Si alguno quiere venir en pos de mí...
Si alguno quiere venir en pos de mí...
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Cristo nos indica tres acciones para ir hacia El:
- Negarnos a nosotros mismos
- Tomar nuestra cruz
- Seguirlo
Por qué tres acciones y estas tres precisamente. Leamos lo que San Gregorio Magno nos dice:
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Porque el que no se niega a sí mismo no puede aproximarse a aquel que está sobre él. Pero si nos abandonamos a nosotros mismos, ¿adónde iremos fuera de nosotros? ¿O quién es el que se va, si se abandona a sí mismo? Nosotros somos una cosa caídos por el pecado y otra por nuestra naturaleza original. Nosotros nos abandonamos y nos negamos a nosotros mismos, cuando evitamos lo que fuimos por el hombre viejo y nos dirigimos hacia donde nos llama nuestra naturaleza regenerada.
Podemos tomar la cruz de dos maneras. O dominando nuestro cuerpo con la abstinencia, o cargando nuestro espíritu con la compasión que inspiran las miserias del prójimo. Pero como muchas veces se mezclan algunos vicios con la virtud, debemos tomar en consideración que algunas veces la vanagloria acompaña a la mortificación de la carne y la virtud se hace visible y digna de alabanza, porque aparece la sequedad en el cuerpo y la palidez en el rostro. Y casi siempre se une una falsa piedad a la compasión del alma que nos arrastra con frecuencia a condescender con los vicios. El Señor a fin de evitar todo esto dice: "Y sígueme". (San Gregorio Magno, Homilias sobre el Evangelio, 32, 2-3.)
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Muchas veces me he preguntado cómo negarme a mi mismo sin negar al mismo tiempo aquello que está caído y aquello que es reflejo de Dios. No es fácil negarse a uno mismo sin caer en la pasividad volitiva, por eso la frase de Cristo no puede ser desmembrada en dos partes inconexas. No basta con negarse a si mismo, tenemos que tomar la Cruz y seguir al Señor.
Imaginemos que estamos dentro de un grupo y por alguna razón alguien nos desdeña o desprecia o hiere. Nuestro orgullo salta y nos sentimos dolidos. ¿Qué nos hace sentirnos así? ¿El reflejo de Dios o la herida que portamos dentro? Cristo se ofreció hasta la muerte, por lo que si le seguimos no dudaríamos en sabernos en el camino correcto.
Dice San Gregorio Magno. “Nosotros nos abandonamos y nos negamos a nosotros mismos, cuando evitamos lo que fuimos por el hombre viejo y nos dirigimos hacia donde nos llama nuestra naturaleza regenerada.” A lo que añade: “Podemos tomar la cruz de dos maneras. O dominando nuestro cuerpo con la abstinencia, o cargando nuestro espíritu con la compasión que inspiran las miserias del prójimo.”
¿Somos capaces de sentir que el dolor es el camino? Pero no se trata de herirnos a nosotros mismos para dañarnos. Ese dolor carece de verdadero sentido en Cristo. El dolor es el camino siempre que carguemos nuestro espíritu con compasión para aquel que produce el dolor. Además ¿Realmente valemos algo por nosotros mismos? ¿Por qué tendríamos que sentirnos heridos si sabemos que no podemos nada sin Cristo?
Pensemos con detenimiento qué es lo que realmente nos duele. No nos duele el desprecio sino la herida que portamos en nuestro interior y que nuestros hermanos, a veces, saben tocar con certera precisión. Cada vez que sintamos el dolor de naturaleza herida, tengamos compasión de quien sabe tocar para causar el dolor. El sabe donde tocar porque porta la misma herida. No es diferente de nosotros, por lo que merece la misma compasión que tanto anhelamos. El tiene las mismas miserias que nosotros llevamos a cuestas.
Todo esto puede ser medianamente fácil de decir y de comprender, pero cuando duele, ninguna razón puede callar el grito de sale de nuestro ser.
¿Cómo sobrellevar el dolor de lo que somos y compartimos con los demás? Llevando al Cruz que somos nosotros mismos y llevándola en dirección y sentido a Cristo. No nos quedemos en la estéril negación y esperemos que la pasividad, que es simple vanagloria, nos reconforte. El Señor a fin de evitar todo esto dice: "Y sígueme"
Este esfuerzo es sobrehumano y únicamente Dios mismo nos puede dar fuerzas para llevarlo a cabo. Se trata de transformar nuestra naturaleza y Dios en el único que puede hacerlo. Dios nos dé fortaleza, templanza y sabiduría para soportar el dolor mientras caminamos hacia El.