Noche del 18 de septiembre, puente de San Cosme en Ciempozuelos
71 hermanos de San Juan de Dios
Escribe Monseñor Vicente Cárcel Ortí que “en el historial persecutorio de los religiosos tiene la Orden de San Juan de Dios su capítulo, no menos glorioso que el de los demás Institutos, con aquellos matices peculiares de la vocación hospitalaria. Ellos son buen testimonio de que la persecución no se limitó a determinados aspectos de la vida política y social, sino que intentó la eliminación total del significado religioso. Por eso no hubo excepciones, ni se tuvieron en cuenta las peculiaridades de las instituciones, ni la dificultad de llenar sus vacíos.
Los Hermanos de San Juan de Dios, ligados con deberes sagrados para con los enfermos, no podían abandonar a éstos para salvarse a sí mismos sin hacer traición al ideal sublime de su propia vocación, que es de dar la vida por los pobres enfermos, como lo tienen prescrito en uno de los artículos de las Constituciones” (“Mártires Españoles del Siglo XX” publicado en la B.A.C. Págs. 269-276).
De los 71 mártires beatificados el 25 de octubre de 1992, 64 pertenecían a 30 provincias de la extensa geografía española (10 de Navarra, 5 de Castellón de la Plana, 4 de las provincias de Barcelona, Granada y Palencia, 3 de las de Madrid y Soria, 2 de las de Badajoz, Burgos, Ciudad Real, Guipúzcoa, Murcia, Tarragona, Valencia y Zaragoza, y 1 de cada una de las de Álava, Albacete, Almería, Cádiz, Córdoba, Gerona, León, Lérida, Málaga, Santander, Segovia, Sevilla, Teruel, Valladolid y Zamora); los otros 7 hospitalarios eran de Colombia.
En esta serie ya hemos publicamos dos artículos:
Cuando asesinan hoy a Fray Jacinto Hoyuelos, habían sido asesinados 43 religiosos de la Orden de San Juan de Dios. Él hace el nº 44. Todavía tienen que ser asesinados en dos sacas, en el mes de noviembre, los martirizados en Paracuellos; y varios más que lo serán en Barcelona, hasta sumar los 71 frailes que fueron elevados a los altares por el Beato Juan Pablo II. En total, fueron asesinados 91 hermanos de la Orden de San Juan de Dios.
Beato Jacinto Hoyuelos González
Nació el 11 de septiembre de 1914 en la localidad cántabra de Matarrepudio, perteneciente al municipio de Valdeolea; hijo de Flaviano Hoyuelos y de Dalmacia González, honrados trabajadores del campo, de arraigada fe y costumbres cristianas; ocupando el puesto de primogénito de entre los 12 hijos del matrimonio. Fue bautizado al día siguiente.
Con sus padres pasó su infancia en los pueblos de Barruelo y Menaza (Palencia), trabajando en servicios del ferrocarril, asistiendo al colegio de las Hermanas de la Caridad de san Vicente de Paúl y después de los Hermanos Maristas; con estos últimos se preparó e hizo la primera comunión. El 19 de octubre de 1921, recibió el sacramento de la confirmación.
De natural dócil y misericordioso, se distinguió por su vida piadosa y caritativa, aún de niño, llevando a su casa a los pobres y mendigos que encontraba en la calle sin alojamiento.
Así se dirigía a su madre, tras recibir a un mendigo en su casa:
“-Madre, este pobre no tiene dónde dormir esta noche y no ha comido hoy, recíbalo usted y que coma”.
A los 16 años, abandonó la casa familiar y se puso a trabajar en el campo como labrador. Pero, sin embargo, por medio de su párroco, Eleuterio Calderón, que le orientó vocacionalmente pudo conocer la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Sus sentimientos de caridad encontraron enfoque vocacional y obtenida la admisión, fue con sus padres al Santuario cántabro de la Virgen de Montesclaros en peregrinación, donde confesó y comulgó encomendando a la Virgen su vocación.
Acompañado de su padre viajó a Ciempozuelos, ingresando en el postulantado el 29 de mayo de 1934. Desde el primer día se sintió feliz; y así, escribía a sus padres:
“¡Qué alegría, qué satisfacción y qué bienestar se encuentra, porque se pone toda la esperanza en Dios, y ya se sabe que se hace todo por Él!; a los enfermos se les trata con cariño, amabilidad y dulzura”.
El hábito hospitalario lo recibió en Palencia el 7 de septiembre del mismo año, abriendo con el primer grupo el noviciado de la Provincia de Castilla. Escribía:
“Cuando veo a los pobres enfermos, pienso: estos pobres, que en el mundo son despreciados, aquí están tan bien considerados y asistidos. Los asistimos por Jesucristo y a Él hacemos cuando hacemos a los pobres. Yo no sé cómo dar gracias a Dios por haberme traído a la vida religiosa hospitalaria”.
El 8 de septiembre de 1935 hizo su profesión temporal. El 27 de enero de 1936, se trasladó nuevamente al municipio madrileño de Ciempozuelos, como soldado de la quinta del 35 y se presentó en la zona militar de Getafe, donde estaban adscritos los Hermanos que realizaban el servicio militar. Posteriormente pasó a cumplir este servicio en la Clínica Militar de Ciempozuelos, donde eran asistidos los enfermos mentales militares. Aquí pudo hacer la vida de comunidad simultáneamente con los religiosos.
Poco después de llegar, ante el clima de persecución, escribe en una carta: “Estamos dispuestos a morir por Jesucristo y confesarle en todos los instantes, antes que apostatar de la religión que hemos profesado”.
El 7 de agosto de 1936 los religiosos fueron detenidos, pero el Dr. Sloker, jefe de la clínica militar, lo reclamó alegando que era un soldado a sus órdenes. Eso lo salvó de momento, pero los milicianos no lo olvidaban y continuamente lo zaherían con acusaciones y amenazas. El hermano Jacinto no hacía caso de ellas y continuaba su servicio con los enfermos, retirándose al sótano para hacer sus rezos. En confianza decía que no entendía por qué se perseguía a los hermanos si ellos no hacían daño a nadie.
Llega el día del martirio
El 18 de septiembre, por la noche, fue sorprendido en la clínica antes de acostarse y obligado a salir a prestar declaración ante el Comité. Fue sacado por la puerta de la despensa, llevado al comité del pueblo y allí interrogado, mezclándose las preguntas políticas con las religiosas. El hermano ante estas preguntas guardó silencio. Lo llevaron entonces directamente al puente de la estación de ferrocarril, llamado de San Cosme, y le querían obligar a que blasfemara y a que diera vivas a la República. El hermano se negaba a blasfemar a pesar de los golpes que le daban. Entonces le pusieron una cuerda al cuello, la ataron por el otro extremo al puente y lo arrojaron al vacío, ahorcándolo. Y además le dispararon varios tiros. Vestía un mono azul y alpargatas y tenía las manos atadas a la espalda.
Al día siguiente su cuerpo colgando del puente y un gran charco de sangre en el suelo se presentaban como un horroroso espectáculo. Llamado el juez, mandó llevar el cadáver al depósito, donde el forense reconoció que el cuerpo había sido ahorcado y tenía varias heridas de bala. Dijo que la muerte se produjo por asfixia en suspensión.
El Beato Jacinto Hoyuelos, al morir mártir, tenía 22 años de edad y 2 de vida religiosa como Hermano de san Juan de Dios. Fue enterrado en el cementerio municipal de Ciempozuelos. El 17 de junio de 1937 fue exhumado y trasladado a la tumba de los Hermanos, dentro del mismo cementerio. El 17 de abril de 1990 se hizo un nuevo reconocimiento y se trasladó la urna a un nicho del nuevo panteón de los Hermanos. Finalmente, el 7 de abril de 1992, se hizo el reconocimiento canónico de sus restos, los cuales fueron dispuestos en una urna nueva que fue trasladada al Hospital de San Rafael en Madrid.
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