teologia de la prosperidad
¿Qué es la Teologia de la prosperidad?
Hoy en día es muy común entre los telepredicadores hablar sobre la prosperidad económica y las bendiciones que Dios te da a quien tienen este bienestar físico y financiero. Como si solamente existieran bendiciones de Dios para aquellos que les va bien en los negocios y en la salud, olvidándose por completo de la pobreza evangélica.
A esta doctrina, se la conoce como “teología de la prosperidad “o “evangelio de la prosperidad”. De esta forma se les pide que donen más dinero a la iglesia o secta para que se les aumenten las bendiciones de Dios. Para ellos, la enfermedad y la pobreza son maldiciones y aquellos que tienen estas cosas es que no han sido bendecidos por Dios porque no han hecho bien las cosas.
Origen de esta doctrina y práctica en la actualidad
Comenzó a tener difusión esta teología en América entre 1940 y 1950. Pronto, en 1980 las enseñanzas de la prosperidad ocuparían un lugar importante en el tele evangelismo protestante, concretamente en muchos grupos evangélico-pentecostales. Grandes figuras mediáticas de las televisiones evangélicas: Cash Luna, Joel Osten, Benny Hinn, Robert Tilton enseñan estas doctrinas en sus canales. Pastoras (profetas) que también se han hecho conocidas por este tipo de prédicas son Ana Maldonado con su frase: “A punta de dólares te meto al Cielo” o Ana Méndez con la frase “Venciendo el espíritu de mamón”. Si tuviéramos que hablar de un fundador o inventor de estas prácticas, podría ser el pastor Essek Kenyon, con su doctrina de la confesión positiva (confesar lo que uno desea para que se cumpla, y cuando uno tiene dolor, confesar siempre positivamente de forma que niegas los síntomas de la enfermedad, sugestionándote mentalmente).
En la actualidad muchos grupos pentecostales y grupos evangélicos practican estas creencias. Debido sobre todo a que en la Teología protestante no hay lugar para el sufrimiento ni para la pobreza evangélica, esta enseñanza ha causado mucho éxito dentro del protestantismo y pentecostalismo moderno. Para ellos, la enfermedad o incluso las situaciones de pobreza por las cuales puede pasar una familia o una persona son en el fondo una maldición de quienes han roto su relación de fe con Dios y este les ha dejado de bendecir, es decir, el sufrimiento y la pobreza vienen de Satanás, el enemigo, que no quiere que vivamos en la abundancia. Su enseñanza más radical es que para conseguir las bendiciones de Dios, tú debes donar a su grupo grandes cantidades de dinero, de esta manera conseguirás paz y felicidad en tu vida. Expresiones como “A punta de dólares te meto al cielo” enseñan claramente la falsedad del evangelio de la prosperidad.
¿Qué dice la Biblia y qué enseña la Iglesia Católica ?
Como católicos no podemos creer en el llamado “evangelio de la prosperidad” pues la Iglesia nunca ha enseñado esto:
Compendio del Catecismo, 523:
¿Qué exige Jesús con la pobreza del corazón? Jesús exige a sus discípulos que le antepongan a Él respecto a todo y a todos. El desprendimiento de las riquezas -según el espíritu de la pobreza evangélica- y el abandono a la providencia de Dios, que nos libera de la preocupación por el mañana, nos preparan para la bienaventuranza de "los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt, 5, 3).
El Catecismo de la Iglesia recuerda que todos los cristianos están llamados a vivir esta virtud: 2545
"Todos los cristianos... han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto" (LG 42).
Muchos telepredicadores, se basan en pasajes del AT para justificar la teología de la prosperidad, Job 42,10; Ezequiel 36, 28-30; Joel 2,21-27. Sin embargo, ellos no entienden que en el Antiguo Testamento el camino de la pobreza se revela poco a poco ya en el hecho mismo de que Dios elija entre todos los pueblos a Israel, «el más pequeño de todos» (Dt 7,7), o en que varias veces escoja misteriosamente a mujeres estériles como portadoras de la promesa (Sara, Rebeca, Raquel... Isabel: Gén 16,1; 21,1-2; 25,21; 29,31; Lc 1,36). La austera figura de Elías anticipa la de Juan Bautista (2 Re 1,8; Mt 3,1.4), como el Canto de Ana, elevando a los pobres, anticipa el Magníficat de María -y el de Jesús- (Lc 1,46-55; 10,21; +1 Sam 2,110). Debemos entonces entender la biblia en su plenitud y no olvidarnos del NT donde se da esta plenitud de la revelación con Jesucristo, el cual siendo rico, se hizo pobre (2Cor 8,6) fue enviado a evangelizar a los pobres (Lucas 4,18), incluso sus padres eran pobres por eso ofrecen 2 pichones (Lucas 2,24- Lev 12,6-8). Jesús mismo elogia a la viuda que se priva de lo que tiene (Marcos 12,43). Enseño a no hacerse tesoros en la Tierra (Mateo 6,9) Incluso san Pablo manda buscar bienes del cielo no de la Tierra (Col 3,1-2). Esta plenitud de la revelación nos muestra la importancia de la pobreza evangélica en la fe cristiana.
Sin embargo, no solamente usan pasajes del AT también usan algunos textos del NT cuando predican sobre la prosperidad, el más conocido es el de Marcos 10:28-30:
Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna
Ellos interpretan esta enseñanza de Cristo de manera literal y material, como si Dios iba a compensar a los apóstoles con bienes materiales por abandonar sus tierras, familias, etc., cuando realmente la recompensa de la que habla es la de la vida eterna, no una recompensa monetaria, basta leer versículos anteriores para entender claramente que no está hablando de riquezas:
Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Marcos 10,21
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, !!cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
Marcos 10,24-25
Sobre la enfermedad, la enseñanza oficial de la Iglesia es muy diferente a la de estos grupos no católicos:
1501 La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.
Este texto del catecismo junto con la carta apostólica “Salvificis Doloris” donde el Papa Juan Pablo II habla sobre el sentido del sufrimiento cristiano y como este sufrimiento ayuda a purificar el mundo y a hacernos más santos.
Esta es la enseñanza paulina sobre el dolor y sufrimiento:
ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; COLOSENSES 1:24
a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, FILIPENSES 3:10
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.2 CORINTIOS 4:10
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. ROMANOS 8:17
Pablo está diciendo que él termina en su propia carne "lo que falta a las tribulaciones de Cristo". Nuestra salvación es totalmente un acto de la gracia de Dios. La pasión de Cristo en la cruz fue totalmente suficiente para salvar a todos los hombres; pero Dios ha permitido que cada uno de nosotros participáramos en la obra de Jesús para nuestra salvación. La salvación requiere que aceptamos lo que Cristo ha merecido para nosotros y eso significa aceptar el sufrimiento que viene a nosotros en el curso de la vida nuestra vida cotidiana como cristianos en el mundo, tanto en las cosas pequeñas (molestias menores) y las cosas grandes (cáncer, la pérdida de un ser querido, un desastre económico).
Por otro lado, hemos de recordar algunas enseñanzas bíblicas sobre la enfermedad que refutan la idea de que “el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, lo manda el Demonio y son malas”:
Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?
3 Respondió Jesús: No es que pecó esto, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se guste en él.
Juan 9,2-3
En este texto Jesús nos enseña que la enfermedad no es siempre causa del pecado, a veces uno se enferma para que Dios obre en él. No sabemos los caminos que Dios puede usar para convertir y acercar a la fe a una persona o incluso a otros cercanos a él.
Después de todo esto, Yavhé lo hirió con una enfermedad incurable en los intestinos. 2Cronicas 21,18
Dios manda una enfermedad, versículos anteriores explica claramente en que consistía la enfermedad, leer v.1415. Por ello la idea de que la enfermedad es del Demonio, no es una idea acorde con las escrituras.
Dios no siempre cura la enfermedad a los santos, aunque sea nuestra voluntad y le pidamos:
Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: !!Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! 2Reyes 13,14
Un hombre santo como Eliseo se enfermó también y Dios no le curó sino que permite que muera de esa enfermedad.
Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo 2 Timoteo 4,20
Aunque era un hombre de mucha fe, San Pablo no puede curar a Trófimo para que le acompañe y debe dejarlo en Mileto. Esto demuestra claramente que muchas veces no es voluntad de Dios que alguien se sane: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 1Juan 5,14 . Por ello, no podemos afirmar que Dios siempre nos sanará, porque no conocemos su voluntad y muchas veces su voluntad no coincide con la nuestra, tampoco se debe satanizar la enfermedad y el dolor pues de esta como vimos antes Dios puede sacar un gran bien y beneficios.
¿Que enseñaron los Santos Padres?
Los santos Padres enseñan a no anhelar los bienes temporales y a cargar con la Cruz y las tribulaciones del dia a dia para llegar al Cielo:
Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvannos las cosas terrenas para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada. Miremos como con indiferencia todo lo que se hace en este mundo. Miren adelante los ojos del alma, fijandose con toda su fuerza en aquello a que nos dirigimos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 36 sobre los Evang. ).
Sed moderados en el uso de los bienes de esta vida. No os pertenece todo; al menos una parte de estos bienes debe quedar para los pobres, que son amados especialmente por Dios [. . . ]. Usad, pues, de los bienes de la tierra, pero no abuséis de ellos (SAN GREGORIO DE NISA, Sermón I sobre el amor a los pobres).
Aprended a ser pobres y necesitados, lo mismo si poseeis algo en este mundo que si no poseeis nada. Porque se encuentran mendigos repletos de orgullo y ricos que confiesan sus pecados. Dios resiste a los orgullosos, lo mismo si estan cubiertos de sedas que de harapos, pero concede su gracia a los humildes, posean o no bienes de este mundo (SAN AGUSTiN. Coment. sobre el salmo 85).
Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario, la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor (SAN BASILIO MAGNO, Hom. sobre la caridad).
Todos los tiempos son de martirio. No se diga que los cristianos no sufren persecución; no puede fallar la sentencia del Apostol: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padeceran persecución (2Tm 3,12). Todos, dice, a nadie excluye, a nadie exceptua. Si quieres probar ser cierto ese dicho, empieza tu a vivir piadosamente y veras cuanta razon tuvo para decirlo (SAN AGUSTIN, Sermón 6).
Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios: estos en la adversidad se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella (SAN CIPRIANO, De mortalitate,13).
Apologista: Jesus Urones.