Del corralito argentino en su X aniversario (no por otra cosa)
por Luis Antequera
Algún malpensado dirá que me acuerdo del corralito ante los acontecimientos que estamos viviendo en Europa en los últimos meses... ¡líbreme Dios de tamaña perfidia! Pues bien no, no en absoluto, y nada de lo que ocurre estos días en Europa me hace pensar en el corralito argentino y sí, en cambio, el redondo aniversario que se cumple por estas fechas, como verán Vds. a continuación.
La situación de partida argentina es lo que se daba en llamar con un término muy futbolístico, como no podía ser de otra manera tratándose del país del que se trata, “el 1 a 1”, un "1 a 1" impuesto por la Ley de convertibilidad del 1 de enero de 1992, por virtud de la cual, 1 peso argentino cotizaba exactamente a 1 dólar norteamericano, y la autoridad económica argentina tomaba las medidas necesarias para defender la paridad. Una medida con la que se pretendía, y se consiguió, contener la inflación galopante que atenazaba el país, una inflación que, en algún momento, llegó a medirse por días (superó el 3.000% en 1989).
Tras unos años de funcionar bien con el sistema, algo más de siete, la crisis económica que se inicia en el 98 y la imparable deuda argentina, tanto fiscal como exterior, conduce al pánico y a la huída de fondos de los bancos, a lo que el 3 de diciembre de 2001, el ministro de finanzas argentino, Domingo Cavallo, pone fin y de qué manera, limitando las sucesivas extracciones a 1.000 pesos (vale decir, 1.000 dólares) por argentino y mes. Es a esto a lo que se llamó “corralito”, término que algunos atribuyen al periodista argentino Antonio Laje, porque el dinero se quedó apresado en los bancos como gallinas en un corralito.
El 21 de diciembre de 2001 cae el Gobierno radical de Fernando de la Rúa, y el 23 sube el peronista Rodríguez Saa. A la semana, el 30 de diciembre, cae Rodríguez Saa, y el 3 de enero de 2002, sube el también peronista Duhalde, con la promesa de que se respetaría la moneda en la que estuvieran constituídos los depósitos, fuera ésta el peso, fuera ésta el dólar. Unos depósitos que, recuérdese, permanecían apresados en los bancos sin posibilidad de rescate posible.
Pero como para hacer bueno el axioma de que cuando un político promete algo es que ya se está preparando para hacer lo contrario, el Decreto de 6 de febrero de reordenamiento del sistema financiero convierte todos los depósitos bancarios argentinos a pesos, y por supuesto, los que se hallaban en dólares. Lo que hace a una nueva paridad de 1 dólar=1,40 pesos. Ahora bien, todo ello mientras en el mercado de divisas el dólar, abandonado ya el “1 a 1”, cotizaba ya a más de 3 pesos. En otras palabras, todos aquéllos que tenían depósitos bancarios en dólares, veían reducido su valor a menos de la mitad: los convertían a 1,4, cuando la paridad real era de 3. A esta segunda vuelta de tuerca es a lo que los argentinos llamaron “el corralón”.
¿Quién ganó? (porque siempre hay alguien que gana). Pues bien, ganó todo aquél que tenía dólares. Pero no en el sistema bancario argentino, que ése palmó bien palmado, sino fuera de él, ora en bancos extranjeros, ora en casa, ora en cajas fuertes, que, al cambiarlos, recibió 3 pesos donde antes sólo recibía 1.
Hubo muchos que aprovecharon para cancelar sus préstamos -hipotecarios o no-, a la tercera parte de lo que los habían recibido. Los que hayan viajado a la Argentina en aquellos años, recordarán lo increíblemente barato que resultaba el país (en productos nacionales naturalmente, no en nada que proviniera del exterior), cuyos precios se habían quedado anclados en el 1 a 1 (por grande que fuera la inflación el equilibrio tardó en restablecerse), mientras el turista recibía 3 pesos por 1 dólar, y poco después hasta 4.
El corralito, esto es, el “apresamiento” de los depósitos en los bancos con una limitación semanal a la extracción de los mismos, sólo terminó el 2 de diciembre de 2002, cuando el entonces ministro de economía, Roberto Lavagna, anunció la liberación de los mismos.
Se trató, en definitiva y sin complicar mucho la explicación, de una nefasta combinación de groso endeudamiento y sometimiento a una divisa que no era la propia y sobre la que no se tenía soberanía, situación que caracterizaba el llamado "1 a 1". Y el que vea algún parecido con lo que está ocurriendo en Europa y en España es un malpensado y un malnacido y un malparido y qué sé yo cuantas cosas más.
La solución no consistió en otra cosa que en recuperar la soberanía sobre la moneda, dejándola cotizar a su verdadero precio de mercado, previa conversión, eso sí, de los depósitos a un cambio que no era el de mercado, sino inferior.
La solución no consistió en otra cosa que en recuperar la soberanía sobre la moneda, dejándola cotizar a su verdadero precio de mercado, previa conversión, eso sí, de los depósitos a un cambio que no era el de mercado, sino inferior.
©L.A.
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