Del Día Internacional del Terrorista, celebrado ayer

            Era ayer el 20 aniversario de uno de los atentados que más ha conmocionado a la opinión pública española, uno más de los tantísimos que hemos sufrido en España, cruel como todos, pero acompañado de algunos elementos que lo hicieron “algo” diferente: la entonces niña de doce años Irene Villa perdía las dos piernas y tres dedos de la mano a consecuencia de la bomba lapa adherida por la ETA al coche de su madre, María Jesús González, funcionaria de la Dirección General de Policía quien, por su parte, perdía una pierna y un brazo. Mismo día en el que, además, la misma banda de facinerosos asesinaba mediante otra bomba lapa al comandante Francisco Caballar, y mutilaba gravemente al también comandante Rafael Villalobos, que quedó en silla de ruedas para siempre.
 
            No eran, lamentablemente, los únicos aniversarios. Un 17 de octubre, éste de 1981, en Santurce, la ETA mataba al cabo primero de la Guardia Civil Santiago González de Paz. El de 1984, en Rentería, al policía municipal Vicente Gajate Martín. Y el de 1987, en Pamplona, a la repartidora de periódicos María Cruz Yoldi⁽¹⁾.

 

            Pues bien, mientras éstas eran las tristes efemérides del día, una supuesta Conferencia internacional de paz a la que acudieron raudos varios miembros del partido en el gobierno tanto del País Vasco como de España, -entre los cuales no sólo los tenores titulares de la Escolanía Pesoíta de la banda, cuyos nombres prefiero ni citar, sino también otro al que uno nunca habría esperado ver uno en un fregado de estos, el ex-alcalde de Ermua Carlos Totorica-, se reunía con toda pompa y solemnidad al solo efecto de otorgar al holocausto al que la ETA ha sometido al pueblo español durante más de cincuenta años, una legitimidad impropia de lo que nunca fue otra cosa que una cobarde y vil carnicería, donde unos ponían las víctimas y otros los asesinos⁽²⁾.

 

            Y mientras esto ocurría, a muchos kilómetros de España, en un acto que tampoco habría esperado uno ver ocurrir en aquel país, Israel se disponía a entregar… ¡¡¡a nada menos que 1.027 terroristas, entre los cuales veintiocho condenados a cadena perpetua por irreparables delitos de sangre!!! cediendo al chantaje de otro grupo terrorista, uno de los más sanguinarios del mundo, Hamas, el cual ha canjeado tal ejército de terroristas por un pobre soldado, Gilad Shalit, al que mantiene injustamente secuestrado desde hace cinco años ya.

 

            Me he acordado inexorablemente del buen concejal de Ermua que fue Miguel Angel Blanco. Por un lado, aquel alcalde socialista que cuando Miguel Angel fue secuestrado dio un ejemplo de arrojo y coherencia, Carlos Totorica, participando hoy en la pantomima de San Sebastián. Por otro, los 1.027 terroristas palestinos que Israel va a entregar a cambio de un pobre soldado secuestrado, sentando en la sociedad internacional un precedente que pesará en adelante como una losa. ¡Cómo no acordarse de aquel muchacho que un día entregó su vida para que España no cediera ante parecida extorsión, en un acto de grandeza de una sociedad que sin fisura ninguna, decidió no aceptar el inaceptable chantaje!

 

            Triste día el de ayer para las víctimas del terrorismo. A ver cómo les explicamos ahora por qué murieron sus seres queridos o por qué se quedaron ellos mismos mutilados. A ver como se lo explicamos a los padres de Miguel Angel, a su hermana. A ver como se lo explicamos a Irene, a María Jesús, su madre. A ver cómo se lo explicamos a Rafael, o a los hijos de Francisco. O a los de Santiago. O a los de Vicente. O a los de María Cruz...

 

            Ayer, el mundo ha celebrado inexorablemente el I Día Internacional del Terrorista. Mucho me temo que habiendo celebrado el primero, vendrán otros detrás.