Del Cristo desnudo retirado del Festival de Mérida

 

            El Festival de Mérida ha procedido a retirar un retrato del actor Asier Etxeandía caracterizado como un Jesucristo, según se dice, desnudo⁽¹⁾. La fotografía, obra del fotógrafo Sergio Parra, formaba parte de una exposición titulada “Camerinos”, que recoge, en blanco y negro, ese momento en el que los actores, dentro del camerino, se caracterizan para dejar de ser ellos mismos y pasar a ser el personaje que van a interpretar. En el caso concreto de la fotografía que nos ocupa, Etxiandía se caracterizaba para interpretar la obra “Infierno”, una versión del esloveno Tomaz Pandur sobre “La Divina Comedia” de Dante. La fotografía, que estaba expuesta en el Templo de Diana de la bella ciudad de Mérida, había sido impugnada por grupos católicos que han hecho ver su malestar sobre la manera, según ellos irrespetuosa, en que Jesucristo estaba representado⁽²⁾.

 

            La retirada ha sido anunciada por la directora del festival, Blanca Portillo y su adjunta Chusa Martín, en carta dirigida a los medios y en la que aclaran, primero, que la exposición fotográfica no contiene fotografías que hayan sido "compuestas" por el autor, un posado en definitiva, sino que “simplemente recogen un hecho que estaba sucediendo en el momento en que un actor se estaba preparando para hacer su trabajo”. Y segundo, que “en el ánimo del Festival jamás ha estado ni estará la intención de ofender, insultar ni vulnerar los derechos individuales o colectivos de nadie”.

 

            Personalmente, pienso que la posición adoptada por el Festival de Mérida es impecable, y felicito a su directora por haber hecho cuanto ha hecho para evitar ofender a un grupo que, por muy católico que sea, merece toda la consideración de los poderes públicos, aunque desde éstos, últimamente, se acostumbre a ignorarlos y ofenderlos con una frecuencia que sólo merece el calificativo de intolerable.

 

            Esto dicho y en lo referente a lo que constituye el objeto central de la disputa, la fotografía en la que un actor al que se está caracterizando como Jesús, me parece que, contrariamente a lo que sostienen esos grupos católicos, no hay en ella nada de ofensivo.

 

            En primer lugar, y aunque evidentemente de quien se caracteriza Asier Etxeandía es de Jesucristo, (en la fotografía se distingue perfectamente la herida en el costado), también hubo de hacerlo en su día Jim Caviezel, y el resultado fue el maravilloso trabajo de Mel Gibson en “La Pasión”. Tan maravilloso que constituye hoy día una de las fuentes imprescindibles para entender en qué consistió el espantoso tormento de la crucifixión de Jesús, y no existe que yo conozca, instancia eclesiástica que no lo haya entendido así.
 
            En segundo lugar, aunque por lo que la fotografía deja entrever, el actor probablemente se halle desnudo, el retrato no es propiamente un desnudo, ya que la representación fotográfica finaliza a la altura del pubis.
                
        Pero es que además, la desnudez de Cristo sobre la cruz, tema que hemos tratado varias veces en esta columna, no ofrece excesivas dudas a los historiadores exégetas del Evangelio.

        Y lo que es más importante: estuviera o no estuviera desnudo en tan penoso trance, la representación de Jesucristo en estado de total desnudez es un tema que el arte de todos los tiempos ha abordado con bastante naturalidad, buena prueba de lo cual los varios ejemplos que traigo a colación aquí mismo. El primero, la bellísima talla (abajo a la derecha), posible obra de Miguel Angel, que pueden Vds. admirar en el Museo Arqueológico de Madrid, de un Cristo atado a la columna, (el propio Mt. 27, 28 reconoce que Jesús fue flagelado desnudo).
 
        El segundo, el maravilloso Cristo tallado en  1492 por un jovencísimo Miguel Angel de diecisiete años de edad (a la izquierda, encima), obra maestra que cualquiera que lo desee puede contemplar en la iglesia del Sancto Spirito de Florencia.
       
        Y el tercero, la no menos extraordinaria crucifixión de Jan van Eyck (abajo), realizada en 1425, en la que, por si fuera poco, el Cristo prácticamente desnudo contrasta poderosamente con unos ladrones a los que el pintor se ha preocupado muy mucho de cubrir convenientemente, como para resaltar la dimensión del sacrificio del Hijo de Dios frente al de sus compañeros de tormento.

        
 

            La comparación en este caso con la figura de Mahoma no hace al caso, porque mientras en el islam la sola representación de la figura del Profeta produce escándalo, ora vestido ora desnudo, en el caso de Jesús su representación, excepción hecha de los esporádicos episodios de iconoclastia de todos conocidos, ha sido siempre muy bien acogida por los cristianos, cuando no alimentada y fomentada desde sus más altos magisterios, lo que le convierte en el personaje más representado de la Historia.

 

            Es curioso que mientras la sensibilidad cristiana ha sido capaz de asumir con gran naturalidad la brutalidad del sacrificio de Jesucristo para la salvación del género humano en todo lo que el mismo tuvo de devastación física, no ha sido, sin embargo, igualmente ágil en lo relativo a la devastación psicológica, lo que de humillante tuvo en definitiva, unida al mismo, que no debió de representar menor contribución a la obra redentora. Una devastación psicológica a la que, entre otras cosas, contribuyó, también, sin duda, la más que probable desnudez del reo sobre la cruz.

 

  

ME VEO OBLIGADO A INCLUIR UNA RECTIFICACION A ESTE ARTICULO, QUE EL LECTOR PUEDE ENCONTRAR EN EL COMENTARIO NUMERO 8.