Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Confusiones parroquiales sobre evangelización

por José Alberto Barrera

Ahora que estamos comenzando el curso académico y eclesial, ha caído en mis manos una hoja parroquial de una parroquia de Madrid donde se anuncian las actividades para todo el curso.

Para esta parroquia, meritoria en espíritu,  actividades y asistentes, todo se divide en dos grandes apartados: celebraciones y evangelización.

Lo curioso es que bajo el epígrafe de evangelización uno se puede encontrar todo lo que se hace en la parroquia, desde grupos de catequesis, pasando por grupos de vida ascendente, comunidades, universitarios y grupos matrimoniales,  hasta clases de teología e incluso la adoración al santísimo.

No digo que en algunas de estas realidades no se haga evangelización, pero esto es un fiel reflejo de la situación de confusión en la que ha caído la Iglesia a lo largo de los años en este tema, pues se mete en el mismo saco la vida cristiana y la proclamación del evangelio.

La explicación quizás la podemos encontrar en el valioso documento de los lineamenta para el sínodo de Nueva Evangelización que nos dice:

“En tiempos recientes con el término evangelización se indica la actividad eclesial en su totalidad. La Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandipublicada el 8 de diciembre de 1975, comprende dentro de tal categoría la predicación, la catequesis, la liturgia, la vida sacramental, la piedad popular, el testimonio de vida de los cristianos”

La realidad es que venimos de una situación eclesial en la que términos como apostolado y evangelización estaban integrados dentro del diario vivir de la iglesia a través de la acción ordinaria de las parroquias y los cristianos. Y así, como dice Pablo VI, todo era evangelización.

Pero cuando el mundo deja de ser un lugar cristiano y las parroquias se dedican a atender a una minoría de practicantes, el término evangelización cobra un nuevo sentido que tiene mucho más que ver con el primer anuncio cristiano y muy poquito que ver con el ordinario mantenimiento de lo que ya tenemos en la Iglesia.

Pero mientras no recuperemos los conceptos, y dejemos de depreciar el término evangelización llamando así a cualquier cosa que se haga en una parroquia, difícilmente podremos comprender la realidad de la Nueva Evangelización a la que está llamando la Iglesia.

Y esto es difícil a todos los niveles, desde el cristiano de a pie, pasando por el párroco, hasta los mismos obispos, porque hay toda una concepción eclesial de las cosas que viene desde mucho más atrás que la Evangelii Nuntiandi.

 Sin ir más lejos el año pasado tuve la ocasión de hablar del tema con Mons. Javier Salinas, a la sazón   Presidente de la Subcomisión Episcopal de Catequesis de la CEE, y coincidíamos en que el primer anuncio quizás habría de estudiarse desde la comisión de catequesis, pero en realidad no era propiamente el departamento que debiera encargarse del mismo, pues la catequesis no es el primer anuncio.

Esta confusión conceptual de la que hablo, que no existe a nivel de Magisterio, impregna todo lo que se hace; para mí un ejemplo palmario es el simple hecho de que en la JMJ se planteen catequesis por todos los lados, soslayando  la necesidad de hacer primer anuncio como paso previo a la catequesis.

Así no es de extrañar que jóvenes sin experiencia de conversión no entiendan catequesis hermosísimas que en cambio hacen las delicias de todos los que ya están metidos en la Iglesia hasta las trancas.

Lo preocupante para mi es que ahora que la Iglesia está en periodo de reflexión sobre la Nueva Evangelización, la sensación es nos estamos limitando a titular “evangelización” a todo lo que se hace,  sin profundizar en el significado de lo que nos están pidiendo nuestros pastores.

Evangelizar no es simplemente añadir un barniz a lo que ya hacemos en la Iglesia, es cambiar la manera misma en la que conceptualizamos la Iglesia, y esto incluye empezar por hacer lo que el CELAM dijo con motivo de Aparecida: “cambiar las estructuras pastorales caducas”.

Evangelizar no es simplemente poner títulos, hacer reuniones, nombrar encargados…requiere un cambio de mentalidad muy profundo y una revisión sobre la razón de ser y la manera de actuar de las parroquias de hoy en día.

Evangelizar, por último, no es pensar en cómo recuperar gente en una Iglesia donde la gente no asiste, sino plantearse la acuciante necesidad de conversión y discipulado que tenemos en la Iglesia, donde los propios bautizados han de ser convertidos.

Y para muestra un ejemplo…

En la pasada JMJ un grupo de jóvenes de un país latinoamericano donde sí se tiene clara la diferencia entre evangelización - acción ordinaria de la Iglesia, llegaron a una parroquia y se sintieron obligados a organizar un curso de evangelización para la gente que les estaba acogiendo y el entorno del barrio donde estaban.

Ni cortos ni perezosos, con la insolencia y audacia de sus pocos años, prepararon e impartieron nada menos que un curso Felipe en el que trataron de comunicar el primer anuncio a quienes no lo habían recibido.

Qué contraste con la manera plantearnos la aproximación a la fe que tenemos en la Iglesia en España, tan llena de actividades, celebraciones, reuniones y formaciones, que no tiene tiempo ni espacio para propiciar una experiencia de conversión, tanto en los alejados como en los propios bautizados.

 

¿Se puede hablar de depreciación de la evangelización en las parroquias?

 Leyendo Hojas parroquiales como la que describo sí, pues al final si todo es evangelización, ¿por qué plantearnos el esfuerzo de presentar el anuncio cristiano a propios y extraños? ¿Acaso no estamos trabajando a destajo en la dirección correcta?

Para mí la respuesta está clara: se ha puesto a la pastoral de mantenimiento un leve barniz de evangelización…pero ese no es el camino, ni lo que la Iglesia está pidiendo hoy en día, y mucho menos lo que nos sacará de la presente crisis...

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