La Vid y los sarmientos. Unidos a la Gracia de Dios
La Vid y los sarmientos. Unidos a la Gracia de Dios
Cuando la Gracia está en nosotros, somos verdaderamente humildes; entonces nuestra inteligencia está más viva, y somos obedientes, dulces, agradables a Dios y a los hombres. Pero cuando perdemos la Gracia, nos secamos como un sarmiento cortado de la vid. Si alguno no ama a su hermano por el cual el Señor ha muerto entre grandes sufrimientos, es señal de que él mismo se ha separado de la Vid. Pero el que lucha contra el pecado, estará con el Señor al igual que la vid es llevada por el sarmiento (San Silvano)
Estimado lector. Quizás mi reflexión no le parezca nada original, pero lo fundamental hay que repetirlo con frecuencia intentando dar cierta frescura a lo ya conocido. San Silvano, nos refresca la necesidad de estar unidos a Cristo y a la Iglesia, con una frescura y sencillez que a veces necesitamos.
La Gracia de Dios es como la savia que llena el sarmiento, le permite desarrollarse y dar fruto abundante. El sarmiento sabe que él no puede producir la savia que le da vida y que necesita estar unido para crecer. La unión entre cepa y sarmiento no es algo segundario o que pueda darse a una “cómoda” distancia. Los sarmientos deben estar unidos a la vid para tomar la savia del tronco. Un tronco que extrae el alimento de lo más profundo de la tierra y lo comparte con todos los que están unidos a él. De la misma forma, no podemos esperar recibir la Gracia de Dios separados y distanciados de nuestros hermanos. La distancia puede parecer más cómoda que la cercanía. Sobre todo porque permite mayor desafección y cierta sensación de de libertad, aunque sin la Gracia no hay libertad que valga. La sensación de libertad solo es eso, una apariencia que termina por llevar a la sequedad del sarmiento separado.
Nos dice San Silvano que cuando estamos unidos a la cepa y recibimos la Gracia de Dios, es cuando somos verdaderamente humildes. ¿Por qué? Porque al recibir la Gracia es cuando sabemos que nada podemos sin Cristo y somos conscientes de nuestra incapacidad y crecer y dar frutos por nosotros mismos.
¿Por qué nos cuesta tanto estar unidos? Me temo que el enemigo sabe que en la unión, la Gracia impide su maligna tarea. Por eso busca separarnos para, después de perder el flujo de la Gracia, atacarnos.
Dios nos ayude a no hacer caso al enemigo.