Del funeral ofrecido por Evo Morales a Gadafi
por Luis Antequera
Informa el New Herald de los cubanos en el exilio de que, con ocasión de lo que en Bolivia se llama el Día de los Muertos, una festividad prehispánica en realidad que se ha fundido muy bien con la celebración que la Iglesia Católica dedica a los difuntos, en un ejemplo más de lo que constituye uno de los más eficaces instrumentos de la evangelización cristiana a lo largo de su historia, el que se da en llamar “sincretismo cristiano”, el Gobierno de Evo Morales ha ofrecido un funeral en memoria del fallecido dictador libio Muammar el Gadafi.
Vaya por delante que, según entiendo, un funeral no se puede negar a ningún ser humano, más allá de lo que hayan sido los méritos acumulados en su vida, por lo que no es mi intención realizar objeción alguna al funeral auspiciado por el Gobierno boliviano. Más bien me parece de elogiar la iniciativa adoptada por el mismo hacia una persona "en sus horas más bajas", con el que nadie reconoce ahora haber mantenido relación alguna a pesar de haber "plantado sus jaimas" en las más suntuosas cortes del mundo.
Pero no son pocas las cosas que llaman la atención de un evento como el acontecido el pasado 1 de noviembre en la sede del Ministerio de Exteriores en la capital del país del altiplano, La Paz. En primer lugar ese sincretismo del que hablamos que aprovecha una festividad híbrida indígeno-cristiana para realizar un funeral a un personaje que profesaba la fe islámica. Sólo esto convierte la noticia en suficientemente original y diferente a lo que estamos habituados a escuchar.
No menos llamativo que Muammar el Gadafi haya recibido en un país cristiano a más de diez mil kilómetros de distancia del suyo unas exequias que le han sido regateadas en su propio país, donde hemos visto tratar su cadáver con una falta de piedad y unos modos impropios de los seres humanos y que deshonran la condición humana: cinco días expuesto, tirado en el suelo de una cámara frigorífica habitualmente utilizada para conservar productos cárnicos.
No menos llamativo aún que, según se informa, al funeral, si lo podemos llamar así, acuden el embajador español en Bolivia, Ramón Santos, y el encargado de negocios en el mismo país de los Estados Unidos, John Creamer, representantes de dos de los países participantes en la coalición internacional responsable del derrocamiento de Gadafi y, en alguna medida, del final que ha tenido la revolución libia, con unas consecuencias aún por desvelar.
Y para terminar de poner la guinda al pastel al “cuchifrito de La Paz”, el funeral en cuestión viene acompañado de las exequias realizadas a otros personajes tan inesperados y extemporáneos como el sanguinario guerrillero cubano-argentino Ernesto Che Guevara, o el líder boliviano Tupac Catari, indígena aimara ejecutado en 1781 durante los tiempos de la colonización española, después de haber sometido La Paz a un asedio de nueve días, y a la administración española a dos años de largas luchas.
“Los seres humanos somos una gran familia. Hoy recordamos a nuestros muertos”, ha declarado David Choquehuanca, Ministro de Asuntos Exteriores boliviano que presidió el acto, quien desde luego, definió bien con sus palabras un acto tan original e inesperado como el acontecido en La Paz. Un acto que tal vez podría haberse completado con la figura del militar español Pedro de Olañeta, muerto precisamente en Tumusla (Bolivia) en 1825 durante la rebelión que condujo a la independencia de Bolivia de la Corona española. Aunque mucho me temo que hasta el más sincrético de los sincretismos tiene sus limitaciones, ¿no les parece?
©L.A.
Otros artículos del autor relacionados con el tema
Comentarios