los siete años de zetapismo pesoíta han producido en parte del electorado español de izquierdas un hartazgo hacia determinadas conductas pesoítas en cuya existencia a lo mejor no habían reparado suficientemente, pero en las que ahora sí lo han hecho ante la exacerbación con la que las ha alimentado el zetapismo: el antipatriotismo y el antiespañolismo; la simpatía hacia los nacionalismos antiespañoles, paradójicamente muchos de ellos de derechas; los guiños hacia lo que para muchos de ellos es, en una cuarta categoría, la “izquierda descarriada” (batasunos, antisistema, terroristas callejeros, terroristas literales, etc.); el anticlericalismo furibundo y agresivo; el uso de la mentira como arma política legítima; el continuo replanteamiento de la historia de España; el coqueteo con ideologías -feminismo, ideología de género, proislamismo- que sólo se nos aparecen como de izquierdas por el uso y el abuso que de ellas ha hecho la izquierda para paliar la crisis de lo que es su ideología original, el socialismo.
En cuanto al tercer grupo, la izquierda de los descontentos, es el que definí como compuesto por “personas de las más variadas procedencias sociológicas, algunos de ellos originarios de los más “rancios abolengos de la derecha”, a las que une un profundo resentimiento contra la sociedad. Un resentimiento al que llegan por los más dispares caminos, desde el de no conseguir trabajos adecuados a sus aspiraciones, hasta el de no coronar con éxito sus más primarias necesidades (círculos sociales, aficiones, incluso el amor), componiendo algunos de sus miembros, dentro de la izquierda, una verdadera fuerza de choque que puede llegar a conducirse hasta con violencia. Aunque militan en ella personas maduritas que hallan en esta militancia una manera de “aferrarse” a la juventud perdida, la forman generalmente personas muy jóvenes”.
Estos, que desde luego no han votado PSOE (lo hicieron masivamente en 2004, mucho menos en 2008), se han repartido de las maneras más diversas. Diría que la mayoría de ellos han engrosado la abstención, una abstención que no es tanto premeditada como en sus correligionarios de la “izquierda de las élites”, como perezosa y descomprometida. Una buena parte, no obstante, ha engrosado el voto de Izquierda Unida, e incluso, en regiones donde el movimiento antisistema está más desarrollado, el de opciones más radicales aún: ERC en Cataluña, Amaiur en País Vasco.
Es una fuerza en la que el pésimo gestor de campaña que se ha desvelado Rubalcaba había depositado mucha confianza para revolver “un poco” el ambiente, cosa que en su pésimo diagnóstico de la situación, entendía que le beneficiaba, demostrando no haber sabido entender que no estaban los tiempos para rentabilizar de nuevo eventos al igual que hizo el aciago 11-M, momento álgido de la carrera política rubalcabita, con aquella irrupción en las pantallas de los españoles que profanaba las más elementales reglas éticas de la carrera política, a la que hizo incurrir en el vilipendio.
No menospreciemos el papel que a esta izquierda, no por abstencionista menos militante, quepa jugar en el próximo calendario político español a través de sus acciones callejeras, idóneas para crear el caldo de cultivo en el que a la izquierda le gusta desempeñarse. Izquierda Unida no ha tenido remilgos en anunciar que lo va a utilizar, intentando ganar en la calle lo que no ha ganado en las urnas. Nada nuevo en la estrategia de la izquierda. El pesoísmo no lo ha anunciado, pero lo hará, no les quepa duda a Vds. de que, llegado el momento, lo hará. De particular interés para mi análisis será conocer la posición que ante las algaradas previsibles tome una fuerza política muy concreta, la fuerza emergente de la izquierda, UPyD.
©L.A.
Otros artículos del autor relacionados con el tema
Comentarios