Nuevo nº de Arbil, 126. Indice hyperenlazado
por Manuel Morillo
Con la benevolencia del editor me permito hacer publicidad del nuevo edición de Arbil, incluyendo la página principal y el índice hyperenlazado de artículos del nº 126
«Besamanos», acto final de la jura de los Fueros de Bizkaia por Fernando el Católico. 30 de julio de 1476. Cuadro obra de Francisco Vázquez de Mendieta en 1609
nº 126
Jaime I el Conquistador, Rey de la Corona de Aragón
Rei d´Arago, de Mallorqúes, de Valencia, comte de Barcelona i d´Urgell, senyor de Montpeller,...
«Testigo del mundo sobrenatural y guardián de las buenas costumbres en este mundo, permanente vigía del reino del espíritu, la Iglesia es al mismo tiempo el mejor centinela de la tranquilidad, la dicha y el progreso de los estados temporales, porque es ella la que hace que en todas las clases y regiones domine la idea del derecho, la que consagra a los reyes y les recuerda su deber de proteger al desvalido, con lo que el poder público recibe al mismo tiempo una fuerza, que modera sus excesos y una aureola carismática que contribuye a hacerlo respetado. No es sólo que vela por el orden al reprimir las tendencias depravadas del hombre, sino que estimula todos los progresos al fomentar sus tendencias superiores, y al trabar con los lazos del amor las relaciones de gobernantes y gobernados, crea en la sociedad y en el Estado una unidad armónica que es el secreto de su fuerza y de su estabilidad»
Ramiro de Maeztu en “Razones de una Conversión"
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"La tradición histórica, enraizada en la antigüedad, afirmaba en las mentes de los hombres cultos de todos los reinos cristianos de la Península esa concepción unitaria de Hispania, vencedora de su fraccionamiento político ya secular. Queda dicho antes que los catalanes sintieron con tanta vivacidad como los demás españoles la superior unidad peninsular. Abundan los testimonios de la realidad de tal sentimiento. En la mente y en el corazón de los dos más grandes reyes de la dinastía catalana, Jaime I y Pedro III, anidaba con fuerza. Hace poco he recordado que en 1271, a la salida del concilio de Lyon, tras haber ofrecido la cooperación de sus hombres y de su flota para emprender una cruzada, al retirarse de la asamblea Jaime I exclamó: "Barones, ya podemos marcharnos; hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España". Y queda también dicho que Pedro III juzgó que había salvado el honor de España al acudir, tan heroica como novelescamente, a Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, manteniendo su palabra. Jaime I y Pedro III no pensaron en esos dos momentos de su vida en sus reinos peculiares, no pensaron que con sus actos habían honrado a los pueblos que regían; pensaron que sus hechos honraban a la superior comunidad histórica, vital y afectiva de que formaban parte sus estados. España constituía para esos dos reyes catalanes de la Corona de Aragón, no sólo una unidad geográfica, sino una entidad humana, cerrada y unitaria, frente al resto de la cristiandad occidental. No por la honra sino en interés de esa comunidad histórica y vital -"para salvar a España", esas fueron sus palabras- Jaime I intervino en Murcia y sometió a los moros murcianos alzados contra Alfonso el Sabio. Esa comunidad vital e histórica tenía problemas atañentes a todos sus hijos; por ello otro gran rey catalán, Jaime II, al conocer la muerte de Sancho el Bravo y la subida al trono de Castilla del niño rey Fernando IV, pudo decir que iba a recaer sobre él la carga toda de España. Y el gran historiador catalán Muntaner reclamaba una política conjunta de los cuatro reyes de España, "que son -escribe- d´una carn e d´una sang". (Sánchez Albornoz) |
Indice del número 126
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