La omnipresencia de Dios
Son muchos los que se preguntan dónde ver a Dios en su vida, y también los que no tienen fe, por no alcanzar a experimentar alguna presencia.
Mi afición al montañismo y a la escalada, y esta también me condujo a la espeleología, -¡qué maravillas en todo ello!- han hecho que frecuentemente me hayan preguntado si en esa actividad ha encontrado a Dios.
Siempre he respondido que sí, y pienso que el libro que escribió el Papa –el día 30 hará justamente un año- sobre “La Palabra del Señor” abrirá a la fe a más de uno. ¿Por qué?
Porque, si es cierto que Dios ha comunicado su Palabra, el Verbo, a lo largo de toda la historia de la salvación, y alcanza su plenitud en la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios, no es menos cierto que la creación, la naturaleza, forman parte esencialmente de esa sinfonía en la que se expresa el único Verbo, como afirma el Papa.
Si todo ha sido creado por el Verbo y para el Verbo, la firme belleza de una roca, la delicadeza y variedad de árboles, plantas y flores, los rios y los mares, el cielo estrellado, todo cuanto contemplamos nos habla de la potencia creadora y de la belleza de Dios. Cuanto nos admira y agrada, o impone por su grandeza, no son sino palabras del Verbo creador...
Hace siglos dijo San Buenaventura que “toda criatura es Palabra de Dios, en cuanto que proclama a Dios”. Y el Santo Padre nos recuerda “La Constitución Dogmática “Dei Verbum” había sintetizado ésto declarando que “Dios creando y conservando el universo por su Palabra (Jn 1,3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo”.Un testimonio que convierte la creación en “el lugar en que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura. Por tanto la salvación del hombre es el motivo de todo”.
Ello engrandece el valor del cuerpo humano, que de Dios ha recibido y los dones de la razón, la libertad y la conciencia. Y, como dijo la Comisión Teológica Internacional: “Todo ser humano, que llega al uso de razón y a la responsabilidad, experimenta una llamada interior a hacer el bien”.
Hay que recordar, ahora que tantos quieren llevar al pueblo a marginar a Dios, que quien construye la propia vida sobre la Palabra de Dios, edifica verdaderamente de manera sólida y duradera, como Jesús afirmó en más de una ocasión. de “edificar sobre roca”.
En tiempos, como el nuestro, de siembra de anticreencia, de “paladines”, que defienden la necesidad de crear una ética sin Dios, que aboca a muchas actuaciones no morales, son necesarios creyentes que digan claramente –con palabras y hechos- que, a la pregunta de para qué está creado el hombre, respondan que el hombre está hecho para amar el bien. Si el máximo bien es Dios, y lo es, ojalá muchos nos preguntáramos, con el salmo 41: “Mi alma tiene sed del Dios fuerte y vivo, ¿cuándo veré y me presentaré ante el rostro de Dios?”.
Mi afición al montañismo y a la escalada, y esta también me condujo a la espeleología, -¡qué maravillas en todo ello!- han hecho que frecuentemente me hayan preguntado si en esa actividad ha encontrado a Dios.
Siempre he respondido que sí, y pienso que el libro que escribió el Papa –el día 30 hará justamente un año- sobre “La Palabra del Señor” abrirá a la fe a más de uno. ¿Por qué?
Porque, si es cierto que Dios ha comunicado su Palabra, el Verbo, a lo largo de toda la historia de la salvación, y alcanza su plenitud en la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios, no es menos cierto que la creación, la naturaleza, forman parte esencialmente de esa sinfonía en la que se expresa el único Verbo, como afirma el Papa.
Si todo ha sido creado por el Verbo y para el Verbo, la firme belleza de una roca, la delicadeza y variedad de árboles, plantas y flores, los rios y los mares, el cielo estrellado, todo cuanto contemplamos nos habla de la potencia creadora y de la belleza de Dios. Cuanto nos admira y agrada, o impone por su grandeza, no son sino palabras del Verbo creador...
Hace siglos dijo San Buenaventura que “toda criatura es Palabra de Dios, en cuanto que proclama a Dios”. Y el Santo Padre nos recuerda “La Constitución Dogmática “Dei Verbum” había sintetizado ésto declarando que “Dios creando y conservando el universo por su Palabra (Jn 1,3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo”.Un testimonio que convierte la creación en “el lugar en que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura. Por tanto la salvación del hombre es el motivo de todo”.
Ello engrandece el valor del cuerpo humano, que de Dios ha recibido y los dones de la razón, la libertad y la conciencia. Y, como dijo la Comisión Teológica Internacional: “Todo ser humano, que llega al uso de razón y a la responsabilidad, experimenta una llamada interior a hacer el bien”.
Hay que recordar, ahora que tantos quieren llevar al pueblo a marginar a Dios, que quien construye la propia vida sobre la Palabra de Dios, edifica verdaderamente de manera sólida y duradera, como Jesús afirmó en más de una ocasión. de “edificar sobre roca”.
En tiempos, como el nuestro, de siembra de anticreencia, de “paladines”, que defienden la necesidad de crear una ética sin Dios, que aboca a muchas actuaciones no morales, son necesarios creyentes que digan claramente –con palabras y hechos- que, a la pregunta de para qué está creado el hombre, respondan que el hombre está hecho para amar el bien. Si el máximo bien es Dios, y lo es, ojalá muchos nos preguntáramos, con el salmo 41: “Mi alma tiene sed del Dios fuerte y vivo, ¿cuándo veré y me presentaré ante el rostro de Dios?”.
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