Jueves, 21 de noviembre de 2024

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¿Uniones homosexuales con derecho a adoptar niños?

por José Gea Escolano

El documento de la Santa Sede al que hacíamos referencia en el artículo anterior, dice también que no es moral reconocer a los homosexuales el derecho de adoptar niños. Y eso, no porque los homosexuales sean mejores o peores que los demás. De hecho, los hay con mucha altura cristiana. Más bien se refiere a que esa adopción puede ser muy negativa para el desarrollo normal de la sicología de los niños. ¿Se tiene en cuenta que esto sería aprovecharse “de la débil condición de los pequeños para introducirlos en ambientes que no favorecen su pleno desarrollo humano”? ¿A quién de nosotros le hubiese gustado ser adoptados por homosexuales? No sé si a Uds. les hubiese gustado. Desde luego, a mí, no, con todo el respeto a los homosexuales. ¿No es un absurdo que se les pueda permitir adoptar niños habiendo tantos matrimonios normales que desean adoptar un niño?

Que los adultos vivan como quieran; allá cada cual con su conciencia. Pero la legislación debe estar en función del bien común. ¿Piensan los legisladores que esta equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio es un bien para la sociedad? Tengamos en cuenta que no hay libertades absolutas. Hay que conjugarlas con los derechos; de lo contrario “se ofuscan valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad”.

Y si queremos que la sociedad evolucione según el espíritu evangélico, recordemos una frase del documento: “Poniendo la unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o familia, el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes”.

Nadie puede pensar que la Iglesia debe limitarse a rezar padrenuestros y avemarías. Debe recordar a los católicos, dentro y fuera del templo, sus deberes. La Iglesia tiene el deber de enseñar a sus fieles las actitudes cristianas que deben mostrar en todas sus actuaciones, entre ellas, las de moral política. Y debe decir a los parlamentarios que es grave (pero así, con toda claridad, que es grave) aprobar leyes que atenten contra el bien común, aunque ello suponga romper la disciplina de voto.

Así lo dijeron los obispos en una nota: “El parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley que pretenda legalizar las uniones homosexuales”. Y esto vale para los parlamentarios católicos de todos los partidos. Y sigue diciendo la nota: “Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico”. En otras palabras, equiparar estas uniones al matrimonio equivale a destruir el matrimonio, que es unión de hombre y mujer. O se cambia el significado de la palabra matrimonio, o la unión homosexual no puede llamarse matrimonio.

En cuanto a las adopciones de niños, los derechos que deben prevalecer ¿no deben ser los del niño? Dicen algunos que lo importante es querer mucho al niño. Si no hubiese nadie que lo quisiera y sólo ellos lo quisiesen, bien; pero ¿es que no hay ningún matrimonio hombre-mujer que no lo puedan querer? Y, habiendo cantidad de matrimonios que quieren adoptar niños, y todo son dificultades, ¿por qué han de poder ser adoptados por dos homosexuales pudiendo tener padre y madre, que es lo natural, en vez de dos padres o dos madres?

José Gea
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