Con amigos como Obama… ¿quién necesita a Bush?
por Luis Antequera
En unas declaraciones que aunque no falten a la verdad, me parecen un verdadero desacierto desde el punto de vista meramente político, el Sr. Obama ha vuelto a dar una vuelta de cuerda al cuello del Sr. ZP, diciendo aquello de que aunque Grecia pueda ser lo urgente, lo verdaderamente grave es España.
Momento es propicio de recordar, Sr. ZP, las alharacas con las que Vd. celebró el, después de todo, apretadísimo triunfo del Sr. Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas hace ya tres años. Triunfo que, según creyó Vd. en su alarmantemente exiguo pensamiento, iba a redimir a Vd. y a su Gobierno de las intolerables ofensas cometidas en el pasado a la noble nación americana y a su noble pueblo, permaneciendo en la posición del retrete mientras pasaba su bandera, o abandonando a nuestros aliados en un escenario de guerra sin ni siquiera avisar o consultar el modo de que dicho abandono fuera lo menos gravoso para todos.
Y ya ve Vd., Sr. ZP, lo que son las cosas… en momentos como los presentes en los que “su íntimo amigo” le dice cosas como lo de ayer, ¿a que hasta está Vd. echando de menos al Sr. Bush? Después de todo, el “hortera tejano propietario del rancho en el que Aznar pone los pies sobre la mesa” no le molestó a Vd. en lo más mínimo, se limitó a distanciarse de Vd., cosa que curiosamente han hecho todos los que en algún momento se le han aproximado a menos de quinientos kilómetros (tiene algo su persona que produce tan interesante efecto), y hasta alguna vez le saludó con un cordial “¿Qué tal, amigo?”, del que a Vd., en su alarmantemente exiguo pensamiento, seguramente sólo llamó la atención el vaquero acento de quien lo pronunciaba… ¡Como si fuera Vd. capaz de decir, aunque sólo sea con el más berciano de los gracejos, un simple “How are you, my friend”! Y digo que lo estará Vd. echando de menos, porque lo que es su amigo Barack, Sr. ZP, no le ahorra a Vd. ni un desplante de esos que duelen hasta a los que nos limitamos a contemplarlos.
El Sr. Obama, Sr. ZP, ha visitado toda Europa menos España. No le ha visitado a Vd. ni cuando recaía en su persona la presidencia de Europa, ¡que ya es decir!, y la voluntariosa Pajín anunciaba aquel “planetario” encuentro que nos hizo pensar a todos que acontecería en el Voyager o en la luna (aunque la luna no sea un planeta). Me pregunto cuántos “presidentes europeos” comparten con Vd. tan meritorio registro. Su “buen amigo Barack” le hizo relamerse a Vd. con la posibilidad de que, aunque sólo fuera en visita privada, se dejaría caer el verano pasado por estos lares para tostarse al sol marbellí con su flamante esposa, y al final volvió a dejarle a Vd. con la cara de pringao. ¿Se da Vd. cuenta, Sr. ZP, de que hasta Franco, con el estrecho margen de maniobra de la política exterior española franquista de todos conocido, fue visitado infinitas veces más que Vd. por un presidente norteamericano?
Pues bien, si malas han sido para Vd. las ocasiones en las que el Sr. Obama ha ignorado olímpicamente a su persona, peores han sido aún aquéllas en las que se ha acordado de ella, aunque sólo sean dos. La primera, cuando le ordenó presentarse inmediatamente en Washington, que iba Vd.a aprender a rezar con papá. Aunque eso de rezar no lo haya hecho Vd. ni con el Papa, quien, sin embargo, fíjese Vd. lo que son las cosas, sí ha honrado a su persona con tres visitas en ninguna de las cuales fue Vd. capaz, en su alarmantemente exiguo pensamiento, ni de apreciar la oportunidad que se le daba de departir con uno de los agentes más importantes de la escena internacional(1). Y la segunda, ¡madre mía con la segunda!, cuando un buen día de aquel mes de mayo le anunció -por teléfono, faltaría más, ¡que se iba a desplazar el hombre más poderoso del mundo para decirle a Vd. las cuatro palabras que le tenía que decir!- que la soberanía española en materia económica quedaba temporalmente suspendida, y que a partir de ese momento tenía que dejar de hacer Vd. el idiota y ponerse a las órdenes de la Sra. Merkel, que le diría lo que hay que hacer. Con lo que, por cierto, piense Vd. un poco en ello, puso a Vd. fecha de caducidad, condenándole a no volver a presentarse a unas elecciones, y en consecuencia, a abandonar ese su indisimulado sueño (y pesadilla de los españoles) de morirse en La Moncloa. Momento, quizás, para rememorar aquel retrete que le hizo Vd. a la bandera norteamericana. O quién sabe, si la bromita esa tan divertida que le gastó Vd. a su poderoso amigo cuando fue a visitarle a la Casa Blanca con las niñas disfrazadas.
La verdad, Sr. ZP, que con amigos como Barack… ¿quién necesita enemigos como George? ¿O no está Vd. de acuerdo conmigo?
(1) Y aunque una de ellas, al menos, sirviera para que se largara Vd…. ¡¡¡a Afganistán!!! ¡¡¡a Afganistán a visitar a los militronchos facciosos y regordetes por el éxito de una misión iniciada por los no menos facciosos yankees!!! ¡Quién le iba a decir a Vd. que jugar al escondite con el Papa obligaba a facherías como esa, ¿eh?!
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