Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Madrugada del 12 de septiembre, en la Cañada de los Pozos de Hellín

por Jorge López Teulón

¿Cuál de vosotros me va a matar?
Esa fue la pregunta que el Beato Fortunato Arias Sánchez hizo a los milicianos que lo trasladaban a las afueras de la ciudad de Hellín, lugar donde fue apresado el nueve de septiembre de 1936. Uno de los milicianos contestó que era él al que le habían encomendado dicha misión. El sacerdote se quitó su reloj de pulsera y le dijo:



-Pues toma este reloj de recuerdo. Sólo te pido que me dejes morir besando esta cruz.
El miliciano le contestó que no había problema. Al llegar al lugar convenido, en un sitio denominado Cañada de los Pozos, en la carretera de Pozohondo, Fortunato Arias se arrodilla, abraza su crucifico y exclama:
-Que Dios os perdone, como os he perdonado yo.
Pocos segundos después, tres balas atravesaron sus sienes.
Era el día 12 de septiembre. El Beato tenía 45 años.

 
Beato Fortunato Arias Sánchez
Nació en Almaciles (del término municipal de Puebla de don Fadrique) el 11 de junio de 1891 y fue el único sacerdote granadino beatificado el 28 de octubre de 2007 junto con otros 497 mártires españoles de la persecución religiosa.
Fortunato nació dentro de una familia de agricultores y aprendió las primeras letras de un maestro ambulante que iba recorriendo aquellos cortijos. A los diez años puso asistir, junto con su hermano Félix, a la escuela de Puebla de Don Fadrique. Viendo las cualidades del niño y su aptitud para el estudio, sus padres determinaron enviarlo a Caravaca de la Cruz (Murcia), al cuidado de su tía Teófila, que influyó mucho para que el muchacho, después de trabajar en una tienda de tejidos, ingresara en el seminario de San Fulgencio, en Murcia. Fortunato tenía entonces 15 años.
Según sus biógrafos, Fortunato destacó en el seminario por su esclavitud hacia el deber. Obtuvo notas tan brillantes que al finalizar su tercer año de Teología le fue concedido recibir con adelanto la tonsura y las cuatro órdenes menores. En 1917 fue ordenado subdiácono y un año más tarde era ya ordenado presbítero en la catedral de Murcia.
Celebró su primera misa en la localidad que le vio nacer. Almaciles se vistió de fiesta para esa ocasión. Debido a una afección cardíaca, Fortunato fue destinado a dar clases de Latín y Humanidades en el seminario en el que se había formado. Pero a él le atraía mucho la vida parroquial, por eso en 1926 pidió que se le destinara a una parroquia. Su petición fue aceptada y fue destinado a la parroquia de La Purísima en El Palmar (Murcia), donde ejerció desde 1926 a 1935, un año antes de que estallara la Guerra Civil.
Lo extraordinario de aquel hombre era su sonrisa, que daba un tono tal a toda su persona que era imposible no admirarlo”, escribe sobre él José Luján García, sacerdote palmareño que le sustituyó. Ese mismo año Fortunato es trasladado a Hellín (Albacete). Un numeroso grupo de feligreses lo esperó en la estación. Fortunato se sintió halagado por el recibimiento y cuando la comitiva llegó hasta la iglesia, el nuevo sacerdote de Hellín exclamó: “¡Qué parroquia tan grande para un cura tan pequeño!”. Así de humilde y sencillo era este sacerdote.
 
Martirio
Al poco tiempo comenzó la persecución religiosa. Fortunato llevaba muy poco tiempo en Hellín y el mismo alcalde de la localidad, Cristóbal Díaz Lozano, le ofrece un salvoconducto especial para que pueda salir de allí y dirigirse al lugar de España donde quisiera. “-Muchas gracias, pero jamás abandonaré el rebaño que el Señor me ha encomendado”, dicen que exclamó.
El 20 de julio de 1936 comienzan la profanación de las iglesias en Hellín y uno de los primeros detenidos es el sacerdote granadino. Fue puesto en libertad al día siguiente con la obligación de presentarse todos los días al Ayuntamiento. Pero a mediados de agosto es llevado a prisión. Desde allí escribe una carta a su hermano Félix en el que, entre otras cosas, le dice: “Las cosas han cambiado notablemente desde mi última carta y hoy sospecho, con sobrada razón, que me quedan pocas horas de vida. Perdono a todos los que sean o hayan sido los causantes o cómplices de mi muerte. No recuerdo haber dado ocasión a que se me persiga, y me satisface pensar que la causa única de todo es mi carácter sacerdotal. Morir así es un verdadero y glorioso martirio.
El 9 de septiembre era trasladado a la Casa del Pueblo y el día 11, bien entrada la noche, unos milicianos lo sacan de prisión y en un automóvil lo conducen a las afueras de la ciudad. Al día siguiente, cuando la hija del sacristán fue a llevar la comida al preso Fortunato, en la prisión le dicen que ya no era necesaria. Un vecino y su esposa descubrieron el cuerpo y lo enterraron poniendo una teja para señalar el lugar. Allí dicen que iban todos los días personas a rezar. Al terminar la guerra, la teja fue sustituida por una cruz, que a su vez sería sustituida poco después por una lápida de mármol donada por el Ayuntamiento de Hellín.



 
Proceso de beatificación
A finales de 1939, los ciudadanos de El Palmar (Murcia) reclamaron los restos del que fuera su párroco durante varios años. Se autorizó el traslado de los restos y, se procedió a la exhumación del cadáver, que tuvo una nueva sepultura en la iglesia parroquial de la Virgen del Rosario, donde se encuentra actualmente.
La causa de beatificación y canonización de Fortunato Arias se inició en el Obispado de Albacete el 20 de diciembre de 1956. Tanto en el Palmar como en Hellín se reunieron testimonios que ayudaran a la causa. Finalmente, el 28 de octubre de 2007, tuvo lugar la beatificación de Fortunato Arias Sánchez en la Plaza de San Pedro, en Roma, junto a 497 mártires más de la persecución religiosa en España.
 
Más información en:
http://www.adkrea.com/laportali/numero23/reportaje.htm
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