Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De un cristiano al que todos envidian por ser tan guapo

por Luis Antequera

 
            Un cristiano que, como todos Vds. sabrán se llama nada más y nada menos que Cristiano Ronaldo.
 
            La declaración del crack del Real Madrid me ha suscitado reacciones muy encontradas. La primero de ellos es que el adornado futbolista portugués tiene razón, toda la razón. Tanta que lo que ayer dijo sobre sí mismo, lo podrían decir muchos, también, sobre sí mismos: efectivamente, Ronaldo es envidiado. Y probablemente lo es, como él dice, por ser guapo, por ser rico, por ser una estrella del fútbol y de los medios de comunicación, y hasta por alguna otra cosa que omitió decir… La envidia es indudablemente uno de los grandes pecados. Como tal pecado que es, a mí la envidia me fascina, y me produce continuas reflexiones que voy anotando en mi personal cuaderno de bitácora, de las cuales, por el momento, sólo revelaré que, efectivamente (y no soy yo el descubridor), es, desde luego, el gran pecado nacional. Lo que no quiere decir que allende nuestras fronteras no exista, pero sí que en nuestro país, y por desgracia, sobreabunda. Tanto que aunque probablemente Ronaldo no estuviera hablando sólo de los españoles… a lo mejor ha tomado conciencia de lo envidiado que es precisamente desde que está en España, quien sabe.
 
            Se cuenta de un gran escritor español de la primera mitad del s. XX, no sabría decirles si Edgar Neville o Miguel Mihura, que una vez apareció por la tertulia en la que participaba cojeando, y que alguno de sus compañeros descubrió que sólo fingía, pues no tenía motivo real alguno para la cojera. Así que interpelado por tan extraño comportamiento, el aludido respondió, de manera muy parecida a como ayer lo hizo el lanzador de faltas del Real Madrid, con palabras que debieron de asemejar bastante a éstas: “Soy guapo, soy rico, de buena familia, tengo éxito con las mujeres… si no fuera cojo me acribillarían”.
 
            Aceptado, pues, que cuando dice que es envidiado y las razones da, no le falta razón al talentoso portugués. Yo por lo menos se la doy al ciento por ciento. Ahora bien, ¿ha debido hacer Ronaldo las declaraciones que hizo? En mi opinión son muchos los motivos que, por lo menos, debería haber considerado el futbolista antes de realizarlas.
 
            Para empezar, Ronaldo se debe a mucha gente que no es sólo Ronaldo: se debe a todo un club, el Real Madrid, que le paga con una generosidad inusitada, y a todos los seguidores de ese club. Con declaraciones como la realizada ayer, Ronaldo sólo consigue enconar la mucha animadversión existente contra ese club (precisamente por lo mismo, por envidia) en el mundo entero y en España en particular.
 
            En segundo lugar, Ronaldo pecó contra la prudencia, un pecado que más que Dios, le hará pagar este mundo cruel. Y en particular cuando al salir a los diversos campos de fútbol se eche contra sí con especial virulencia al llamado “respetable” (que no siempre lo es tanto), generando una tensión que no tengo duda que el portugués sabrá soportar bien, pues es, indudablemente, un gran provocador (posible tercer pecado cometido), pero que a lo mejor sus compañeros de trabajo preferirían no tener que soportar.
 
            En tercer (o en cuarto), declaraciones como las de ayer, sin ser exactamente soberbias, sí reflejan, qué duda cabe, una falta de modestia y de humildad tirando a llamativas…
 
            En fin, así son las cosas, Cristianilho. Yo, repito, te doy toda la razón, y hasta comprendo tu indignación cada vez que te ves víctima de la envidia y de los insufribles envidiosos. Al fin y al cabo, has venido a uno de los países del mundo en el que más hay por metro cuadrado. No creo sin embargo, que hayas debido realizar declaraciones como las que has hecho, y en el momento en el que las has hecho. Tal vez más adelante, cuando ya peinando algunas canas algún editor ávido de hacer dinero, que lo hará, te pida tus memorias… Pero por ahora, cultiva la prudencia y alimenta la modestia, que ni la una ni la otra han de venir mal ni a tu carrera ni a los objetivos de tantos como te rodean y han confiado en ti para conseguirlos… Entre los cuales yo mismo, que no tengo razón para ocultar mi madridismo…
 
 
 
 
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