Jueves, 26 de diciembre de 2024

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¿Pero por qué demonios le tengo que pagar yo la fiesta a los gays?

por Luis Antequera

 
            Leo en diversos medios de comunicación que el presidente de la Federación estatal(1) de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), Antonio Poveda, se queja de que casi no reciben financiación por parte de la Administración y de que tienen que tirar de patrocinadores privados para la celebración del día del orgullo gay que tendrá lugar el próximo día 29 de junio y siguientes.
 
            Lo primero que me sorprende de las manifestaciones es el “casi” que se utiliza en ellas: luego entonces, poco o mucho, los gays están recibiendo ayudas de la Administración ¿no? Pero lo que más perplejo me deja es que el Sr. Poveda se queje de dicha carencia de financiación. Y digo yo: ¿por qué se le ha de pagar del bolsillo público la fiesta a nadie, por muy gay que sea? ¿Acaso se está pagando a alguien la celebración de fiestas hetero? Y en tal caso, ¿qué dirían los gay de ello? Pero por encima de todo, y una vez más, ¿por qué demonios tengo yo que pagar la fiesta a nadie, hetero, gay o asexuado?
 
            A mí me parece muy bien que los homosexuales celebren el día que les plazca lo que les plazca, algo que, por otro lado, me parece va a tropezar severamente con los nuevos conceptos emanados de la futura Ley de igualdad de trato, que yo no sé hasta qué punto es compatible con la celebración de una fiesta que se llama “gay” en detrimento y discriminación de los no gay. Ya lo creo que me parece bien. Cosa distinta es la opinión que me merecen los contenidos bastante carentes de buen gusto y llenos de agresividad presentes en dicha festividad hacia instituciones y colectivos para con los que el mundo gay profesa una indisimulada antipatía, y que son, por lo menos, tan merecedores de respeto como ellos mismos. Cosa que, por cierto, hace con razones bastante endebles y poco objetivas, procedentes, una vez más y como tantas vemos hacer desde el mundo de la política, de interpretaciones sesgadas, interesadas y poco rigurosas de la Historia.
 
            Ahora bien, una cosa sí tengo clara: el que quiera hacer fiestecitas... que se las pague él, que el Estado no se creó para pagarle las juerguecitas a nadie. Pero menos aún, si cabe, en una situación como la presente en la que ni el poder adquisitivo de sus pensionistas y de sus funcionarios es capaz de garantizar.
 
 
                (1) Por cierto, si se trata de la federación “estatal”, entiendo que sólo acoge y representa a los homosexuales que trabajan para el Estado, en otras palabras, a los funcionarios homosexuales de la Administración Pública. Y aún así, subsiste mi duda sobre si se trata de los que trabajan para la Administración Pública española, o de los que lo hacen para la checa, la mauritana o la cochinchina.
 
 
 
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