Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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De la Virgen del Carmen que hemos celebrado ayer: breve reseña histórica

por Luis Antequera

 
            Ayer hemos celebrado, como saben en tantas localidades marítimas españolas, y también en otras que no lo son pero donde se le profesa parecida devoción, la Virgen del Carmen. Una advocación en cuyo origen no hay ninguna aparición mariana o el descubrimiento de alguna imagen oculta, como con frecuencia encontramos en el de buena parte de las advocaciones marianas, sino el simple retiro a mediados del s. XII de una serie de hombres, procedentes probablemente de Italia, a un monte, el monte Carmelo, en Tierra Santa, los cuales erigen en él una iglesia que dedican a la que dan el nombre de Santa María del Monte Carmelo.
 
            El monte Carmelo, Har ha Karmel en hebreo, Yabal al-Karmil en árabe, que por cierto, significa "monte del jardín", es un monte de 550 metros de altura, que se halla en el norte de Israel, unos cien kilómetros al norte de Tel Aviv, a muy poca distancia del mar Mediterráneo, y en el que se encuentra, por ejemplo, la ciudad de Haifa.
 
            Es citado tres veces en el Libro I de los Reyes, del Antiguo Testamento, y en él tuvo lugar el episodio que se da en llamar “el sacrificio del Carmelo”, el que realizara el profeta Elías, para convencer a los israelitas de que Yahveh era el dios verdadero y no el Baal al que adoraban.
 
            “Ajab [rey de Israel] hizo un llamamiento entre todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: [...] «Si Yahvé es el Dios, seguidlo; si Baal lo es, seguid a Baal.» El pueblo no respondió palabra. Elías les dijo: «Quedo yo solo como profeta de Yahvé, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos; que ellos elijan uno, lo despedacen y lo acomoden sobre la leña, pero sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, y tampoco prenderé fuego. Clamaréis invocando el nombre de vuestro dios; yo clamaré invocando el nombre de Yahvé. Y el dios que responda por el fuego, ése es el Dios.» [...] Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal, respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta [...]
            Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí.» [...] restauró el altar de Yahvé que estaba demolido. [...] Dispuso la leña, descuartizó el novillo y lo puso sobre la leña [...] A la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y dijo: «Yahvé, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que se reconozca hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he obrado todas estas cosas” [...] Cayó el fuego de Yahvé, que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas. Todo el pueblo lo vio, cayeron rostro en tierra y exclamaron: «¡Yahvé, él es Dios; Yahvé, él es Dios!»”.
 
            No se menciona el monte Carmelo en el Nuevo Testamento, y eso que no se hallaba en modo alguno distante del Nazaret en el que Jesús pasó su infancia: apenas unos 40-50 kms. al oeste, en la misma latitud, en la región que se denominaba entonces Siro-fenicia, a la que Jesús sí pasa en algún momento de su ministerio, por ejemplo cuando se retira a Tiro:

            “Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón” (Mt. 15, 21).
 
            En 1226, aquellos monjes de los que hablábamos van conociendo los hitos de su orden: su primera regla otorgada por el Papa Honorio III; una nueva regla en 1247, dada por el Papa Inocencio IV; el reconocimiento oficial de la Iglesia Católica realizado por el Papa Honorio IV; una nueva regla más atenuada en 1434 concedida por el Papa Eugenio IV. La aparición en la orden de los santos españoles Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, supone para un sector de la misma el retorno a una regla similar a la de 1247, -son los carmelitas descalzos-, en tanto que otros carmelitas -los carmelitas calzados-, permanecían en la regla de 1434.
 
            A la orden del Carmelo, de parecida manera a como a los dominicos el rosario, se halla vinculada la tradición del escapulario, que recibe de manos de la misma Virgen del Carmen el carmelita inglés San Simón Stock a quien se le aparece, con la promesa de que el que muriera con él, no padecería el fuego eterno. Un prodigio que ocurre en 1251, precisamente el 16 de julio, razón por la que dicha fecha queda como fecha de celebración de la Virgen del Carmen.
 
            Igualmente, se halla muy vinculada la Virgen del Carmen a la mar, esa mar que tan cercana se ve desde el monte Carmelo, hasta el punto de ser la patrona de los marineros españoles y de la Armada Española, una tradición que, según parece, tiene su origen en la devoción que le profesaba el almirante español Antonio Barceló (17161797), quien impulsó el patronazgo.
 
 
 
 
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