Con Benedicto XVI en El Escorial
por Alfonso G. Nuño
Conocí al Cardenal Ratzinger, siendo yo estudiante, en el monasterio de S. Lorenzo de El Escorial. Hoy, como Papa, me he vuelto a encontrar con él en esa pétrea palabra de España, en ese edificio que en su construcción respiraba los aires de Las Moradas de Sta. Teresa, la inigualable lírica del Cántico Espiritual de S. Juan de la Cruz, Las disputaciones metafísicas deSuárez, la polifonía de T. L. de Victoria, los ahusados colores de El Greco,... Ahí está mirando a la Sierra que lo fuerza a contemplar el cielo, mientras sus cimientos buscan la meseta y sus sillares meditan el Logos de ese paraje brizado durante siglos por los cantos de alabanza de los monjes.
Ahí está con la gravedad hispana que, en aquel entonces, tanto asombro robaba a los europeos al ver cómo en las más esforzadas y difíciles empresas los españoles no perdían el temple del sereno ánimo. Ahí está. Un testigo mudo de un modo de ser hombre que pudo ser. Y tal vez sea éste el mayor estremecimiento que uno pueda sentir al pasar por sus callados patios, por el silencio de sus corredores. Ahí está esa gravedad, liviandad y armonía en granito; en su aquí, está, en un estar sin estar: llamada a la trascendencia. Y estar aquí tal vez sea la invitación que, desde el s.XVI, nos haga ahora que estamos en el crepúsculo de la modernidad.
Y ahí hoy el Papa nos ha hablado a un grupo de profesores –a todos los del mundo– sobre nuestra vocación: la búsqueda y manifestación de la verdad. Buscarla no como quien va aconquistarla para luego reducirla a fragmento manipulable, sino como quien espera no poseerla, sino ser poseído por ella. La búsqueda de la verdad que lleva al encuentro con el amor y por ello tarea de inteligencia y voluntad, de fe y caridad. Labor llevada con la humildad de quien se sabe, con otros, necesitado de ser plasmado por ella para verter amorosamente en encarnación ejemplar la amorosa belleza de la verdad.
Ahí está el verdadero magisterio, en dar perceptibilidad en propia vida al Logos divino.
Y nos bendijo.
Y nos bendijo.
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