Viernes, 22 de noviembre de 2024

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El verdadero ecumenismo.

El verdadero ecumenismo.

por Néstor Mora Núñez

En la jornada de ayer, Benedicto XVI se reunió con representantes de la Iglesia Luterana en Alemania. Más que el acto ecuménico, el discurso del Papa fue el verdadero soplo de ecumenismo.

El Santo Padre inició su discurso con este versículo del evangelio de San Juan:

 

No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos” (Jn 17, 20)

 

Esta oración fue realizada en el cenáculo por Cristo. El Santo Padre nos dice de ella que “esta oración de Jesús no es simplemente algo del pasado” sino que se es una oración que resuena en Cielos y Tierra de forma constante.  “Él está siempre ante el Padre intercediendo por nosotros, y así está en este momento entre nosotros y quiere atraernos a su oración. En la oración de Jesús está el lugar interior, de nuestra unidad.

 

Pero la realidad que vivimos nos demuestra que la unidad no existe. Nuestros egos, apetencias y entendimientos nos llevan a alejarnos de nuestros hermanos. Se pregunta el Papa “La oración de Jesús ¿ha quedado desoída? Dios nos ha dado libertad y esa libertad unida al pecado crea continuos problemas. Pero, el pecado no lo es todo. La Gracia de Dios también es capaz de ofrecernos esperanza:

 

Por eso, en un encuentro ecuménico, no debemos lamentar solo las divisiones y las separaciones, sino agradecer a Dios por todos los elementos de unidad que ha conservado para nosotros y que continuamente nos da.
 

El párrafo más importante del discurso evidencia el problema de unidad como un diálogo entre nuestra naturaleza imperfecta y la perfección que nos ofrece Dios por medio de su Gracia:

El hombre tiene necesidad de Dios, o ¿acaso las cosas van bien sin Él? Cuando en una primera fase de la ausencia de Dios, su luz sigue mandando sus reflejos y mantiene unido el orden de la existencia humana, se tiene la impresión que las cosas funcionan incluso sin Dios. Pero cuanto más se aleja el mundo de Dios, tanto más resulta claro que el hombre, en el hybris del poder, en el vacío del corazón y en el ansia de satisfacción y de felicidad, “pierde” cada vez más la vida. La sed de infinito esta presente en el hombre de tal manera que no se puede extirpar. El hombre ha sido creado para relacionarse con Dios y tiene necesidad de Él. En este tiempo, nuestro primer servicio ecuménico debe ser el testimoniar juntos la presencia del Dios vivo y dar así al mundo la respuesta que necesita. 
 

El testimonio que damos al mundo no solo comunica sentimientos, sensaciones y emociones, sino que tiene un fuerte componente de conocimiento. El conocimiento de Dios es más necesario que nunca: “Sin el conocimiento de Dios, el hombre se hace manipulable. La fe en Dios debe concretarse en nuestro común trabajo por el hombre. “

 

La madurez de la Fe se manifiesta en el compromiso de dar testimonio de Dios.  Dice el Santo Padre: “La seriedad de la fe se manifiesta sobre todo cuando esta inspira a ciertas personas a ponerse totalmente a disposición de Dios y, a partir de Dios, a los demás.

 

Pero, el ecumenismo se entiende muchas veces como homogenización y asimilación. Estos conceptos nos llevan a buscar terminos medios, consensos. El Santo Padre nos adviernte que: “... la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajasUna fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros busquemos o concordemos. Es el fundamento sobre el cual vivimos. La unidad no crece mediante la ponderación de ventajas y desventajas, sino profundizando cada vez más en la fe mediante el pensamiento y la vida. 

 

Es frecuente que pensemos en el ecumenismo como una negaciacón que busca llegar a acuerdos entre “las jerarquías”. Pero el Papa nos dice que eso no es ecumenismo. El ecumenismo busca comprender la verdad y compartirla con honestidad.

 

La honestidad debe empezar con reconocernos tal como somos y después por acercarnos a quienes tenemos delante con el ánimo de comprenderlos. Después hay que esperar que sea la Verdad quien nos reuna en su interior. Simplificar el ecumenismo como un negocio entre dos o más partes, es desconocer que la Verdad es inmutable, creer en que la Iglesia es una realidad manipulable y desconfiar en último término de Dios. Dios nos ayude en camino de la unidad.

 
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