Ahora la multa es para un bar donde nadie hablaba español
por Luis Antequera
Anonadado, estupefacto en realidad, leo que en las Islas Canarias, concretamente en Maspalomas, un bar ha sido multado por no haber nadie en él capaz de expresarse en español, lo que según se explica, es posible gracias a un decreto del año 2010 que obliga a que en toda actividad turística de ocio o de restauración, haya algún responsable que hable español.
Todo aquél que siga esta columna habrá comprobado que una de las grandes preocupaciones de su autor son las medidas totalitarias adoptadas en Cataluña contra los que en esa entrañable región española tienen como lengua madre el español, prohibiéndoles rotular en esa lengua o imponiéndoles el catalán en la educación de sus hijos. Y tal vez por ello, crean que medidas como el decreto del Gobierno canario que ha servido para multar a este bar de Maspalomas por no hablar español, son del agrado de quien la escribe.
Pues bien, nada más lejano a la realidad. Con la misma pena que observo las medidas tomadas en Cataluña contra los que se expresan en español (y también en otras regiones, ojo, alguna de ellas sin un solo nacionalista nominal en su Gobierno), observo las medidas adoptadas en Canarias contra los que no lo hacen en español. Pena que, por cierto, no es menor a la que siento cuando veo que los diversos gobiernos nacionalistas esparcidos por el territorio español y tan afines al totalitarismo todos ellos, son los que sientan doctrina y los que imponen sus enfoques a la hora de afrontar los problemas de la sociedad.
¿Pero es que es tan difícil apostar por la libertad? Porque de libertad y no de otra cosa, es de lo que hablamos aquí. Libertad para que los que hablan español en Cataluña, puedan seguir haciéndolo con normalidad, sin tener que sacrificar su modo elegido o heredado de expresarse en beneficio de los sueños húmedos e inconfesables de unos iluminados que llegan al poder con tan escasa formación como ínfulas mesiánicas. La misma libertad que deseamos para cuantos sin salir de nuestro territorio, eligen expresarse en lenguas distintas del español, que sea el catalán en Cataluña, el gallego en Galicia o el vascuence en el País Vasco, que sea, como parece el caso, el alemán en las Canarias. Porque lo contrario de “imponer sanciones para defender (pongo por caso, nada mal traído por cierto) el catalán”, no es “imponer sanciones para defender el español”: es “no imponer sanciones para defender la libertad".
Cada uno ha de ser tan inteligente para calibrar los beneficios y perjuicios de la opción elegida, como libre y soberano para adoptarla. En lo relativo a la lengua, en lo relativo a la educación elegida para sus hijos, en lo relativo al derecho de admisión… Pero en ésta como en tantas otras cosas, se trata de una decisión individual, en la que un Estado ansioso y descontrolado, incapaz de someter sus instintos expansivos y que atrae como moscas a todos cuantos alimentan los más dispares proyectos de ingeniería social para sus conciudadanos, ni puede ni debe estar facultado para entrar.
Porque de libertad, que no se enteran, de libertad es de lo que hablamos.
©L.A.
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