Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Noche del 26 de agosto, en la Dehesa de la Villa de Madrid

por Jorge López Teulón

Beata María de los Ángeles Ginard Martí
Ángela nació en la localidad mallorquina de Llucmajor el 3 de abril de 1894 y a los dos días fue bautizada. Era la tercera de nueve hijos del matrimonio mallorquín formado por Sebastián y Margarita. En la foto, de pie, delante de sus hermanas. Desde niña se sintió inclinada a una piedad cristina con tendencia a la consagración religiosa, motivada por las visitas que con su madre hacía a los conventos donde tenía dos tías religiosas.
En la juventud, le tocó trabajar en las labores del hogar y en bordados y confección de sombreros de señoras, que hacía en casa, para ayudar económicamente en casa. Esto le obligaba a llevar una vida muy hogareña, lo que aprovechaba para educar y catequizar a sus hermanos pequeños.
Sus muchas ocupaciones no le impedían llevar una vida dedicada a la oración y a la práctica de los sacramentos. Madrugaba diariamente para oír misa y comulgar; visitaba al Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico de la las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Mallorca; tenía sus devociones particulares; rezaba todos los días el santo Rosario, y, como afiliada a la cofradía “El Rosario Perpetuo”, en la hora de guardia mensual se reti­raba para rezar las tres partes del Rosario.
Con 28 años ingresó en la congregación de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, para adorar a Jesús Sacramentado y servir en las tareas relacionadas con la Eucaristía. Tras unos años en la casa mallorquina, ocupó puestos en Madrid y Barcelona. En 1932 regresa definitivamente a Madrid, donde, cuatro años más tarde, es asesinada. Los últimos años vividos en Madrid por esta religiosa estuvieron marcados por las constantes persecuciones religiosas propias de aquella época de la República.
Las Hermanas Celadoras sabían que corrían un grave peligro si se quedaban en el convento de la calle Blanca de Navarra; por eso tomaron la decisión de dispersarse y ocultarse, vestidas de seglares, en casas de amigos. Mientras se preparaban para abandonar el convento y salvar lo que pudieran de la segura profanación por los milicianos, un buen amigo, un portero de un edificio vecino, avisó a las monjas para que abandonaran cuanto antes la que había sido su casa, porque los republicanos se dirigían hacia allí. Las religiosas salieron apresuradamente.
 
Escondida de los milicianos
Sor María de los Ángeles fue acogida cariñosamente en casa de don José Antonio Medina y doña Araceli Ariza, que vivían en la calle Monte Esquinza 24, muy cerca del convento. Con gran tristeza, la religiosa tuvo que ver cómo los milicianos expoliaban el convento y le decía a sor Esperanza, otra religiosa que había buscado refugio en el mismo lugar: “Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...”. La situación de las dos monjas empeoraba por momentos, porque el portero de la casa, que las conocía de vista, había denunciado ya a varias personas que habían acabado asesinados o recluidos en alguna checa. Sor Esperanza cambió de residencia por consejo de la señora que la tenía acomodada en su casa, temerosa de que fuera descubierta. Sor María de los Ángeles se quedó. Y el 25 de agosto de 1936 subieron a buscarla. Los milicianos de las FAI que querían prenderla, sujetaron también a doña Amparo, la hermana de Araceli Ariza. En un acto de generosidad y valentía, sor María de los Ángeles exclamó: “-Esta señora no es monja, dejadla. La única monja soy yo”.
Aún le quedaba a esta religiosa más valentía en el corazón. Ella era la Procuradora del convento, y al tener que abandonarlo, quedó a cargo de parte del dinero para que cualquiera que lo necesitara pudiera acudir a ella. Lo llevaba guardado en el bolsillo del delantal que llevaba puesto cuando los milicianos la apresaron. Con increíble serenidad, sor María de los Ángeles les dijo que si les importaba que se quitase el delantal para irse presa. Los milicianos no pusieron impedimento, y, de ese modo, la religiosa salvó el dinero.
 
Sótano de la Checa de Fomento o de Bellas Artes, en la calle de Alcalá, n° 40.
Detenida, la llevaron a la checa de Bellas Artes y al anochecer del día siguiente le dieron el paseíllo a la Dehesa de la Villa, donde la fusilaron y dejaron abandonada. En la mañana del día 27 de agosto, el cadáver se enterró en el cementerio de la Almudena.




Terminada la Guerra fue identificado el sepulcro, y en el año 1941 fueron trasladados los restos al panteón de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico en el mismo cementerio, donde permanecieron hasta el 19 de diciembre de 1985 en que fueron trasladados al convento donde ella vivió, sito en la calle Blanca de Navarra de Madrid. El 3 de febrero de 2005 se trasladaron los restos a la iglesia de este convento. Fue beatificada el 29 de octubre de 2005.

El Instituto de las Celadoras del Culto Eucarístico (29 religiosas) se fusionó en 2010, con el de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada (500 religiosas). Las tres casas de las Celadoras (Madrid, Barcelona y Palma) se sumaron a las de las Misioneras.
 
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