¿Por qué estos ocho años, ZP?
por Alejandro Campoy
Uno se pregunta que clase de anomalía histórica han supuesto los ocho años del zapaterismo. El 10 de marzo de 2004 fue un día normal, uno parecía tener ciertas referencias sobre el país en el que vivía más o menos claras y estables. Podía saber a que atenerse casi en relación a cualquier cosa. Al día siguiente, 11 de marzo de 2004, todo eso saltó por los aires. Siguieron cuatro días en estado de shock, y el lunes 15 de marzo el sol amaneció como sobre otro planeta. ¿Qué ha pasado? ¿Quién ha sido? ¿Por qué?
Hoy, 21 de noviembre de 2011, no queda ni rastro de lo que aquel lejanísimo 10 de marzo parecía ser un país más o menos próspero y con un sistema medianamente articulado en torno a ciertas leyes no cuestionadas. Todo ha sido arrasado. Lo que ha puesto fin a esta anomalía ha sido el bolsillo de los españoles, sin duda, pero el resultado de estos ocho años no ha sido una ruina económica sin precedentes ni mucho menos, ha sido algo muchísimo peor.
El resultado del zapaterismo ha sido el arrasamiento completo de toda una nación, desde sus raíces morales y éticas más profundas, pasando por la estructura jurídico- normativa de todo el Estado hasta llegar a un estado de enajenación inconsciente de casi todos los estratos de la sociedad.
Se ha producido durante estos ocho años un auténtico proceso de "inversión de la realidad" de tal forma que ahora aparece como blanco lo que es negro, como verde lo que es rojo y como cierto lo que es falso. Se ha producido el arrasamiento mental de toda una generación de jóvenes, se ha atomizado la integridad y cohesión territorial de un país con una historia milenaria, se ha llevado en parihuelas a una banda de asesinos a los bancos del Congreso de los Diputados y del Senado, se ha trabajado por deformar la historia, se ha pervertido el significado de realidades sociales como matrimonio, familia, individuo, sociedad.
Se han transformado delitos en derechos, se ha liquidado la justicia, se ha saqueado, robado y confrontado hasta la saciedad, se han violado derechos y libertades fundamentales, la desigualdad ante la ley se ha convertido en norma, la impunidad de los responsables públicos ha llegado a niveles parecidos a aquella impunidad de la que gozaron los monarcas absolutos o los totalitarios del siglo XX. ¿Por qué?
Y quizás hoy la única respuesta que encuentro sea la que dejó escrita Juan Pablo II en "Memoria e identidad":
"Más tarde, una vez terminada la guerra, pensé para mí: Dios concedió al hitlerismo doce años de existencia, y cumplido este plazo, el sistema sucumbió... Si el comunismo ha sobrevivido más tiempo y tiene alguna perspectiva de desarrollo mayor, pensaba para mis adentros, debe ser por algún motivo... Lo que se podía pensar es que también este mal era en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre... En efecto, en determinadas circunstancias de la experiencia humana, parece que el mal sea en cierta medida útil, en cuanto propicia ocasiones para el bien... En definitiva, tras la experiencia punzante del mal, se llega a practicar un bien más grande"
Y si esto tiene aplicación también para el zapaterismo, será ahora cuando tendremos que empezar a demostrar que somos capaces de ese bien mayor, bien que sólo será real en la medida en que estos años nos hayan transformado interiormente como sociedad, como pueblo y como nación. Al menos, nos resultará más fácil emprender este camino con los bolsillos vacíos.
Hoy, 21 de noviembre de 2011, no queda ni rastro de lo que aquel lejanísimo 10 de marzo parecía ser un país más o menos próspero y con un sistema medianamente articulado en torno a ciertas leyes no cuestionadas. Todo ha sido arrasado. Lo que ha puesto fin a esta anomalía ha sido el bolsillo de los españoles, sin duda, pero el resultado de estos ocho años no ha sido una ruina económica sin precedentes ni mucho menos, ha sido algo muchísimo peor.
El resultado del zapaterismo ha sido el arrasamiento completo de toda una nación, desde sus raíces morales y éticas más profundas, pasando por la estructura jurídico- normativa de todo el Estado hasta llegar a un estado de enajenación inconsciente de casi todos los estratos de la sociedad.
Se ha producido durante estos ocho años un auténtico proceso de "inversión de la realidad" de tal forma que ahora aparece como blanco lo que es negro, como verde lo que es rojo y como cierto lo que es falso. Se ha producido el arrasamiento mental de toda una generación de jóvenes, se ha atomizado la integridad y cohesión territorial de un país con una historia milenaria, se ha llevado en parihuelas a una banda de asesinos a los bancos del Congreso de los Diputados y del Senado, se ha trabajado por deformar la historia, se ha pervertido el significado de realidades sociales como matrimonio, familia, individuo, sociedad.
Se han transformado delitos en derechos, se ha liquidado la justicia, se ha saqueado, robado y confrontado hasta la saciedad, se han violado derechos y libertades fundamentales, la desigualdad ante la ley se ha convertido en norma, la impunidad de los responsables públicos ha llegado a niveles parecidos a aquella impunidad de la que gozaron los monarcas absolutos o los totalitarios del siglo XX. ¿Por qué?
Y quizás hoy la única respuesta que encuentro sea la que dejó escrita Juan Pablo II en "Memoria e identidad":
"Más tarde, una vez terminada la guerra, pensé para mí: Dios concedió al hitlerismo doce años de existencia, y cumplido este plazo, el sistema sucumbió... Si el comunismo ha sobrevivido más tiempo y tiene alguna perspectiva de desarrollo mayor, pensaba para mis adentros, debe ser por algún motivo... Lo que se podía pensar es que también este mal era en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre... En efecto, en determinadas circunstancias de la experiencia humana, parece que el mal sea en cierta medida útil, en cuanto propicia ocasiones para el bien... En definitiva, tras la experiencia punzante del mal, se llega a practicar un bien más grande"
Y si esto tiene aplicación también para el zapaterismo, será ahora cuando tendremos que empezar a demostrar que somos capaces de ese bien mayor, bien que sólo será real en la medida en que estos años nos hayan transformado interiormente como sociedad, como pueblo y como nación. Al menos, nos resultará más fácil emprender este camino con los bolsillos vacíos.
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